El que avisa no traiciona. Las primeras, y numerosísimas, medidas tomadas por el gobierno de Mauricio Macri se alinean con su programa electoral. Fin del cepo cambiario, protagonismo del mercado, disminución o eliminación de retenciones a la exportaciones de productos agrícolas y manufacturados, endeudamiento externo, giro hacia el eje Pacífico y los EEUU, modificación o eliminación de la Ley de Medios.
Podremos estar en desacuerdo con el nuevo modelo, pero de ningún modo calificar al nuevo gobierno como autoritario, ya que ha sido elegido por el pueblo en ejercicio de la soberanía popular. Así son las reglas del juego democrático: hay que aceptar los resultados aunque no sean los que esperábamos. En 2 años habrá oportunidad de una revancha en las legislativas, y en 4 de designar un nuevo presidente. Mientras tanto, el desafío pasa por la organización, por hacer un profundo examen sobre los logros alcanzados, sobre los errores y, también, sobre las defecciones. Sobre todo respecto de aquellas que llevaron a ¿entregar? el gobierno, como sostenemos muchos, o a perder las elecciones, según otros tantos. La ecuación es sencilla: la evolución de la situación judicial de los miembros y allegados al gobierno del FPV nos dejará en claro si hubo o no pacto de transferencia. Si sus causas judiciales avanzan, deberemos disculparnos y reconocer que se perdió debido a errores o al agotamiento de un proceso. Si se cajonean, sabremos que no fuimos tan mal pensados. El tiempo, ese maravilloso ordenador de las cosas, nos dará el veredicto.
Por cierto que resulta lícito defender las conquistas y cristalizaciones institucionales alcanzadas durante los últimos 12 años. He aplaudido y apoyado la mayoría de los avances, no así el estilo político cortesano que se impuso. Es una verdad aceptada por la filosofía política que se llega al gobierno con votos –o mediante algún acuerdo que haga parecerlo de ese modo-, pero se gobierna con la opinión pública. Del lado del establishment no resulta difícil tratar de manipularla: con el control absoluto de los media hegemónicos, sumado a la conveniente autocensura de los antiguos leales que ahora desesperan por acomodarse a la nueva situación – eliminando por ejemplo todo rastro de de las multitudinarias marchas opositoras-, su incidencia resulta determinante, aunque no tanto, por cierto, como en otros tiempos, cuando la sociedad no disponía de los elementos actuales para impulsar un contra-discurso, tales como facebook, twitter, chats de whats app, etc.
También la calle es territorio propio de la oposición actual, ya que en el ADN del votante de Cambiemos la movilización polìtica ha quedado excluída. Como sabemos, los mercados siempre han mirado con sospecha, y también con temor, a ese fabuloso escenario de la política que ha modificado reiteradamente el curso de la historia. Por eso los gobiernos que responden a los mercados han intentado sistemáticamente de vaciarla, apostando a la video-política. Por eso, también, en lugar de tratar de organizar a sus seguidores para disputarla, lo cual implicaría no solamente trasladar el conflicto a un escenario que les es ajeno, sino también generar un colectivo orgánico propio que, más tarde o más temprano, intentaría participar en el proceso de toma de decisiones, el gobierno ha declarado la emergencia en seguridad, y acaba de admitir que trabaja en un “protocolo de protesta social”, para regimentarla. Nada nuevo, queridos lectores: CFK hizo aprobar la ley antiterrorista, y pretendió avanzar en un protocolo similar, que el buen tino de los legisladores menos obsecuentes del FPV impidió convertir en Ley. Mientras tanto, en la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal archivó el traje de Heidi, y presentó un presupuesto donde Seguridad aparece como el rubro que registra mayor incremento -un 189%- seguido de Infraestructura, con un 53%… Nada que nos sorprenda. El programa de Cambiemos en la Provincia era ese. No es su culpa la manipulación de votos en el Correo durante las PASO para revertir la victoria de Julián Domínguez y Fernando Espinosa, que ya a esta altura se ha convertido en leyenda urbana. Nada de esto fue magia…
Hace unos años, Guillermo O’Donnell afirmó que las democracias actuales eran, en realidad, poliarquías, es decir, que los gobiernos accedían a través del voto, pero luego debían responder a las presiones y exigencias no ya de las grandes mayorías desorganizadas, sino de factores de poder tales como Corporaciones, Sindicatos, ONG’S, media, organismos internacionales, gobiernos externos, grandes empresas y cámaras empresariales, partidos políticos, etc. Perón lo había anticipado con sabiduría al afirmar que “la organización vence al tiempo”. Es decir, que en la polìtica contemporánea, la legitimidad de ejercicio es incomparablemente màs poderosa que la de origen. Sin embargo, naturalmente, ambas se retroalimentan. Por ese motivo, con menos votos aún que Arturo Illía, Néstor Kirchner construyó una legitimidad inapelable. Cierto es que Illía no fue un gobernante de la democracia en sentido estricto, ya que el partido mayoritario estaba proscripto, pero su debilidad radicó en sus limitaciones para construir una legitimidad de ejercicio. Algo en lo que el radicalismo falló de manera sistemática desde 1928, y que el peronismo manejó con bastante éxito, aunque no consiguió trasladarlo al largo plazo.
