Empezó el #18F

 

 

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Los registros para abordar la muerte del ex fiscal Nisman, ofrecen una gran dispersión temática, donde habitan miradas policiales, mediáticas, políticas, geopolíticas, y otras. Pese a ello, todas admiten la ausencia de su exclusividad, se reconocen todos como focos de un tema pero ninguno como totalidad, como verdad.

Sin embargo, el 18F asume otra pretensión. Es la marcha del silencio por la muerte del fiscal, es eso y solo eso, imponiendo un atributo de exclusividad. Nos negamos a esa imposición. Este es el primero de un dispositivo complejo que configura la movilización de este miércoles. Estas líneas, por lo tanto, se proponen ofrecer una lectura analítica de racionalidad política.

Esta movilización tiene una morfología específica, el 18F se inserta como un “pentágono regular” en el mapa político nacional, cuyos vértices impulsan un objetivo político especifico, que opera como punta de lanza para la restauración conservadora. Utilizaremos esta metáfora para desandar y re articular cada uno de estos vértices, los cuales configuran un hecho político de relevancia para el proceso político nacional.

Invalidación argumental

En el primero de los dos vértices con que compone la base de nuestra metáfora, habita este dispositivo. En él trabajan tres grandes argumentos, que a priori accionan invalidando cualquier contra argumentación. Operan como la secularización de la movilización, y por ende también de sus objetivos.

La muerte, la justicia y el silencio.

Nadie puede estar a favor de la muerte, y por ende, en contra de la movilización. Como así también, nadie puede estar en contra de la justicia, y por ende de la movilización. Nadie puede discutir contra el silencio, pues tampoco y por lo tanto, con la movilización. Tan simple, como eficaz.

Este dispositivo le ofrece una gran fortaleza al hecho político, ya que invalida cualquier confrontación del plano político, urgiendo a una posición política como una única posición social. Frente a la muerte solo hay dolor y necesidad de justicia, de los que marchan y de los que no. No existe exclusividad para el rechazo a la muerta en la sociedad argentina, y no es éste un atributo de esta marcha, sino un atributo de todos los argentinos, que han forjado una historia de no violencia, de memoria de verdad y de justicia. No hay otro en ese polo, si la articulación política se realiza por el no a la muerte, no puede existir confrontación para entablar esa dispuesta política. En consecuencia, esa no es real disputa, sino parte de un dispositivo para disputar sin poder ser disputado.

Como segundo elemento, “la justicia”. No existe, en un estado de derecho, quien se manifieste organice o dispute políticamente por la “no justicia”, esa disputa no existe. Lo que acciona en este caso es poner en valor el prestigio de ese concepto, y con una finalidad bien concreta. A falta de conducción, se apela al liderazgo del prestigio, el liderazgo del concepto. Nuevamente, ¿quién no se siente a priori, representado por la idea de justicia? Pero las ideas no gobiernan, sino los hombres y mujeres, y los cuales suelen tener diferentes ideas.

Pero además, existe una noción fundamental que cualquier estudiante de derecho bien conoce, y es que la justicia no existe, lo que existe es la administración de justicia. Y es justamente una parte de esta administración que opera como convocante de esta movilización, haciendo además usucapión de toda la justicia, y en nombre de todos los “fiscales”. Y aunque todos fuesen, la cuota parte del prestigio de justicia, tampoco les corresponde a ellos, sino a la propia noción de justicia.

Llegado este punto es preciso profundizar sobre el origen de ese prestigio y de sus condiciones de posibilidad. El prestigio del que estos fiscales se apropian, es decir la noción de justicia, solo existe a condición de un estado de derecho, y éste solo es posible como el devenir de un poder soberano, de una voluntad popular que se constituye como tal. El prestigio de las leyes que ellos solo administran, deviene de esa voluntad popular, la cual carga de sentido a la noción de justicia, e imponen la fuerza legal y legítima para su realización. En consecuencia, el prestigio de la justica, devienen del pueblo y no de los fiscales, y menos aún de un grupo de estos. Totalidad ajena, y prestigio prestado, puestos encima al servicio de la confrontación de la máxima expresión de la voluntad popular de donde emana, la elección soberana y democrática de la conducción nacional. Esas apropiaciones conforman el primer dispositivo, cuya función responde a la invalidación de la contra argumentación de una movilización política.

Por último, el silencio. Es la cristalización de la no argumentación, que permite amplificar los resultado de los dos elementos anteriores, al tiempo que clausura cualquier posibilidad de dialogo político. Dueños de la verdad, de la justicia y de la vida, no existe el espacio para el dialogo de la democracia, menos aún para la elección de sus mayorías. No existe interpelación, se vacía así el espacio para la desarticulación de la acción política. Temerosos de sus no razones, cierran el espacio del intercambio político, de la discusión de ideas y de proyectos, ya que en ese plano han sido derrotados una y otra vez frente a una conformación política mayoritaria y transformadora.

Apelaciones

Este es el segundo dispositivo, que se corresponde al otro extremo de la base del pentágono regular que hemos utilizado como metáfora morfológica, y conforman así la base de la movilización. Operan aquí tres grandes elementos.

Apelación a la participación masiva, los medios de comunicación y la no consigna.

