Quienes vivimos en la ciudad de Buenos Aires observamos, una vez más, que el gobierno porteño desaprovecha la oportunidad de impulsar actividades con valor agregado. La emergencia sanitaria puso al cuidado de las personas en el centro de la escena, y a los gobiernos municipales, provinciales y nacional ante el desafío de gobernarlos efectos de un enemigo invisible.
En cómo enfrentaron esta situación los distintos gobiernos, notamos las diferencias de criterio. El gobierno de la ciudad, por ejemplo, hizo una licitación para abastecerse de barbijos, y contrató a una empresa desconocida, sin experiencia en el rubro, para que intermedie en la compra esos insumos, que derivó en la adquisición de barbijos con sobreprecios y vencidos.
Por su parte, el gobierno nacional encontró una salida sanitaria, solidaria, innovadora y productiva. A través de la Agencia Nacional de Ciencia y Técnica, estimuló el desarrollo de proyectos científicos enfocados en brindar soluciones al problema epidemiológico. En tiempo récord se recibieron cientos de proyectos, y rápidamente se desarrollaron kits de detección de coronavirus. El 7 de mayo se anunció el primer kit nacional, COVIDAR IgG, y el 15 de mayo el segundo equipo, NEOKIT-COVID-19. En ambos casos, se trata de científicas y científicos del CONICET, asociados con laboratorios privados, cuyos esfuerzos fueron orientados por el gobierno nacional; inmediatamente se anunció que a través de la Agencia I+D+i se financiaría la producción masiva de los kits, para compra interna y exportación.
¿Qué nos dicen estas escenas sobre la ciudad de Buenos Aires, el distrito más rico del país, con mayor concentración de científicos y científicas, investigadores e investigadoras, tecnólogos y tecnólogas, emprendedores y emprendedoras del país?
Una situación crítica
El cuadro de situación de nuestra economía, condicionada por la recesión y deuda contraída en los últimos dos años, empeoró con la llegada de la pandemia. Las medidas sanitarias para enfrentar al COVID-19, que tomó Alberto Fernández, están enfocadas, razonablemente, en salvar vidas, y a pesar de ser reconocidas en todo el mundo, condicionan nuestro sistema productivo.
En la Ciudad de Buenos Aires se estima que el 35 % de los comercios de toda la ciudad desaparecerán al finalizar la cuarentena, el 94 % de las pymes no pudieron cubrir sus costos (datos CAME), el índice de desempleo crece día a día, y el ahogo de la cadena de pagos se traduce en empresas y comercios que cerrarán sus puertas de manera definitiva. Sólo algunas pymes y comercios que aún continúan abiertos, poseen plataformas digitales de venta on line, y tampoco hay iniciativas del gobierno para resolverlo. Los comercios de proximidad, que ofrecen productos que comercializan las grandes cadenas de supermercados, se ven particularmente afectados, destaca esto FECOBA, para los rubros textil, calzado, ferretería, entre otros.
Desde la entidad Pymes Sur, que agrupa a pequeñas y medianas empresas del sur porteño, vemos con preocupación la situación de MiPymes de servicios, que no califican para acceder a financiación con tasa subsidiada, y que no están generando ingresos para hacer frente a los desembolsos que no cubren los ATP (gastronomía, peluquerías, constructoras, entre otras) y trabajadores independientes, muchos de ellos monotributistas.
La pandemia dejará una situación mucho más crítica en la ciudad, con el aumento de la desigualdad en los índices de desempleo entre hombres y mujeres, la profundización de la pobreza en las clases medias y populares, y la brecha entre quienes pueden teletrabajar y quienes no. ¿Es posible construir una ciudad pospandemia que produzca fuentes de trabajo, empresas, comercios y oportunidades, sólo con el modelo financiero y especulativo de los últimos años? ¿Cómo podemos potenciar al sector científico-tecnológico, para incorporar a los jóvenes a un mercado laboral cada vez más pequeño y complejo? ¿Cómo podemos fortalecer a las pymes productoras de bienes y servicios, principales generadoras de trabajo?