Este rodeo nos lleva a la cuestión de fondo: ciertos sectores del FPV actúan como si aún estuvieran en el gobierno, y centran su estrategia en cuestionar iniciativas que fueron ítems del programa de Cambiemos, votado por la mayorìa popular, a menos de una semana de su asunción. Por ejemplo, la Ley de Medios. Cualquier observador ingenuo podría preguntarse por qué razón, en lugar de premiar a Gabriel Mariotto por su redacción y aprobación, CFK lo envió inmediatamente, en 2011, al exilio platense, para ejercer el control de la gestión de Daniel Scioli –práctica frecuente en el cristinismo, aunque totalmente reñida con la lógica de la república democrática-. En el AFSCA fue designado Martín Sabatella, quien en 4 años no hizo demasiado por conseguir la aplicación efectiva de la ley de medios. Puede entenderse que no le alcanzara el tiempo, ya que estuvo, tal vez, demasiado ocupado en designar a militantes de su agrupación y de otra, invisibilizada en los últimos días, a lo largo de todo el país. Su reciente aparición en una pretendida defensa heroica de la Ley de Medios parece una broma de mal gusto para quienes trabajaron sincera y desinteresadamente por esa iniciativa. Tal vez hubiera sonado más sincero si reclamaba por la continuidad de su fuente de trabajo personal garantizada por la legislación vigente.
Por ahora, la entusiasta movilización popular, acompañada del silencio mediático, no parece dañar la armadura del novel y pro-activo gobierno de Cambiemos. Muy por el contrario –para decepción de las agrupaciones y próceres que proclamaban a los cuatro vientos el desgarro que les provocaba votar a Daniel Scioli, y que empiezan a descubrir que el mundo no tiene como eje a su propio ombligo–, otras cuestiones resultan más sensibles para el entorno presidencial. En efecto, para un gobierno que encuentra su punto más débil en la carencia de cuadros consolidados para ocupar las tres principales administraciones a nivel nacional, y que ha debido pagar ya desde antes de asumir los respaldos pre-electorales cediendo el 80% de las carteras nacionales a CEO`s, brokers y gestores de intereses corporativos, la política resulta su talón de Aquiles. No todavía por las movilizaciones casi espontáneas de las tradicionales agrupaciones del FPV, de las nuevas, como Resistiendo Con Aguante, y de las que parecen brillar por su ausencia, como la Cámpora, cuyo poder de fuego fuera del amparo oficial parece bastante limitado. Lo que preocupa, en realidad, es la inevitable reacción de sus aliados políticos y sindicales de Cambiemos ante las dificultades que parece encontrar el Gobierno de Mauricio Macri para cumplir con las promesas formuladas a los trabajadores –eliminación del impuesto a las ganancias, medio aguinaldo eximido de su pago, garantía de conservación del empleo y que el ajuste no sea pagado por los trabajadores- y con una pretendida vocación acuerdista y republicana que fue puesta en cuestión a los 3 días de asumir, mediante la extemporánea designación de 2 nuevos miembros de la Corte Suprema, por fuera de las normas vigentes y de las costumbres aceptadas. Estas objeciones, una vez convertidas en crítica despiadada, con la movilización sindical sumada a una sociedad en ebullición y consciente de sus derechos, pueden convertirse en un punto de no retorno para el futuro de Cambiemos, en caso de no aprovechar las experiencias del pasado que aconsejan ponerle un cepo a la voracidad del mercado.
