El antimacrismo

Algo cambió. No sólo el gobierno nacional, cuyos inquilinos se agrupan bajo ese rótulo.

Argentina, a decir verdad, está girando desde antes incluso de la consagración de Mauricio Macri como presidente. Esos desplazamientos determinaron la salida del kirchnerismo de Casa Rosada, y condicionan la dinámica actual, pintada de color amarillo. Pero, a su vez, las jugadas que se disparan desde las renovadas posiciones de poder impactan sobre estas transformaciones, conmoviéndolas. Dicho sencillo: hay un barajar y dar de nuevo, pero con viejos conocidos, que hacen suponer que se replicarán escenas de otros tiempos. Pero, se sabe, la venda nunca vuelve al mismo lugar.

Tiene razón Martín Rodríguez: las convocatorias del 24 de marzo, en recordación del último golpe de Estado; y del 13 de abril, de apoyo a la presidenta CFK en Comodoro Py frente a la persecución judicial de Claudio Bonadio, fueron distintas a la movilización sindical del #29A. Fundamentalmente, en términos cualitativos, el debate por las cantidades que congregaron unas y otra aporta menos. Las dos primeras son puras, y siempre lo han sido: jamás Macri fue bien visto allí. Entre la asistencia a la última, en cambio, seguramente se podría haber encontrado parte del 51%.

Pero, cuidado: tampoco alcanzaría, para frenar la regresión puesta en marcha el 10 de diciembre de 2015, con el movimiento obrero organizado. A nadie se le escapa que hace rato la formalidad laboral es apenas un bello recuerdo de las épocas doradas del peronismo. El kirchnerismo duró porque supo representar a los desclasados, sumándolos al universo gremial que ya no alcanza para ganar elecciones –y sin el cual tampoco–; y empezó su camino de egreso, en buena medida, cuando perdió el favor de gran parte de quienes colmaron las inmediaciones del Monumento al Trabajo.

No hay mucho misterio, entonces: la ruta del retorno impone la reconstrucción de una costura que duró doce años. Y esto, independientemente de que Cristina Fernández pueda conducir o capitalizar el hipotético éxito de tal empresa. Se perdió frente a una alianza que se construyó con escombros del derrumbe de la propia. Se trata de construir otra, porque lo del gremialismo fue una denuncia por incumplimiento contra el pacto que llevó a Cambiemos al triunfo en 2015. Pasó que el menú de la gobernanza PRO cree que podrá funcionar despreciando a, por lo menos, los 17 puntos que se le sumaron entre la primera vuelta y el balotaje. Olvidando, encima, que enfrente tiene adversarios que, con todos sus defectos a cuestas, no le temen a la calle, con laque el oficialismo no cuenta.

Aquello que Federico Sturzenegger reveló risueñamente sintiéndose en confianza –que Jaime Durán Barba le aconsejó esconder, durante la fase electoral, lo que intentaría a la hora de gestionar, que total no habría problema con ello–, estaría teniendo serios problemas con la realidad.

Tiene razón Martín Rodríguez: las convocatorias del 24 de marzo y del 13 de abril fueron distintas a la movilización sindical del #29A. Las dos primeras son puras, y siempre lo han sido: jamás Macri fue bien visto allí. Entre la asistencia a la última, en cambio, seguramente se podría haber encontrado parte del 51%

El vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, escribió un documento de reflexión sobre el reciente traspié de Evo Morales en las urnas, cuya lectura remite directamente al proceso que aquí desembocó en Macri. El autor señala que, llegados al bienestar, los beneficiados por el gobierno del MAS reactualizaron sus demandas, que por ende se volvieron más complejas. Y reconoce que, frente a ello, la respuesta que dio su espacio fue deficiente, lo que permitió la cooptación de porciones de lo que otrora fue su electorado por adversarios que cosecharon sobre ese descontento, capturándolos para una propuesta antitética para con sus intereses. Más que al ardid conservador, conviene prestar atención a los dramas que el posneoliberalismo atraviesa para reinventarse.

El sindicalismo sabe de levantar la voz. Emigraron del kirchnerismo para ir a por más, y resulta que hoy se encuentran teniendo que frenar a la Argentina pre 2003, que se abre paso a golpes de shock y Mani Pulite. Éste no era el trato, gritan. El quiebre que respondió a la incapacidad/imposibilidad de Sintonía Fina puede sanarse ahora porque, de repente, la agenda ha pasado a ser otra: la inestabilidad laboralatenta contra sus bases de sustentación, la afiliación.

