Daniel Scioli: el hombre vacío y la estrategia del agua (delirio lúdico sobre taoísmo y peronismo)

«El Sabio nunca es obstinado,
escucha la mente de las personas.
Yo soy amable con los que son amables conmigo,
y con los que me odian también.
Confío en los que confían en mi,
y en los que no también.
Lo que doy recibo».

Es muy complejo intentar hablar de taoismo y política, ya que el pensamiento occidental se caracteriza por ser fuertemente cartesiano, racional, iluminista, voluntarioso. Un ejemplo de ello podría ser la máxima de Sartori de definición conceptual en ciencia política para evitar el estiramiento conceptual: etiquetar correctamente. El taoismo abomina de las etiquetas mentales, ya que cosifican el devenir, el fluir. Otro ejemplo podría ser el concepto de virtú en Maquiavelo, que implica en cierto punto la voluntad, el «no abandonarse nunca», el pensamiento estratégico para saber aprovechar la oportunidad que diosa fortuna presente. El taoismo no cree en la voluntad, predica el wu-wei, el «hacer sin manipular» que implica fundirse con las cosas en su permanente cambio. Esto choca en un punto con el pensamiento estratégico.

Néstor Kirchner y Cristina Fernández traslucen en su método de conducción el manual que escribiera el General Perón. Cuestiones tales como “información-secreto-sorpresa” en la iniciativa política (el anuncio de candidaturas o medidas de gobierno, por ejemplo), “al enemigo ni justicia” en relación a la batalla con Clarín o “la acción electoral es cuantitativa, la acción de gobierno es cualitativa” (cuando se suman “aliados” a veces incómodos de defender como puede ser Otahecé por ejemplo en pos de ganar) son algunos ejemplos entre miles.

Scioli no es un monje budista. Como cuentan Pablo Ibáñez y Walter Schmidt en su libro “Scioli Secreto”, el candidato es en la intimidad: ansioso e impaciente en ocasiones, rutinario y obsesivo con la comida, calentón en el fútbol, temeroso de la soledad. Sin embargo, la propuesta de estas líneas es que el Scioli “público” es una construcción milimétricamente calculada, un “personaje” al estilo de los panelistas mediáticos que exacerban o fingen características de una personalidad que no siempre tienen para medir bien en pantalla. El personaje público de Scioli, del que tal vez quede prisionero, es taoísta. No explícitamente, ya que se reconoce católico y seguidor del Papa Francisco y su agenda social.

Su «personaje público» lo es. Su estrategia mediática lo es. ¿Por qué? Porque no resiste cuando lo atacan, sino que absorbe. Porque no busca el control, sino el equilibrio, mostrase centrado. Si la técnica (el conocimiento, la voluntad del ego) es masculina, poderosa, intrusiva, autoritaria, racional es porque intenta cambiar las cosas, controlarlas. Daniel Scioli no es un intelectual. Está en las antípodas de Carta Abierta. Es un intuitivo.

La sabiduría (conciencia) es femenina, resistente, inclusiva, fluida, intuitiva. No intenta cambiar las cosas, sino ser una con ellas mientras cambian, permitiendo al mundo ser lo que es. Scioli es como el agua, se movió desde sus inicios dentro del peronismo buscando la línea de menor resistencia. Está «vacío» y logra contener a todos.

Su discurso rebosa simplicidad. Al no reaccionar frente a las provocaciones de extraños y propios, se muestra paciente con amigos y enemigos. Siendo compasivo consigo mismo soportó mejor el flujo y reflujo «el éxito» y el «fracaso», aprendiendo.

Lo que conocemos, lo que nos es familiar y cómodo es «bueno». ¿No será que cuándo estamos diciendo «bueno» y «malo» estamos en realidad diciendo «seguro» e «inseguro»?

Daniel Scioli siempre habla de previsibilidad, confianza. Cambio seguro.

Ante tanto cambio tendemos a aferrarnos a la aparente solidez de lo que ya sabemos cómo hacer en un comportamiento rutinizado-ritualizado. Sabiendo que lo único permanente es el cambio, porque le tocó sufrirlo en carne propia y hasta tuvo que aprender a escribir de nuevo, Scioli ejerce una rigurosa rutina con su comida como cable a tierra, como en el caso de la famosa pasta frola, ansiolítico natural propio de un miembro de alcohólicos anónimos.

Scioli es flexible ante el cambio. Busca el equilibrio. No reacciona. Escucha más de lo que habla. Observa más de lo que lee. Contiene. Surfea la ola. Dependerá de las correlaciones de fuerza sociales bajo su posible mandato para dónde surfee. Él es prisionero del estilo de su personaje público, el que tiene votos.

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Santiago Costa

Licenciado en Ciencia Política (UBA). Periodista // Twitter: @san2011costa