¿Quién ganó el debate?

Mucho se discute la incidencia real de los debates electorales, la capacidad de “volcar” votos hacia uno u otro candidato. Por regla general suelen ser vistos por minorías informadas, con niveles educativos medios-altos o ciudadanos politizados. Minorías. Es también una regla general que los ya convencidos no cambian su preferencia y cada cual ve ganador a quién apoya desde un inicio. Salvo que suceda algo extraordinario.

Si bien el objetivo táctico de los debates es la caza del voto de los indecisos -nunca se convence al adversario, sino a ese tercero que está mirando-, los debates son híper guionados, ensayados, coacheados, con respuestas prefabricadas para ciertos temas o preguntas. Tienen poco de espontáneo, de explicación del “cómo” se hará lo que se propone y se puede tener la sensación de que se está desde lo discursivo frente a una sucesión de “spots” pegados, como en un cine continuado.

Este debate en particular rompió el primer tabú, ya que tuvo una audiencia masiva. De cara a un balotaje y con solo dos candidatos, la polarización -el efecto “River-Boca”- y la transmisión en simultáneo de todos los canales de aire llevó a picos de más de 50 puntos de rating.

A Macri se lo vio relajado, suelto y border canchero. Esta no fue su primera vez y se notó que le sobra experiencia en debates. Sin corbata, siempre cordial con los moderadores y llamando a su oponente “Daniel”, siempre le sobró el tiempo en el segundero. Estuvo en el inicio prolijo y sonriente. Sus dos objetivos fueron kirchnerizar a Scioli -pegándolo a figuras como Anibal Fernández, Axel Kicillof, Máximo Kircher o Milagro Sala, preguntando por Venezuela e Irán- y ridiculizar la campaña del miedo con propuestas concretas. El primer bloque claramente lo ganó Macri, que atacó sonriente y de buenos modales y fue muy propositivo.

A su vez, Scioli fue al debate con dos objetivos precisos: diferenciarse del kirchnerismo simbólico –“voy a mandar yo”- adoptando agenda massista (combate al narcotráfico, inseguridad, ganancias, 82% móvil) y “desenmascarar” a Macri con palabras clave como devaluación, pérdida de salario real, fondos buitres, Juez Griesa.

Es verdad que ambos evitaron contestar temas concretos. A Scioli se lo vio tenso en un principio, hasta que se afirmó en hechos de gestión como la fertilización asistida, el combate a la inseguridad y al narcotráfico. Justamente esas fueron las dos fintas que le entraron a Macri: el cierre de la oficina antitrata de la Ciudad y la frase de los “trapitos”.

Habla bien de Macri haber aceptado el debate, cuando no lo necesitaba. Hay algo de estrategia de medios ahí, pero también una forma de entender el republicanismo, menos ligada a los vetos de leyes. Scioli estuvo a la altura, tuvo momentos muy efectivos que hasta arrancaron ovaciones del público, pero no generó el hecho extraordinario que desangelara esa ola de cambio, ese viento de cola que empuja a Cambiemos.

Sí logró ser claro frente a la población: la palabra cambio esconde medidas concretas como la liberalización del dólar y el fin de los subsidios que generarán una caída del salario real. Habrá que ver cuánto de los indecisos, personas de a pie, privilegian más el fondo de la soberanía económica que las formas de la convivencia republicana. Se sabrá cuando se abran las urnas, esas cajitas mágicas de la democracia, el domingo 22 por la noche.

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Santiago Costa

Licenciado en Ciencia Política (UBA). Periodista // Twitter: @san2011costa