Bien podría atribuirse a CFK el mérito del puntapié inicial en cuanto al señalamiento del ex alcalde porteño como nuevo eje de acumulación política, a partir de la comparación con lo que ella dejó hace apenas cinco meses. Entre eso y el estallido del Panamá Papers que pone en crisis la cruzada moral, el peronismo no-FpV, que por temor a acusaciones de golpismo parecía dispuesto a convalidarle a Macri más de lo que éste puede razonablemente negociar y/o exigir, parece ir perdiéndole el temor a una oposición mucho más dura y frontal. La desorientación del jefe del Estado es tal que, no registrando estas novedades, y que ahora él es el actor protagónico, interpeló a Sergio Massa y a los disidentes del justicialismo, a propósito del proyecto de ley antidespidos votado por dos tercios del Senado, como si siguiéramos en 2015, cuando se construía a partir del antikirchnerismo.

Ese manotazo de voluntarismo olvida, por un lado, que la autoría de ese texto corresponde al senado nacional pampeano Daniel Lovera, alfil legislativo de Carlos Verna, quien se lleva a las patadas con Cristina Fernández desde que compartían recinto; que su aprobación fue transversal partidariamente y, lo más importante, que eso es la traducción de un malestar social profundo.

Jorge Asís escribió que, por carecer de agenda para los trabajadores, muchos de los cuales –vale la insistencia– lo votaron, Macri perderá vete o promulgue la iniciativa que protege el empleo (con esto último colisionaría con sus pilares del establishment empresarial). Ese laberinto se expresó en la única respuesta que logró dar al trámite parlamentario que lo acosa: ordenar a la titular del Senado, Gabriela Michetti, demorar la remisión a Diputados de la media sanción. No tiene remate.

Tal vez haya razones más estructurales para el mal momento que una comunicación deficiente.

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Fre.Ci.Li.Na., Frente Cívico de Liberación Nacional. ¿Empalma esto con los planes de la presidenta CFK? Y en tal caso, ¿cómo? Ella se referencia, cuando habla de Frente Ciudadano, en el FreCiLiNa, Frente Cívico de Liberación Nacional, primera arquitectura que montó el general Juan Domingo Perón a su retorno al país en el año 1972. Sucesora de La Hora de Los Pueblos, que se formó todavía durante su exilio, se trataba en ambos casos de emprendimientos multipartidarios con los que la política buscó sumar fuerzas para condicionar a los gobiernos de facto de la Revolución Argentina, y presionar desde eso hacia una salida electoral. Aquella coyuntura demandaba matizar las fronteras que dibujaban entonces las divisiones representativas de la época.

Hay que salvar las distancias entre una dictadura y el gobierno democrático y constitucional de Macri. Pero la pugna social de entonces era idéntica a la actual: compatibilizar la edificación de un modelo excluyente, de minorías; con la democracia

Obviamente, hay que salvar las distancias entre una dictadura y el gobierno democrático y constitucional de Macri. Pero la pugna social de entonces era idéntica a la actual: compatibilizar la edificación de un modelo excluyente, de minorías; con la democracia. La incapacidad histórica de los sectores dominantes del país de plantear sus intereses por medios democráticos era la sabia de todo golpe de Estado. Han solucionado eso pero no la grieta que generan sus programas.

Conviene prestar atención al marco en que se discute el proyecto de ley antidespidos: el diario La Nación público el pasado 26 de abril un editorial sin firma en que reclama flexibilizar la legislación laboral –receta pretextada siempre en su presunta capacidad de crear empleo–, del que se hizo eco nada menos que el jefe de Gabinete amarillo, Marcos Peña, un par de horas después del acto de la CGT y la CTA, en notable ostentación de dotes de sentido de oportunidad.

La desregulación nunca sirvió para solucionar la desocupación; por el contrario, en general, ha coincidido con etapas recesivas, exclusiva causa de la destrucción de fuentes de trabajo.

Las coordenadas sociales están bosquejando lo que la política deberá encargarse de colorear.

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Pablo Papini

Abogado (UBA) // Twitter: @pabloDpapini