Por Ondina Fraga
El movimiento NI UNA MENOS, originado por un grupo de mujeres entre las que hay un expresivo número que se desempeña en el área de la comunicación, tuvo su primera manifestación en junio de 2015. Sin duda fue una ruptura de gran significado porque consiguió movilizar a miles y miles de mujeres en diversas ciudades y hasta en pequeñas localidades del interior, con la adhesión de otros miles de varones seguramente de vocación antipatriarcal. Fue un acontecimiento de gran significado, que volvió a repetirse ya dos veces en lo que va del año.
El multitudinario reclamo del día de ayer tuvo un ángulo remarcable pues tuvo como marco precedente una suerte de “huelga de mujeres” durante una hora para luego converger en una movilización a pesar de las adversidades del clima. ¿Por qué estas acciones? Como en casi todos los lugares del mundo la violencia contra las mujeres muestras formas brutales y la muerte por su condición de género asciende a marcas siniestras. Muy probablemente en nuestro país se está cerca de una cifra espantosa, una asesinada cada 30 horas. El caso de Lucía, la adolescente marplatense es una muestra de los horrores inenarrables de esa saga. En los últimos meses ha habido una siega monstruosa de crímenes perpetrados contra mujeres de muy diferentes clases sociales. Y fue necesario reaccionar con más energía, con el paro de las mujeres en todos y cada uno de sus lugares de trabajo y hasta en los propios hogares. Hay que pensar que una enorme mayoría se enfrenta a la violencia que se ejerce dentro de estos.
Pese a la lluvia torrencial por momentos, miles de mujeres hicimos huelga y salimos nuevamente a las calle. Había rostros y experiencias muy diversas y un solo sentimiento común: parar la violencia. Pero hay que saber que la violencia es engendrada por el dominio patriarcal y que sólo podrá erradicarse cuando este se extinga. Una contribución fundamental es la concientización de nuestra sociedad comenzando por las propias mujeres. Pero el Estado tiene obligaciones inexorables para terminar con el flagelo, y debe encarar medidas urgentes de prevención. Necesitamos que todo el sistema educativo trate de las relaciones de género, aborde el significado de la violencia y contribuya a eliminar la idea de que el cuerpo de las mujeres pertenece a los varones. Esta idea brutal está en el fondo de todas las expresiones de hostilidad contra las mujeres.
Sí fuimos muchas – y hubo también muchos varones – expresándonos con toda firmeza cuando paramos en nuestros lugares de trabajo. Tal vez para algunas fue la primera vez que les llegó tan cerca y de modo tan contundente el llamado a “darse cuenta”. Esto es lo que necesitamos, darnos cuenta de la indignidad del sometimiento, darnos cuenta de que si nos maltratan en una relación debemos salirnos de la encrucijada, darnos cuenta de que nada tiene que ver con el amor la hostilidad por celos. Tal vez la propia lluvia nos trajo las lágrimas de tantas víctimas…Ni una menos, VIVAS NOS QUEREMOS.