El escalofriante relato de la hija de Etchecolaz

La nota de la revista Anfibia de la Universidad Nacional de San Martín, impactó en toda la sociedad, con la crónica que realizó Juan Manuel Mannarino a Mariana D. quien hace un año cambió un apellido que le hacía mal, el de su propio padre, Miguel Etchecolatz.

En el transcurso del relato, Mariana D. decide contar en primera persona el sufrimiento por parte de un padre que no se comportó como tal, y que además, fue el responsable de muchos delitos de Lesa Humanidad durante la última dictadura cívico militar. «Su sola presencia infundía terror. Al monstruo lo conocimos desde chicos, no es que fue un papá dulce y luego se convirtió. Vivimos muchos años conociendo el horror. Y ya en la adolescencia duplicado, el de adentro y el de afuera. Por eso es que nosotros también fuimos víctimas. Ser la hija de este genocida me puso muchas trabas», responde ante una pregunta de Mannarino.

Los sábados y domingos Etchecolatz casi no hablaba. Se la pasaba echado en una cama mirando televisión. Cada tanto emitía un silbido: había que llevarle rápido un vaso de agua mineral fresca con gas. Si algo no le gustaba, Etchecolatz les pegaba unos bifes con la palma abierta a sus hijos.

Mariana cuenta que el miércoles 10 de mayo fue la primera vez que marchó en contra de su padre, ya que el día del fallo de la Corte Suprema de Justicia le otorgaba el beneficio del 2×1 a un represor, Luis Muiña. Y dice que lloró, y al mismo instante, su padre, quién tiene una sentencia de más de 300 años, también pidió que le otorguen ese beneficio.

También relata que su padre fue jefe de seguridad de la millonaria empresa Bunge y Born, uno de las principales beneficiadas por la dictadura militar.

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