«Micaela Somos Todas»

Por Mico Coletti y Victoria Imperatore, militantes del Movimiento Universitario Evita.

Esta vez le tocó a Micaela. Esta ruleta rusa a la que nos condena la violencia machista, por la que ninguna de nosotras puede saber si tiene o no un mañana, nos arrebató a una compañera de militancia que creía en la justicia social, que hacía carne el dolor por todas las pibas muertas, que en la calle luchaba como nosotras contra el sistema cis- heteropatriarcal que nos oprime.

Las cifras calan hasta los huesos: en Argentina perdemos a una mujer cada 18 horas. En lo que va del 2017 se cometieron 59 femicidios, contando el de Micaela. Mujeres cis, trans o lesbianas, todas ellas oprimidas de formas distintas pero por un solo sistema, que nos establece cómo actuar, cómo desear, cuánto y cómo vivir.

Cada una de éstas pérdidas nos recuerda lo mucho que nos falta todavía. Cuánta discusión, cuánta lucha nos separa del mundo justo con el que soñamos despiertas. Cada mujer que nos falta, nos vuelve a dejar frente a frente con el entramado social, político, económico y cultural que perpetúa la violencia contra nuestras vidas.

Pero también nos re-confirma cuán acertada, urgente y primordial es nuestra pelea contra el patriarcado y la heteronormatividad. Renueva nuestras energías. Hay mucho en juego. Estamos todas en juego. Nuestra felicidad y hasta nuestra existencia dependen de esta pelea. Y es ahí de donde sacamos la fuerza para seguir encontrándonos, dejando de lado la indiferencia y la individualidad, para pensarnos desde el colectivo de mujeres que somos. Con el dolor y la broca construimos la obstinada necedad de organizarnos para vivir bien.

Y no paramos de preguntarnos qué hacer, cómo desarticular esos mecanismos y prácticas machistas que nos condenan a muerte. La respuesta se complejiza cada vez, incorporando más y más aristas que son parte del sistema patriarcal en que vivimos. En ciertos puntos estamos seguras: para prevenir y erradicar las violencias que sufrimos las mujeres cotidianamente (y aquí nos estamos refiriendo a TODAS las formas de violencia -física, económica, psicológica, social, cultural-, que alimentan y explican su expresión última: el femicidio)-, es fundamental que esto sea una política de Estado. Lo cual implica la sanción y aplicación de leyes específicas, así como la incorporación de perspectiva de género para todas las demás. Pero también un presupuesto nacional que refleje el compromiso para que esas leyes no sean letra muerta, sino realidad efectiva. Una inversión estatal que permita el funcionamiento de los organismos dedicados a esta problemática, como el Consejo Nacional de Mujeres, y el sostenimiento de programas nacionales, como el de Salud Sexual y Procreación Responsable.

En este sentido, no podemos dejar de mencionar el recorte y desaliento del gobierno de Mauricio Macri para con las mencionadas políticas, además de las decisiones macro-económicas adoptadas en lo que va de su mandato, que hunden en la pobreza a millones de personas y, muy especialmente a las mujeres, las más afectadas por nuestra dificultad para acceder a un trabajo digno.

Por otra pate, el caso de Micaela – tanto como el de Higui o Belén-, nos pone nuevamente a discutir el actual sistema judicial de nuestro país, profundamente misógino, machista, patriarcal y heteronormativo. Sistema que dejó en libertad al femicida de nuestra compañera, pero encarcela mujeres por abortar, por defenderse de sus abusadores o por ser trans. Sistema que no ofrece otra respuesta que el encierro para los violadores que, al cumplir su pena, volverán a insertarse en la sociedad. Es hora de que tomemos con seriedad esta problemática: ¿qué políticas de prevención de la violencia machista debieran aplicarse en un contexto de encierro? ¿Y en uno post-penitenciario? La cárcel no es una respuesta en sí misma. Es nuestra obligación buscar nuevas y mejores formas de justicia, alejarnos del facilismo punitivista que sólo grita por mano dura sin dar soluciones de fondo.

No queremos ni una muerta más, queremos vivir en libertad. Hacer y deshacer a nuestro antojo. Ser dueñas de nosotras mismas. Pertenecernos.

Por todo, en la calle nos seguiremos encontrando. Con dolor, bronca e impotencia y también con esperanza, peleando siempre por ellas, por nosotras, por todas.

Justicia por Micaela

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