Impuesto al turismo: ¿una medida inevitable?

Por Julian Cherkasky Rappa

En días recientes ha saltado a las primeras planas de lo medios nacionales la cuestión de implementar un “impuesto” al turismo. El motivo por el que ha alcanzado tanta relevancia no ha sido por la propuesta en sí, sino producto de un entredicho entre el Jefe de Gabinete,
Marcos Peña, y el Ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne.

Independientemente de los chicaneos de la política ante semejante exposición de la interna que se suscita en el partido de gobierno, y de lo controversial que podría ser una medida así para la actual gestión, significa un asunto urgente a resolver.

En el año 2016, el déficit de la balanza turística fue US$8.538 millones, una cifra realmente exorbitante para la economía argentina. Sin embargo, un año después, el déficit aumentó un 25%, alcanzando los US$10.662 millones. Este valor explica un tercio del déficit de cuenta corriente, el cual alcanzó US$30.792 millones y representa el más alto en 19 años.

La urgencia está dada en que, a pesar de la difícil situación económica que está pasando el país, la salida de argentinos por turismo en los primeros cuatro meses del 2018 se incrementó un 15% mientras la llegada de turistas internacionales aumentó un 6%. Es decir, que no sólo que no se ha puesto la atención necesaria, sino que se ha agravado el problema.

Es entendible que el gobierno sea reacio a limitar el turismo argentino al exterior, dado que estaría tocando los intereses del núcleo de los votantes de la alianza Cambiemos. Y aquí es cuando surge la imagen de aquel jóven que, en medio de un cacerolazo, gritaba a la cámara “yo me quiero ir todos los años de viaje a Punta del Este”.

Sin embargo, si el gobierno logra bajar este déficit, podría mostrarse triunfante ante la exhibición de otras variables asociadas. En primer lugar, existe un dato muy positivo, opacado ante esta coyuntura, y es el fuerte incremento del turismo receptivo desde octubre de 2016. Desde ese momento, el aumento de extranjeros que visitan la Argentina ha ido aumentando, por encima del 6% mensual, llegando a un pico de 13,5% en octubre de 2017.

Por otro lado, la disminución de los viajes de argentinos al exterior, no sólo provocaría un menor egreso de divisas, y su consecuente alivio fiscal, sino también tendría un efecto positivo en la economía y principalmente en las golpeadas economías regionales. Esto se explicaría, por un lado, en la redirección de ese gasto a destinos turísticos nacionales y, por otro lado, en una buena noticia para los comerciantes, dado que ya no serían tan convenientes los viajes de compras al exterior.

Sin embargo, la implementación de una política de estas características no sería una buena noticia para los países limítrofes, dado que son el principal destino de alrededor del 40% de los argentinos que viajan al exterior. Las represalias que podrían tomar alguno de esto países podría tener una fuerte repercusión en el turismo nacional, puesto que cerca de la mitad de los visitantes extranjeros provienen de países de Sudamérica.

Algunos especialistas se conforman con la fuerte subida del dólar iniciada en el mes de abril, al constatar que, desde ese momento, se han frenado las ventas de paquetes al exterior por parte de las agencias de viajes. A pesar de ello, esta situación podría explicarse más por la incertidumbre de no encontrar un valor estable, que por haber alcanzado una cotización suficientemente alta que restrinja las posibilidades de viajar fuera del país.

La forma de implementación de esta política probablemente sea tan difícil como comunicarla a la población sin que el costo político sea muy grande. Algunos especialistas han propuesto aumentar de 7% a 15% la alícuota percibida de la venta de pasajes aéreos, marítimos y fluviales al exterior que financia el Fondo Nacional de Turismo. Dicho fondo es utilizado para sustentar los distintos programas del Ministerio de Turismo de la Nación, incluyendo la promoción de la Argentina en el extranjero.

Una acción de estas características sería muy efectiva porque es una compra que el turista no puede eludir, sin embargo resulta insuficiente en la medida de que el desembolso en pasajes sólo representa el 16% de los gastos de los coterráneos que viajan al extranjero. El gran desafío está en cómo gravar el consumo en el exterior de una forma efectiva y con el menor costo político posible. Un impuesto sobre los consumos con tarjeta de crédito en el exterior aparece como la opción más fácil. Incluso lo recaudado podría destinarse a la inversión en infraestructura turística. No obstante, este impuesto podría evadirse de forma muy sencilla, si el turista se lleva el dinero que va a gastar en dolar billete.

Una medida más abarcativa podría asemejarse mucho a las famosas retenciones del 35% para el gasto con tarjeta en el exterior o la compra de dólares por turismo y del 20% para la compra de dólar ahorro implementado por el ex ministro de economía kirchnerista Axel Kicillof. Medidas que, vale la pena recordar, merecieron multitudinarios cacerolazos contra el gobierno de Cristina Fernández.

Macri se enfrenta ante la urgencia de accionar para corregir el déficit que está provocando el turismo y pareciera que, como dice la frase, el tiempo le estaría dando la razón al ex ministro.

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