Por Alejandro Aguero «No hay plan B: CFK 2019»

Por Alejandro Agüero

La candidatura de la ex presidenta en el 2017 fue el primer paso de una construcción a largo plazo. Roto el sistema de partidos políticos tradicionales, Unidad Ciudadana nació para expresar un movimiento de centroizquierda que vino a trascender al peronismo. La elección presidencial del 2019 podría marcar un punto de inflexión para el Partido Justicialista que, sin candidato ni mensaje, puede devenir en un actor relegado del mapa de poder.

En parte el sistema político argentino se volvió paradójicamente previsible. La exacerbación en la utilización de la grieta por parte del oficialismo terminó por solidificar un ecosistema político reacio al cambio y que tiene en Cristina Fernández y Mauricio Macri dos voces antagónicas que obturan a todas aquellas que buscan colocarse en puntos intermedios.

Finalmente, aquella ambición de los Kirchner y Alberto Fernández se empieza a materializar. La fantasía de un modelo político a la chilena con dos grandes coaliciones electorales, una de derecha y otra de izquierda, toma forma y podría expresarse en el duelo electoral del 2019.

La elección legislativa del 2017 fue un claro triunfo de la ex presidenta. En la aparente derrota terminó por hegemonizar la oposición a Cambiemos al tiempo que dejó sin rumbo al peronismo no kirchnnerista que se debate hoy entre candidaturas presidenciales intrascendentes.

En el Instituto Patria dan por descontada la candidatura del 2019 y se entusiasman en un eventual balotaje con Mauricio Macri. Más aún, se permiten imaginar el debate presidencial.

Los números que entusiasman al kirchnerismo y la grieta como estrategia del oficialismo

Las últimas encuestas son elocuentes, y no solo por la caída en la imagen de Mauricio Macri, sino, y por sobre todo, por el cambio en 180 grados en el ánimo de la sociedad que mira ahora al futuro bajo el prisma del pesimismo con la convicción mayoritaria de que la economía personal estará peor que el año pasado.

El último sondeo de Raúl Aragón es un claro termómetro. Si las elecciones fuesen hoy, Macri alcanzaría el 31% de los votos, 3 puntos menos que en octubre del 2015 pero 11 por debajo de lo alcanzado a nivel nacional en la reciente elección legislativa.

Es que frente a una economía que erosiona mes a mes el poder adquisitivo del salario, el gobierno habla de crecimiento invisible e invita a creer nuevamente en la refundación del “segundo semestre”. Peor aún, con la inflación descontrolada como tema excluyente de la economía familiar, las usinas de Cambiemos salieron a instalar la reelección de Mauricio Macri en un síntoma de desacople entre la realidad social y la agenda de un gobierno que no termina de asumir que lo peor no pasó y que los argentinos le facturan la ruptura de un intangible pero potente contrato electoral.

Las perspectivas económicas no son alentadoras, y quien mejor expresó el horizonte de lo que se viene fue Carlos Melconian cuando habló del “Plan Perdurar”. El ex funcionario de Cambiemos dejó en claro que no habrá lluvia de inversiones ni crecimiento de la economía a la vez que desacreditó las metas inflacionarias del 15%.

En este orden de cosas, y siguiendo con la tesis del ex presidente del Banco Central, al oficialismo solo le queda apostar nuevamente por la política a sabiendas de que la gobernabilidad no vendrá de la mano de la economía. Otra vez la estrategia de la confrontación con el kirchnerismo se presenta como la única variante de un plan de gobierno que solo ofrece un relato del pasado sin invocaciones a los problemas sociales que empiezan a ocupar predominante la agenda pública.

Hay 2019 para todos pero difícilmente para el peronismo

La política argentina no presenta grandes novedades desde el 10 de diciembre del 2015. Dos grandes figuras concentran el debate público y tienden a arrojar a los márgenes a todas aquellos dirigentes que se sitúan por fuera de la polarización.

La década ganada o la herencia recibida podría servir de síntesis de la conversación pública. La elección anterior terminó por confirmar que los grises no entran en el debate y que aquel apotegma de la “avenida del medio” no tiene entidad ni sustancia para construir un nuevo relato que puje por el control de la opinión pública.

La grieta marcará el contorno de una elección que encontrará a Mauricio Macri y Cristina Fernández intentando ampliar su base de representación más allá del voto duro a costa del peronismo en sus distintas variantes. El caso Massa es el reflejo en el que podrían mirarse dirigentes como Juan Manuel Urtubey o José Manuel de la Sota.

Si en octubre del año pasado nadie ponía en dudas la reelección de Mauricio Macri, hoy el sistema político abre un signo de interrogación que termina por capitalizar la ex mandataria en su renovada apertura hacia dirigentes que supieron ser parte de la primera etapa del kirchnerismo.

Más allá del devenir del proceso electoral, Cristina tiene un objetivo claro y trabaja en esa dirección. Consolidar a Unidad Ciudadana como alternativa de poder, y en este sentido, la elección presidencial tiene un objetivo de mínima: ensanchar su base de poder en el Congreso de la Nación y dotar de territorialidad a su nuevo instrumento político. De máxima, CFK buscará volver a la Casa Rosada en el 2019, aunque la apuesta fuerte la guarda para más adelante cuando la crisis económica, que presagian los economistas ligados a Axel Kicillof, ubicará a su figura como la única alternativa capaz de reconstruir el tejido socioeconómico del país.

La oposición a Cambiemos es Cristina, y por ahí pasa no solo la apuesta electoral de Cambiemos, sino también la gran trampa que carcome el presente y el futuro del Partido Justicialista.

En el baúl de los recuerdos quedó el bipartidismo, y el próximo proceso electoral estará marcado por la hiper personalización del debate político. Cristina Vs Macri en un juego dialéctico que termina por consagrar a la grieta como el elemento explicativo del sistema político argentino.

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