Si al final no renguea, no es pato

Hace una semana publiqué un articulo por esta misma página, titulado “Roma no paga a los traidores”. En él sostenía mi tesis de que el cristinismo había entregado deliberadamente las elecciones al Pro-Cambiemos, dando así una nueva vuelta de tuerca al proyecto de “Cristina eterna”, archivado, pero nunca abandonado, tras la derrota electoral de 2013. Además afirmaba que el Pro nunca hubiese podido experimentar un crecimiento tan espectacular sin el apoyo, tanto explícito como tácito, del cristinismo, que suprimió la vida interna del FPV  durante los últimos 12 años, respaldando con el voto positivo de los legisladores impuestos desde el gobierno nacional prácticamente todas las políticas impulsadas por el macrismo porteño, desde el incremento exponencial del ABL hasta sus decisiones en las áreas de salud, educación y vivienda. Finalmente, la pasiva obediencia de un peronismo que salió muy golpeado de las experiencia neoliberal de los 90 y de la crisis de 2001, así como la histórica fragmentación de la diletante UCR, terminaron de configurar un escenario donde la crispación social, la bronca hacia los modos, el discurso y las acciones del gobierno –en especial los privilegios acordados al círculo estrecho del denominado cristinismo puro-, terminaron por desencantar a propios y a extraños, motivando que más del 50% de la población, por convicción o por espanto, terminara consagrando la candidatura de Mauricio Macri.

El artículo, escrito con la sinceridad que emana de herida abierta por el puñal “amigo”, no tardó en viralizarse. Tal vez fuera natural, ante la necesidad de todo el espacio nacional y popular de tratar de explicarse qué era lo que había pasado. Un porcentaje mínimo, no más de un 2% tal vez de los lectores, tuvo la generosidad de recorrer de cabo a rabo mi árbol genealógico, recordándome incluso a parientes cuya existencia desconocía. Sin embargo, cuando les solicitaba a estos compañeros que tuviesen la amabilidad de complementar sus insultos y agresiones con críticas, inmediatamente cortaban el diálogo, y la mayoría reconocía en privado que en realidad no eran descalificaciones dirigidas hacia mí, sino la bronca y el rencor que les impedía todavía aceptar como nos habían “distraído” durante tanto tiempo. A ellos les contesté con una frase reciente de nuestra presidenta: «No dejemos que pasen los elefantes mientras discutimos de trivialidades». Compañer@s, el pueblo no es estúpido cuando no nos da la razón.

Un autoproclamado historiador, columnista de Tiempo Argentino y periodista de Radio Nacional, convertido en Cristinista de la primera hora pese a que, todavía para 2008, la ridiculizaba a través de las páginas de editorial Perfil, me dedica un ataque voraz sin mas fundamentos que su temor ante su propio futuro, una vez desprovisto del favor oficial. ¿Cuál será su nueva voltereta para reacomodarse en un escenario futuro, cuando ya no pueda ejercer como entrevistador de la princesa, ni como candidato fallido al Parlasur? Como ocurre con cada uno de los trabajos de su endeble producción, el reduccionismo y la parcialidad tribunera

Condenan al fracaso a sus propósitos, tal vez valorables, pero siempre frustrados. Solo le señalaré dos cosas: una que es difícil para un historiador en serio hacer tabla rasa del pasado, tal como este escriba bendecido por el poder real propone, para así tratar de librar de culpa y cargo a sus mecenas; dos, que antes de criticar a alguien, trate de informarse sobre aportes y trayectorias, en lugar de esperar a que llegue la noche para afirmar que todos los gatos son pardos.

En efecto, uno puede preguntarse qué hubiera pasado si las casi 100 leyes sociales aprobadas en la extraña sesión de de Diputados del pasado jueves se hubieran tratado una semana antes? ¿Hubieran permitido revertir la mínima diferencia que consagró a Macri? ¿Por qué el Ejecutivo dilató su tratamiento? ¿Cómo puede explicarse la continuidad de Lino Barañao sin atender a la intervención de un laboratorio con llegada privilegiada tanto al actual como al próximo gobierno? ¿Por qué se abandonaron las cadenas nacionales una vez que el daño ya estaba hecho? Sospechoso… Si tiene cuatro patas y ladra, seguramente sea perro…

