Internas y amateurismos CEOcráticos

Por Pablo Papini

El fallo de Corte Suprema de Justicia que anuló el tarifazo de gas es una derrota indisimulable para Mauricio Macri. La lógica del decisorio conocido el jueves último golpea en el corazón de la concepción energética amarilla. No tanto por su significado en sí, sino por lo que implica como el primer freno institucional considerable a la escalada regresiva puesta en marcha el 10 de diciembre de 2015. El máximo tribunal no fulminó la posibilidad misma de un shock como el que acaba de quedar stand by sino la forma en que pretendió instrumentarlo el gobierno nacional. Se sabe, aquí no se trataba sólo, ni principalmente, de una reducción de subsidios: antes bien, del brutal aumento en el precio de extracción de gas en boca de pozo habilitado por el Presidente a las empresas del sector. Es decir, la definición de una transferencia de ingresos desde abajo hacia arriba.

Ni siquiera eso, la aspiración de mínima oficial, se ha salvado de la guillotina de los supremos.

Como ése es el núcleo de este conflicto, Macri aspiraba a que quedara a salvo del requisito de audiencias públicas estipulado constitucionalmente como paso previo a cualquier reconfiguración tarifaria. No será así. La Corte le dijo que, si acaso deseaba desligarlo de interpelación, debería haber optado por la vía legislativa para modificar el esquema legal que hoy hace también de ese segmento parte del servicio público. Podría haber aprovechado el jefe de Estado las facilidades de que lo ha provisto el peronismo en estos ocho meses en el Congreso nacional para diseñar su ajuste. Eligió otra alternativa y terminó chocando: no con los límites institucionales que terminaron por abortar sus planes, sino con el hecho social antitarifario contundente que, conforme las facturas iban tropezando judicialmente, fue creciendo hasta estallar en dos ruidazos.

La movilización influyó decisivamente, es indudable, en esta resolución. La Corte abrió un escenario nuevo en el que hay espacio y tiempo para, insistiendo en ello, ir a por los tarifazos que todavía falta impugnar (luz y agua), y por quienes no son abarcados por la novedad (PyMEs). Pero ahora con una herramienta formidable para discutir en la mano. Se dijo en esta columna varias veces, Ricardo Lorenzetti desea reemplazar a Macri. Exponiendo en la sentencia la precariedad de su rival en la gestión del trámite regresivo, sin salirse del mismo corral ideológico, lo debilita. Para que el establishment reconsidere preferencias en cuanto a la selección del gerente de sus intereses.

La instancia de las audiencias públicas que deberá afrontar el gobierno nacional en breve lo someterá a una polémica argumentativa. Justamente lo que quiso eludir con los legisladores opositores, suponiendo que le alcanzaría con presentar la encrucijada como una mera ecuación matemática que había que irremediablemente despejar en detrimento de los bolsillos. Parecido pero diferente, por desaprovechar ese palacio, que hasta la fecha ha sido amigable para con él, ahora deberá vérselas cara a cara con los agredidos. Y en un clima muchísimo más hostil que cuando se anunciara la medida, lo que también operará en dirección contraria a la voluntad PRO.

Carlos Pagni se los había advertido: cuidado con la razón CEOcrática porque la naturaleza de la política es distinta, por la complejidad que implica la multiplicidad de actores (cada uno con sus respectivos afanes) que la institucionalidad aloja y que desde el Estado se debe gobernar. No basta con la redondez técnica de un argumento para validarlo aquí porque las órdenes no corren linealmente como en una empresa, sino que deben afrontar laberintos complejos. Una semana antes, en una sesión legislativa que fracasó para derogar el tarifazo pero que había obtenido quorum para ello, Macri había tenido un aviso: de aquello formó parte el diputado nacional Juan Casañas, radical tucumano. Los ruidos al interior de la Alianza Cambiemos ya son ostensibles.

Pagni se los había advertido: cuidado con la razón CEOcrática porque la naturaleza de la política es distinta, por la complejidad que implica la multiplicidad de actores que la institucionalidad aloja y que desde el Estado se debe gobernar

Este legislador en particular responde a José Cano, titular nominal del más testimonial aún plan de infraestructura Belgrano para el norte argentino, que a ocho meses de asumido Macri sigue siendo apenas una promesa. Seguramente Cano proyecta con eso relanzarse en su carrera hacia la gobernación provincial, que perdió por goleada en 2015, episodio recordado por el escándalo que supuso justo durante la campaña presidencial, por el fraude que no fue. Pero le será difícil si la cosa no arranca. La presencia de Casañas fue su modo de presionar a por ello, nada menos que en un asunto crítico para el programa de su jefe. Quien, para complicarla más, debe compatibilizar eso con el apoyo parlamentario que viene recibiendo del alperovichismo, adversarios locales de Cano.

Suficiente para graficar las prevenciones de Pagni. Y en materia energética, Macri se jugó, inexplicable y casi demencialmente, todas sus fichas a la decisión de quien ansía desplazarlo y aprovechó la oportunidad para infringirle su peor derrota desde que se constituyó en Balcarce 50. El ex alcalde porteño habrá creído que bastaría para domesticar a Lorenzetti con las amenazas burdas que le lanzó a través de Elisa Carrió, Jorge Lanata, y los esposos de dos asesoras de la cuestionada vicepresidenta Gabriela Michetti, Alfredo Leuco y Luis Majul. Intentando así tirarle con el Mani Pulite a otro de sus auspiciantes principales. No le salió. También aquí se previno que los tribunales como instrumento de disciplinamiento político podían convertirse en boomerang.

Perón, que tiene frases para todo, lo enseñó hace décadas: es peor un bruto que un malo.

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Pablo Papini

Abogado (UBA) // Twitter: @pabloDpapini