Ni muy, muy; ni tan, tan

Una elección general en un país como Argentina, de dimensiones gigantescas e híper federalizado, arroja una multiplicidad de resultados tal que se hace sencillamente imposible la sola pretensión de establecer conclusiones a su respecto a pocas horas de celebrarse.

Sólo desconociendo el impacto de lo que proyectan las arquitecturas de poder locales en la escena nacional, y el desespero del establishment por clausurar el ciclo histórico en curso, pueden entenderse los análisis que se publicaron en papel la mañana siguiente a un comicio cuyo escrutinio no finalizó sino hasta ese mediodía. Tan es así que Carlos Pagni, cerebro bien estructurado y usualmente lúcido del liberalismo, debió corregirse el mismo lunes, apenas entrada la tarde, cuando el avance en el conteo confirmó que la ventaja de Daniel Scioli se había estirado considerablemente. Sería innecesario reiterar que en esto se cuece también una lucha de interpretaciones, si no fuera por la intrusión que las formaciones opositoras les habilitan en sus diseños tácticos.

No se intenta convertir esta columna en un análisis de medios -que por cierto ya abundan en los tiempos que corren del comentario político-, sino dar una idea de la complejidad de condensar en una nota la evaluación de lo acontecido el último domingo. No sólo porque el tiempo transcurrido desde entonces es escaso para comprender semejante volumen de información. Sucede, en primer lugar, y fundamentalmente, que no se ha decidido nada todavía. Y hasta aquí hemos aprendido de las PASO que, además de ordenar las internas partidarias, organizan el escenario de las contiendas definitivas a partir de las perspectivas de corrimiento de sufragios que dibujan.

Así como en el póker cada participante puede pedir nuevas cartas luego de la primera repartija, para reordenar su juego, entre agosto y octubre se reabre la campaña a partir de, como bien se la denomina, la mejor de las encuestas a que puede acceder cada candidato.

En eso estamos desde la trasnoche del 9 de agosto. Cuando hace cuatro años la presidenta CFK sorprendió a propios y extraños liquidando el pleito en el bautismo de las primarias, todo fue sencillo. Ahora conviene extremar los cuidados a la hora de sentenciar. Scioli hizo una buena elección. Y ahí se frena en cuanto a definiciones. Es cierto: numéricamente considerado, apenas empató la peor elección presidencial en la historia del peronismo, el también 38% de Eduardo Duhalde en 1999. Sólo que aquello fue, y esto no, el partido por los puntos. Por otro lado, no es muy difícil empardar esa marca del justicialismo, siendo ése, envidia de cualquiera de sus adversarios, su piso.

El dato cuantitativo es siempre el menos interesante: el ex gobernador de la provincia de Buenos Aires tiene como atenuantes un rival mucho más sólido, como lo era entonces la Alianza encabezada por Fernando De La Rúa; el actual, en cambio, puede esgrimir que encabeza una coalición que lleva inéditos tres períodos consecutivos al frente del gobierno nacional, tramitados -para colmo- de modo, por así decirlo, no complaciente. CFK es CFK, Scioli es Scioli, el desgaste es el desgaste, 2011 era 2011, aquel mundo era aquel mundo. Y el rival, esta vez, jugó.

Como plataforma de lanzamiento hacia la chance de cerrar el asunto sin balotaje, siendo que la experiencia demuestra que el puntero siempre estira rendimientos, es más que interesante.

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Un peronólogo de excelencia como Manuel Barge ha dicho alguna vez que la condición mayoritaria surge de la capacidad de articulación de minorías. Martín Rodríguez se expresó sentido similar, incluso en este sitio, en las últimas horas. La referida reconsideración de Pagni incluyó en su titular una alusión a la proximidad de una política negociada. Cristina Fernández y Scioli organizaron la oferta que el Frente para la Victoria presenta a esta elección sobre la base de la aceptación de la mutual imposibilidad de trascender con prescindencia del otro, y transaron posiciones.

En derredor de este concepto parece haberse encontrado un atajo para sellar la famosa grieta.