Una Ciudad Productiva y Tecnológica
La ciudad de Buenos Aires posee 5 Distritos Económicos, creados para fortalecer y potenciar diferentes ramas de la industria, pero sólo uno está orientado a las industrias de la economía del conocimiento, el Distrito Tecnológico (DT), con 328 manzanas, ubicadas en los barrios de Parque Patricios, Pompeya y Boeddo
Este distrito es el lugar donde debería impulsarse el desarrollo de las industrias de base tecnológica. Sin embargo, en 12 años de administraciones macristas, sólo se impulsaron negocios inmobiliarios, financieros y especulativos, con políticas fiscales amigables, y mejoras infraestructurales que embellecieron fachadas y plazas.
La ciudad especulativa donde vivimos, le da la espalda a uno de los principales sectores de la economía nacional, y a la actividad mayor potencial, la tecnológica. La economía del conocimiento constituye actualmente el tercer sector en generación de divisas al país (6.088 millones de dólares), después del complejo sojero y de la industria automotriz. En el año 2019, a pesar del hundimiento de las tasas de empleo general, el sector generó 437.000 puestos de trabajo, que se distribuyeron en 9 de cada 10 Pymes que lo componen.
En medio del aislamiento, del seno de esta industria surgieron algunas de las principales propuestas para superar la pandemia, desde producción de los kits de detección rápida, respiradores artificiales, y termómetros infrarrojos inteligentes, que envían los datos recogidos a una aplicación. En muchos de estos casos, se trata de asociaciones virtuosas entre diferentes actores en las cuales el Estado invierte y orienta los desarrollos. Sin embargo, el estado porteño está ausente en estas acciones.
Ideas sobran
Para poder hacerlo, se necesita contar con una Agencia porteña de Ciencia y Tecnología, que nos permita llevar adelante una política en investigación, tecnología e innovación autónoma, a partir de un diagnóstico de las potencialidades y de las necesidades de la ciudad. Esa Agencia debería consolidar las industrias del conocimiento hacia la producción, y financiar proyectos estratégicos, con nuevos productos y servicios, que generen nuevos puestos de trabajo de alta calificación. El Estado porteño debe ser quien impulse la articulación público-privada, y nuevas redes de asociación y de financiamiento.
La economía del conocimiento puede encontrar en una Agencia porteña, al artífice de un ecosistema productivo y potente, que transforme a las industrias radicadas en CABA, en partes de un verdadero sistema de innovación y producción, no contaminante, y con un gran valor agregado. Una ciudad donde el hábitat, lo productivo y lo tecnológico sean partes de la reactivación económica nacional, como ocurre en otros distritos.
La Ciudad también necesita de una banca pública comprometida con el desarrollo de la producción local y la creación de empleos. Un sistema de e-commerce porteño podría vincular a diferentes sectores de la economía, con el Banco Ciudad como articulador, y con una herramienta, como la CUENTA DNI, que facilite la bancarización de más sectores de la economía local. El aporte estatal en el ámbito de la industria del conocimiento, es clave para mejorar la calidad de vida quienes vivimos en la ciudad de Buenos Aires.
Hacerse cargo y dar el salto
Debemos dirigir nuestros esfuerzos, prácticas y políticas para convertir a la Ciudad en un polo productivo, científico y tecnológico, con la industria del conocimiento como eje central en la matriz productiva, que aporte a la construcción del presente y del futuro del país. Esto supone repensar el rol de lo público y lo privado, la relación del Gobierno con las entidades productivas, particularmente con las pymes tecnológicas y cooperativas, y proyectos y programas de inversión pública, que promuevan el aumento del valor agregado.
La ciudad del futuro se construye desde la producción, el trabajo y la integración social, atendiendo el cuidado del medioambiente y la perspectiva de género. El Gobierno de la Ciudad, junto al sector privado, debe generar las herramientas necesarias para convertirnos en un faro regional en materia de conocimiento. La crisis sanitaria y económica han puesto en agenda a la industria del conocimiento, y lo que ahora es imperioso, es promover y acelerar el desarrollo de las transformaciones digitales e industriales del sector.
Esta pandemia obliga a reinventarnos, y denota tres cuestiones a considerar: la importancia de la salud, del bienestar y del rol del estado en garantizar esos derechos; la multiplicación de actos de solidaridad y de cuidado hacia los otros, y el desarrollo de la innovación tecnológica como búsqueda de soluciones para construir la ciudad del nuevo futuro.
Verónica Tenaglia: Empresaria Pyme-Agrupación PYMESSUR