Que Melina los (nos) perdone. Víctima de la injusticia mediática

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La lamentable desaparición de Melina nos lleva una vez más a las puertas del debate sobre la ética de los medios de comunicación. Este tipo de casos policiales conllevan la no infundada sospecha de la utilización del morbo, estigmatización e instalación de un tipo de discurso sobre las víctimas. Los tiempos que vivimos contienen una alarmante naturalización de las prácticas periodísticas con las que se abordan este tipo de casos.

Pocos días atrás, asistimos espantados a un artículo publicado por Clarín sobre el caso Melina: “Una fanática de los boliches que abandonó la secundaria”. La nota no escatimaba en estigmatizaciones en un, probablemente, acto de honestidad brutal por parte de los redactores Clarín. Honestidad que no es más que la línea ideológica que sostiene este medio.

Sin embargo, esta nota publicada en Clarín es un minúsculo grano de arena en el médano del manoseo y estigmatización mediática a la que hoy está siendo sometida Melina. Porque, en estos días, era sólo cuestión de mirar unas pocas horas los noticieros para descubrir la construcción discursiva de algo cercano a una “víctima propiciatoria”. Como una espeluznante reedición del “algo habrá(n) hecho”, Melina es no sólo víctima de lo que pudo haber sucedido con su integridad física sino también de la injusticia mediática. Melina es víctima por partida doble.

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Como una espeluznante reedición del “algo habrá(n) hecho”, Melina es no sólo víctima de lo que pudo haber sucedido con su integridad física sino también de la injusticia mediática. Melina es víctima por partida doble.

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El modus operandi en que los medios comunican este tipo de casos es siempre el mismo. Horas de entrevistas a los familiares de las víctimas que intentan, llevando a cuestas el dolor, contestar a los periodistas/movileros que nunca fallan en la tarea de convertirse en inquisidores jueces. Una insoportable cantidad de fotos y videos de Melina que ya no son parte de la estrategia de difusión de la imagen de la joven en pos de su aparición, sino, parte del morbo mediático. Un desfile de expertos en “Melinas” que hablan de sus hábitos, su intimidad y no contentos con este manoseo, lo cuestionan. Como si la puesta en cuestionamiento de las privadas conductas de una joven nos conduzcan a la hipótesis de que “se lo buscó”.

El caso de Melina, desde ya, no es el único caso que sufre esta injusticia mediática sobre sus espaldas. Recordarán el caso de Ángeles que tanto conmovió a la esfera pública. Con las evidentes diferencias que el lector avezado puede descubrir, pero con el mismo morbo. De Ángeles llegamos a saber una exagerada cantidad de detalles sobre su vida privada. Cadena nacional con miles de fotos diferentes de la joven en lo que parecía un eterno video de cumpleaños de quince.

Ángeles, Melina, la pequeña Candela y tantas otras, asistieron y asisten a ser víctimas por partida doble. Situación que debería configurar una alerta a la sociedad cuando esta sea plenamente consciente de que nadie está exento de sufrir el flagelo de la injusticia mediática. Señoras y señores, It´s the horror showtime.

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