Grecia: entre el aislacionismo o el ajuste

Pasados los primeros y más álgidos momentos luego del polémico acuerdo entre el gobierno griego y la troika, los abanderados del ajuste y la austeridad parecen anotarse otra victoria. Pero este triunfo, es diferente a los demás, porque esta vez viene por partida triple. En primer lugar, no sólo lograron humillar a un pueblo que tomó la decisión de autodeterminarse para imponer un ajuste abismal a cambio de la inyección de 50.000 millones de en tres años. Consiguieron además que el partido de gobierno, Syriza, quede como el primer y único responsable del mismo. Ojo, que no satisfechos con esto, poca cosa, el escándalo de las negociaciones consiguieron que se fraccione internamente Syriza, y que varias figuras abandonaran el partido.

En este momento en que los habitués del lobby se están frotando las manos, y descorchando un Don Pernigón, la opinión pública mundial vuelve a ver en la izquierda, un gobierno ineficaz e inefectivo. Es precisamente en este momento en donde tenemos que parar la pelota, y pensar.

La lucha que viene dando desde hace meses el gobierno de Syriza contra la Troika –la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional- mostró en diferentes instancias la verdadera voluntad de poder y rebeldía de estos helenos. La misma va desde múltiples negociaciones hasta el famoso referéndum en el cual, el gobierno de Tsipras pidió consulta al pueblo sobre si aceptar o no los términos del rescate. En el mismo, donde votó más del 60% de la población –el voto no era obligatorio- y donde se impuso por mayoría el “OXI” (no). Resulta poco verosímil entonces, creer en la voluntad entreguista de un gobierno que permanentemente accionó frente a quienes querían que Grecia se arrodille en maíz.

Esta puja desde el vamos era compleja, por ser Grecia un país en crisis, con una economía que difícilmente puede sostener al euro como moneda, por ser Syriza un gobierno de una centro-izquierda de arraigo nacional y popular, por estar integrando la Unión Europea, y por querer enfrentarse nada menos que con Ángela Merkel y los sectores financieros que manejan el mundo. Desde el inicio, este era un juego de suma cero.

¿Por qué decimos “suma cero”? Múltiples actores, múltiples interés, múltiples vías. Sin embargo, cualquiera fuera la resolución a la que se llegue, siempre el número de actores descontentos sería elevado. Siempre habría conflicto.

Pongamos el caso de que el Gabinete de Tsipras hubiese aceptado los términos de negociación con la Troika en las primeras vueltas. El ajuste probablemente sería menos dañino, sí. El ajuste que se va a realizar cuenta, entre sus cláusulas más polémica, con la transferencia de activos públicos griegos a un fondo que quedará a la venta, es decir, privatización (aunque el mismo estará bajo control griego), quedando una cuarta parte de lo recaudado en manos de la troika; la mitad del rescate, unos 25.000 irán a los bancos mientras que el restante 50% se distribuirá entre la reducción de la deuda pública e inversiones productivas; una mayor liberalización del mercado de bienes y productos; el aumento del I.V.A.; recortes en las pensiones, jubilaciones y mercado laboral; privatización de sectores estratégicos, como el sector eléctrico; y mayor limitación en la negociación colectiva. Los términos del ajuste que se evaluaban en el referéndum a los cuales se les dijo “no”, eran por bastante, menos nocivos. Sin embargo, un ajuste nunca es bueno. Y el correlato que habría tenido el mismo en la opinión pública habría sido de deslegitimación del gobierno de izquierda. También se los abría acusado de bajarse los pantalones y no dar la pelea que decían venían a dar.

Escenario número 2: Si el gabinete de Tsipras hubiese llevado la voluntad popular hasta sus últimas consecuencias, lo más probable es que para este momento Grecia estuviese entrando en su propio 19 y 20 de diciembre. ¿Por qué? Desde el momento uno, los sectores afines a la Troika barajaban la posibilidad de resistencia de los helenos, tras lo cual pusieron en marcha diversos mecanismos de coerción, a modo de causa y efecto de adoctrinamiento. De haberse plantado, Grecia hubiese quedado aislado por completo, con las implicancias de falta de provisiones de todo tipo hasta el colapso del sistema financiero, en criollo, ni pan ni bancos. Grecia, de haber seguido hasta sus últimas consecuencias, habría encarnado el muro de Berlín del siglo XXI, la Cuba mediterránea, el resignado que resiste.