Humorada al margen, la cantidad de indicios que advierten acerca de la inminencia de una nueva etapa es tal que una polémica al respecto sería estéril. Ello no equivale a un fin de ciclo debido a que el kirchnerismo ha sabido insertarse en ese futuro. No sólo por la postulación vicepresidencial de Carlos Zannini y la arquitectura de las listas legislativas: La Cámpora está cerca de convertirse en uno de los grandes ganadores del octubre venidero, en tanto va traduciendo territorialidad en electorabilidad: ya sea encabezando (Lanús, Mercedes, San Vicente, Moreno), o aportando decisivamente a victorias resonantes (Quilmes, Hurlingham, Almirante Brown). Ya cuenta con una capital de provincia, Ushuaia. Todo lo cual le habilita sillas en la mesa próxima del poder.

Sería sencillo decir que el FpV tiene que ir a la caza de lo que le falta, mayormente, en UNA, la coalición con la que Sergio Massa frenó su declinación que parecía indetenible a través de un acuerdo con José Manuel De La Sota. Que, aun así, el ex intendente de Tigre parece haberse resignado a que alcanzó un techo, y por eso en adelante liberó el juego de sus alcaldes y negocia la cabeza de Felipe Solá. Que Maurizio Macri también tiene para recolectar un pedazo de esa entente, pero que su siembra debe ser transversal por ser más amplias sus necesidades, y que, encima, antes le urge fidelizar el voto del frente que armó con la UCR y con Elisa Carrió.

Es, en cambio, más rico el examen de las fortalezas y las debilidades con que cuenta cada contendiente para poner en valor en las deliberaciones que ya han comenzado, y a cielo abierto.

Aquí conviene computar, por ejemplo, que la mayoría de las gobernaciones seguirán en manos del peronismo, más allá de lo que ambicionaba Ernesto Sanz al diagramar el presente calendario electoral. O que si bien el FpV cedería, casi seguramente, la mayoría en la Cámara de Diputados de la Nación, está a su vez muy cerca de conseguir los dos tercios del Senado (clave para designaciones varias del Poder Ejecutivo Nacional). Todo influye en las grandes tendencias entre las que se edificará el recambio institucional. Las instituciones republicanas estipulan renovaciones legislativas parciales y ejecutivas segmentadas, con lo que un diagrama de poder está pintado de distintos humores temporales, para no depender de un único arrebato emocional esporádico.

La regla general de la historia de estos asuntos y el propio epílogo pacífico que está ejecutando Cristina Fernández, por fin, conspiran contra la posibilidad de un quiebre significativo como cierre.

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Macri parece haber previsto estas variables cuando trazó su hoja de ruta con tímidos pero saludables desacatos para con las presiones del Círculo Rojo. Cuando se observa que en PBA y CABA colocaría la mayoría de los legisladores, uno puede prever una huelga de brazos caídos del aparato radical de aquí a dos meses. Pero también una apuesta a mediano plazo más propia del jefe del PRO. Quien con su excelente desempeño en el distrito más grande completa una instalación seria en la Pampa Húmeda desde la que hacer pie hacia el despliegue federal que aún le urge.

Y a propósito de lo que ut supra se dijo en relación a cierta especie de rendición implícita de Massa, el electo gobernador cordobés, Juan Schiaretti, que formalmente integra su alianza, perfectamente puede entonces inaugurar entendimientos con actores que sí apuestan a ganador, con los que deberá compartir período de gobierno. Máxime en el caso de una provincia cuyo oficialismo ha perdido su autosuficiencia en la legislatura local. El FpV local podría arrimarle soluciones a tal efecto, pero también el PRO, de sucesivos buenos rendimientos en la provincia mediterránea.

Todo lo apuntado está -a la hora en que se escribe este texto- en grado de mera hipótesis, más vale. Se ha procurado describir el croquis que emergió de las PASO. Sólo quien haya entendido que esto empezó antes del domingo pasado y seguirá después de octubre podrá operarlo a su favor.

Iba más allá de las cifras plasmadas por Scioli, Macri y Massa, la cosa, nomás. ¿O no?

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Pablo Papini

Abogado (UBA) // Twitter: @pabloDpapini