Otr@s compañer@s, en cambio, me sugirieron la conveniencia de “lavar los trapitos sucios adentro”. No me pareció una sugerencia desacertada, pero con un inconveniente insalvable: ¿cuál era ese adentro? ¿Cuáles serían los ámbitos en los deberíamos discutir? El FPV siempre fue un espacio donde una minoría que se autoproclamaba esclarecida imponía sus puntos de vista con la aclamación de todos nosotros. ¿El PJ? En muchas provincias no es más que un sello, y desde hace años no se realizan nuevas afiliaciones ni instancias de debate real… Acá nos cabe a tod@s hacer una sincera autocrítica, referida a la parte de responsabilidad que nos cabe por haber resignado atribuciones durante todos estos años. “Nos aburguesamos”, sentenció Julián Domínguez. Perdimos el contacto con la realidad social. Mientras Macri y Vidal recorrían cada milímetro de territorio, entrando en contacto con los vecinos y las necesidades sociales –más allá de las razones que cada uno pueda adjudicarle a esta actitud-, el FPV fue incrementando las distancias. Mega actos, insoportables cadenas nacionales, un discurso dirigido exclusivamente a los conversos, dejando de lado al resto de la sociedad. No fue magia. Los errores en la vida se pagan. Y la política es parte de la vida.

Finalmente, la gran mayoría de los lectores que hicieron comentarios –más de un 80%- manifestaron su acuerdo con los conceptos vertidos, así como también de la necesidad de convocar a un gran debate para redefinir doctrina, autoridades y medios, de cara a lo que se nos viene, que todos sabemos no será grato. Para esto, nada mejor que recordar aquellas sabias palabras del propio Gral. Perón:

“Nuestros enemigos no nos han derrotado, sino que hemos caído víctimas de nuestras debilidades internas. O con mayor rigor, de nuestras defecciones, de nuestro aburguesamiento. Yo vi claro que debíamos reconstruir el movimiento pero con otra tónica, con otra moral”.

Pero nuevamente en este punto, la cuestión parece empantanarse al momento de definir el nuevo universo.

El cristinismo se mantendrá en la órbita del peronismo, o, tal como sucedió en la citada reunión de de Diputados del pasado jueves, se articulará con la izquierda, los movimientos sociales y de DDHH, propiciando una lógica amigo-enemigo, liderando a un segmento de la oposición para el cual ya CFK se proclamó como jefa al día siguiente de la primera vuelta? ¿Que actitud tomará el peronismo? Seguirá a Cristina en esa lógica, o profundizará la rebelión iniciada el pasado jueves, cuando varios diputados desconocieron sus directivas poniendo la sesión al borde del fracaso? ¿Tendremos una oposición unificada más allá de estas diferencias, o por el contrario se fracturará en estos dos espacios, uno moderado y otro radicalizado? ¿Se concretará el predominio de Daniel Scioli, Juan Manuel Urtubey y Omar Perotti en este nuevo armado? ¿Entrarán de , Massa y Moyano en el armado del nuevo espacio peronista? ¿Se privilegiará su éxito en el fracaso del proyecto de “Cristina eterna”, o su defección en beneficio de Cambiemos en la última elección?

Los interrogantes son múltiples, y los tiempos, exiguos. La etapa que se abre no promete ser generosa para las grandes mayorías populares. Tal vez conscientes de esto, así como de que hay un ciclo que se cierra, muchos ministros desobedecieron explícitamente las órdenes de su Jefa y comenzaron a facilitar la transición, siguiendo la honesta actitud de Daniel Scioli, a punto tal de obligar a Cristina a indicarle a Anibal Fernández que adoptara un comportamiento similar. El jueves pasado, por primera vez, fue la izquierda la que finalmente garantizó la sesión parlamentaria, ante la rebelión de varios diputados del FPV. Paradójicamente, los últimos dos años de gestión fueron orientados a evitar que se confirmara la tesis del pato rengo, antes que a ganar la elección, es decir, un gobierno que mantuviera su poder pleno hasta el último día, sin importar a qué precio. Sin embargo, a dos semanas de la entrega del mando, el deterioro comienza a pronunciarse.

Cuentan que, en su lecho de muerte, Luis XIV, el denominado Rey Sol, el más poderoso de la historia de Francia, dijo: “«Me marcho, pero el Estado siempre permanecerá». Luis XV, su sucesor y tal vez el más débil de ese ciclo de esplendor del absolutismo monárquico, trató de compensar con soberbia su ineficiencia, y afirmó: “Después de mi, el diluvio.” No se equivocó, unos años más tarde, la cabeza de Luis XVII era seccionada por la guillotina jacobina.

.¿ Valieron la pena los costos y las concesiones realizadas sólo para que el actual gobierno pudiera concluir de este modo? ¿No hubiera sido más honesto poner las fichas en el candidato del espacio, para garantizar así la continuidad con cambios que la sociedad demandaba? El tiempo, implacable, tendrá la respuesta.

 

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Alberto Lettieri

Doctor en Historia, Director Academico del Instituto de Revisionismo Historico Manuel Dorrego, Profesor Titular (UBA), Investigador Conicet, Escritor // Twitter: @albertolettieri