¿Podemos entonces culpar la decisión del gobierno de Tsipras de querer evitarle a su pueblo un mal peor? Es claro que la Troika y los poderes financieros globales no piensan más que reírse de la voluntad popular. No les interesa que la gente no coma, los jóvenes no puedan acceder a la educación o los adultos no trabajen. ¿Cómo luchar contra estos poderes si hasta tienen la capacidad de poner en contra al propio pueblo?

Y es que si uno a primera vista analiza los títulos de la prensa a nivel global, no va a tardar en observar que todos hablan de la responsabilidad del gobierno griego en este ajuste. Lo irónico, es que en ningún momento nombran las amenazas, potenciales o efectivas de aislacionismo financiero, económico y comercial de los países de la troika para con el pequeño país mediterráneo. Así los editores y escritores de estos medios se jactan de la irresponsabilidad del gobierno griego, por no haber negociado antes y en mejores condiciones, mientras se regocijan de acercar al derrotero a un proyecto de gobierno y ciudadanía alternativo a las recetas ortodoxas.

En tiempos donde las intervenciones militares presentan más pérdida que beneficio para controlar un país, los mecanismos de control se volvieron más imperceptibles, más invisibles, más pequeños pero distribuidos estratégicamente en diferentes áreas de la vida cotidiana de los pobladores de un país. Estos mecanismos sofisticados, refinados, tienen la particularidad de inducirnos a que creer que quien pelea, es quien debe pagar los platos rotos. Para peor, parece que cada vez más pasa por inadvertida la estrategia de estos poderes: lo que no me gusta, lo aislo.

Entonces, es momento de preguntarnos ¿nos molesta la resolución que tomó el gobierno Griego? ¿nos sentimos defraudados? Sí, nos molesta. Sí, nos defrauda. Pero creer que fue una resolución de primera instancia y de motus propio nos impide ver lo coercionado que se encontraba el accionar del gobierno. En un mundo donde se conjugan múltiples intereses, con múltiples actores, como grupos económicos transnacionales y organismos supranacionales hay también múltiples vías de resolución de conflictos. Entender la interdependencia del mundo y la complejidad de estas redes, es un ejercicio que nos tenemos que dar para luchar por la autodeterminación. Esa es la diferencia entre la utopía de gobernar, y los desafíos reales que implica buscar colectivamente el bien común.

Un reconocido politólogo estadounidense dice en un famoso libro que “por cada revolución que tiene éxito, ha habido más contrarevoluciones victoriosas que han supuesto no sólo el mantenimiento del status quo, sino frecuentemente una pérdida de lo que se ha ido ganando y unos costes tremendos para los que estaban a favor de aquellos cambios radicales”. Así desde la prensa hasta la academia, nos alientan a conformarnos y culpar siempre a aquellos que apelan a un cambio. Y lo peor del caso, es que suelen triunfar.

En este escenario, las declaraciones del ex ministro de economía Yanis Varoufakis, Stathis Kouvelakis, líder del ala más de izquierda del partido, Zoe Konstantopoulou, presidenta del parlamento, Panagiotis Lafazanis encargado de la cartera de Energía, y del viceministro de Trabajo Dimitris Stratoulis, son alimento para los buitres que quieren la renuncia, o en su defecto la caída del gobierno de Syriza.

En un mundo donde la opinión pública es en apariencia libre, pero está atada a la exposición sistemática de información de grandes agencias económicas, y donde ubicarse en el centro político parece ser la mejor, sino la única, manera de garantizar gobernabilidad y estabilidad; querer transgredir las fronteras de quienes siempre le pisaron el cuello a los gobiernos populares, es condenado como el pecado de Eva y la manzana. No dejemos que apaguen la revolución democrática expiando de culpas a los poderes financieros y al chantaje de los grandes conglomerados económicos. Este es el momento de estar más unidos que nunca, porque no olvidemos: “Divide, y triunfarás”.

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