La apelación a la participación masiva pone de manifiesto un punto de continuidad con el dispositivo anterior. El prestigio de la justicia, ya que ese es un eje que viabiliza la convocatoria. Aquí la contradicción es de primer orden. Por un lado niegan márgenes de participación popular en la administración de la justicia, y por el otro las convocan. Esta negación de la participación popular en en la administración de justicia, fue puesta de relieve en la reciente disputa política que el gobierno nacional impulsó para modificar algunos elementos de la normativa judicial, intentando incorporar mayor grado de participación popular. El bastión de resistencia, que finalmente se impuso, fue el judicial conservador, que contempla al pueblo como sujeto de administración de justicia, pero no como parte de esa administración. El pueblo, las mayorías, la masividad no tenían para ellos lugar en la justicia. Hasta que se los precisó. Intervención en función de su necesidad y criterio. La movilización requiere de masividad en la participación, y por tanto, el pueblo ahora si es llamado a concurso. Además de la contradicción evidente, existe una central especificidad en este asunto, y se refiere al tipo de participación masiva que suponen o promueven los administradores de “la” justicia. Es justamente el segundo elemento de este dispositivo, son masas sin consigna, por lo que han de ser masas sin voz. El devenir natural del silencio, del primer dispositivo, promueve y configuran una masividad sin consigna y sin voz. Al parecer la “justicia” no está en contra la participación de las mayorías en los asuntos de la admientracion de justicia, sino en contra de la autonomía política de estas masividades. Quien avanza en silencio, sin consigna ni liderazgos, avanza sin proyecto. Y cuando las masas no tienen proyectos, el proyecto es ajeno.

La mejor forma de homogenizar masas amorfas es la negación de la contrargumentacion, la negación de la posición política para erradicar contradicción, el silencio y el prestigio, para lograr la masificación. El instrumento de masificación, para poner en acciones estos dispositivos, son los medios masivos de comunicación, quien si tienen liderazgo proyecto y monopolización. Conformada la base de la movilización con estos dos dispositivos, se evidencian los otros dos, que median entre la base del pentágono y su vértice superior, es decir su objetivo.

Condiciones

Este dispositivo medio se compone de dos elementos: Subsumir a la oposición y no encuadrar políticamente a la movilización.

La adhesión de todos los partidos políticos de la oposición es y debe ser secundaria, la participación y representación de todos sus líderes políticos debe ser inorgánica, conclusión: la masividad debe quedar huérfana de representación política. No debe existir proyecto político que la represente, y por tanto a quien ellas respondan. Se podrá visualizar esta condición en la misma disposición de la movilización, donde “representantes” políticos serán en realidad “representados”, un fenómeno donde la “conducción” viaja en el asiento trasero.

En consecuencia, se presenta como condición de posibilidad que la movilización no sea encuadrada políticamente. Primero para contribuir a la conformación de masividades heterogéneas, como así también de oposiciones más aun heterogéneas. El mayor tributo de este dispositivo es la domesticación política de las masas. La pertenecía inmanente de un antiproyecto popular.

Consecuencias buscadas

Es el último dispositivo medio, para avanzar hacia el objetivo estratégico.

Como resultados de estos dispositivos se busca todas, o al menos algunas de estas cinco consecuencias;
A) Universalizar minorías.
B) Fragilizar la oposición democrática.
C) Negar a las mayorías como sujetos políticos.
D) La inestabilidad democrática vía la no representación.
E) Hegemonizar el antagonismo político por fuera de la disputa democrática.

En este último punto podríamos visualizarlo el actor que comanda estas operaciones. Un triunvirato sin urnas, conformados por la Justicia, los grupos Económicos concentrados y los Medios de comunicación. El “JEM”, como la conducción del proceso antipopular.

En el vértice superior de pentágono habitan los objetivos, que naturalmente se depreden del conjunto de dispositivos puestos en acción.

Sus objetivos

Se busca quebrar la síntesis de la representación política popular, que es la conducción del movimiento nacional y del proceso político en curso. La síntesis es la figura presidencial y la entidad de un proceso profundamente político.

La evolución del mapa económico, internacional y político, y la continuidad de la representación popular de la experiencia kirchnerista, han devenido en un cambio de estrategia del JEM. Restauración sin gradualismo.

Para ello es necesario quebrar políticamente al proyecto, a costa de su conducción, y erradicar cualquier margen de influencia, acción y reversión frente a un proceso definidamente liberal y restaurador en marcha. La caída de la figura presidencial busca dinamititar la base política de eventual resistencia, y reducir la base electoral de su eventual continuidad o al menos conservación. El fuerte liderazgo presidencial, con conducción política del proceso social, debe ser historizado en el presente, como el fracaso de la vía política de la organización nacional. Sin grandes conducciones, sin grandes organizaciones, sin grandes partidos, sin grandes oposiciones, sin grandes representaciones, sin grandes objetivos, sin el horizonte puesto en la emancipación nacional; la política concluyo su ciclo, y deberá sin dilación, ceder su puesto en la conducción del estado nacional. El proceso sucesor debe revertir a la política como conducción de la nación, para que los dueños del mercado sean nuevamente los daños del estado. Este proceso de virulenta restauración precisa erradicar su resistencia y la síntesis de su representación, la presidenta de la nación.

El mercado y los grupos locales de poder concentrado reditan viejas operaciones. La hiperinflación a Alfonsin, necesaria para que la sociedad asimile el plan de estabilización, sobre el cual luego se desplego la etapa final del proyecto neoliberal en la Argentina, hoy se redita pero en el plano estrictamente político. La derecha vuelve por lo “suyo”, para lo que es menester romper esta nueva herencia de la política al comando de la nación. El objetivo táctico es la Presidenta de la Nación, y el estratégico, los destinos de la Patria.

Como conclusión; Macrismo o movimiento nacional, es la ecuación.

Basta de política, basta de conducción, se construye la antesala para una virulenta restauración.

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