Efectivamente, en ese punto es donde el discurso de conciliación parece comenzar a flaquear, y ya se perciben los primeros cimbronazos que anticipan un porvenir poco tranquilizador a la vuelta de la esquina. No ha caído bien, por cierto, que Mauricio Macri evitara comunicarles a gobernadores, ex candidatos y sindicalistas su decisión de hacerse con el control de la Corte Suprema, en contra de normas y costumbres. Asi le costará conseguir nuevas fotos, y los apoyos serán mas costosos y reticentes. Solo le acompañará, y durante algún tiempo, la UCR, cuyo proceso de autoflagelación parece no conocer límites: en la misma jornada avaló la embestida de Macri contra las instituciones republicanas, y expulsó al histórico Leopoldo Moreau de sus filas, una sanción que, a esta altura, tiene toda la apariencia de una condecoración por haber permanecido fiel a los ideales de Além y de Alfonsin.
Esta es, justamente, la coyuntura que los dirigentes de las agrupaciones del FPV no llegan a comprender, luego de haber vivido demasiado tiempo como favoritos de la princesa. Con la UCR como furgón de cola, no son las opiniones ni las marchas del FPV, sino las declaraciones de Massa, Moyano, Lorenzetti, Barrionuevo, Caló, Scioli, Gioja o Urtubey, las que preocupan al gobierno nacional. Esto es asì, pese que el joven Màximo Kirchner afirme que “el peronismo es un partido chiquitito, que es lo que necesita este Gobierno.” ¿No estará desfasado en sus juicios? ¿El proyecto de convertir al peronismo en un “partido chiquitito” no fue, a la postre, el del gobierno que concluyó el 9 de diciembre?
El patetismo se transmite a lo largo de todo el espinel. El caricaturesco Interventor del Instituto de Revisionismo Histórico Manuel Borrego, Carlos Caramello, se mantiene atrincherado en el edificio, apelando a una resolución de la ex Ministra Parodi de nulidad absoluta. Según ha circulado en las últimas horas, un fiscal estaría iniciándole una causa penal por “usurpación de tìtulos y honores”, al ejercer una función pública sin sustento institucional. Recientemente Victor Ramos ha denunciado que quienes no aceptaban ser objeto de control ideológico y sumisión total eran maltratados, trasladados o cesanteados. Sus afirmaciones no son erradas.
Nada muy diferente a lo que sucedió en muchas áreas del Estado Nacional a partir de 2013.
Mientras algunos deciden evadir la realidad y pretenden sumergirse en un pasado más próspero, la vida sigue y la política adquiere nuevas formas. El peronismo, lejos de ser el partido pequeño que desearían vari@s a quienes Máximo les sirve de vocero, comienza a dar síntomas de su vitalidad. Su disposición al diálogo, a trocar la lógica amigo-enemigo de la etapa precedente por la negociación y los acuerdos entre adversarios, propia de una sociedad democrática, es un dato no menor que debe ser celebrado. En síntesis, no es otra cosa que el programa propuesto por Daniel Scioli: conservar lo que haya que conservar, corregir lo que haya que corregir, cambiar lo que haya que cambiar. Esta actitud democrática será beneficiosa para la sociedad entera y, sobre todo, para los trabajadores, que no gozan de las prebendas que esas agrupaciones condenadas por criterio popular distribuyeron entre miles de sus militantes, al garantizarles designaciones en planta y ascensos antes de la retirada. Para el trabajador común, que vive al día y de su salario, será clave la capacidad de ejercicio de control y auditoría sobre la gestión pública que puedan ejercer el Partido Justicialista, el Frente Renovador, la agrupación Progresistas y los sindicatos, más allá de sus divisiones internas. El escenario que comienza a dibujarse tiene contornos que comienzan a precisarse. De un lado Cambiemos y el mercado; de otro, el peronismo en sus diversas versiones, el Frente Renovador y Progresistas, junto a una CGT en vías de unificación, ofreciendo una colaboración crítica en la medida en que las iniciativas del gobierno no se desmadren definitivamente hacia un programa neo-liberal clásico, y un conglomerado de izquierdas, compuesto por un FPV despojado de la incómoda carga del peronismo –al que siempre consideró como un mal necesario-, y otras agrupaciones, en su mayoría juveniles. ¿Qué saldrá de todo esto? Prefiero aguardar con la paciencia del ciudadano antes que recurrir a las enseñanzas de la historia. Una vez más, el que avisa no traiciona.
Cuando las luces se apagan y la escena vuelve a la normalidad, la obligación primordial de todo jefe o jefa de hogar consiste en tratar de garantizar las 3 T de Francisco, que incluyó en su programa Daniel Scioli: Tierra, Techo y Trabajo. En las próximas semanas veremos que agrupaciones y sindicatos corren en su auxilio, y cuáles se circunscriben al simple relato. En síntesis, sabremos para quienes el pueblo es el sujeto de sus desvelos, y para quienes es, simplemente, una masa de maniobra.