5 años del ingreso a la inmortalidad de Néstor Kirchner

¿Qué se recuerda hoy? ¿A un ex presidente, a un líder? A un tipo disruptivo ciertamente, que recogió demandas de justicia, empleo, seguridad social, educación, salud. Para poder concretarlas rompió correlaciones de fuerzas, internacionales e internas, patrones de acumulación, digamos. Hizo política.

¿Cómo se emula un líder así? ¿Cómo se transforma un militante social en un militante político-partidario? ¿Cómo se transforma un joven que quiere cambiar el mundo en un político adulto obsesionado con ganar elecciones, tener votos propios y acceder al control del Estado para desplegar un proyecto político que logre transformar lo que «diosa fortuna» permita?

Es lo mejor que tiene Néstor para enseñar. La apuesta en un pago chico (es más fácil juntar votos para ser gobernador en una provincia que intendente en algunos municipios del conurbano), la acumulación de dinero para solventar campañas y darle autonomía a la política sin ser mero instrumento de poderes económicos. ¿Cómo logró Néstor comerle la tropa a Flores y desplazar a Puricelli? Las alianzas, las traiciones, la concentración de poder, las reformas electorales, las reformas constitucionales. Ir por adentro, siendo minoría, siempre por adentro. Armar equipo, bancar a los soldados propios, aunque tengan manchas. Dar vuelta adversarios, tenerlos en el propio dispositivo. Al enemigo ni justicia, aprender a patear al caído en el piso. «Ser blando con los blandos y duro con los duros».

Aceptar privatizaciones nacionales si eso garantiza autonomías provinciales. Salud, educación y empleo provinciales. Aceptar aliarse con los feos, sucios y malos para llegar. Ser chirolita un rato, para llegar y cambiar la correlación de fuerzas. Apostar a la transversalidad si el clima de época ruge antipolítica. Apostar al peronismo si se requiere gobernabilidad. Incumplir pactos, dejar en el camino leales de la primera hora si no se encuadran o se muestran rebeldes. Hoy hay demasiados ex kirchneristas de la primera hora.

Lo que se conoce como kirchnerismo se inició en 2003. Pero sus líderes se formaron como dirigentes en las décadas del 1980 y 1990. Hay que estudiar el período 1983-2001 de Néstor. Mostró que hay que aprender a gobernar. «Hacer la escuelita». Ser intendente, gobernador, gobernador reelecto, presidente. Tener «virtú», no abandonarse nunca.

En la elección 2003 no vinieron con un programa de gobierno bajo el brazo que decía «anularemos las leyes de impunidad», «recuperaremos YPF», «recuperaremos las AFJP». Cuanto más se define uno, más votos pierde, porque se aísla.

Muchos creen que el kirchnerismo debe ganar porque si, por determinación histórica, porque es lo bueno contra lo malo. No hay política ahí. No hay alianzas, no hay pactos, no hay negociaciones por necesidades, sapos ideológicos.

Néstor, como el General Perón, «sabía que había que hacer» en el gobierno, antes de ser gobierno. Tenía medidas ya pensadas, adversarios que sabía que se iban a oponer, límites que romper. Se apoyó en la opinión pública, en el presupuesto, en las organizaciones sociales, luego en el aparato y en el sindicalismo.

El que haga liturgia kirchnerista, ideologismo, no le suma nada al proyecto. La lealtad de los pocos pero buenos, no le suma nada al proyecto. Si como decía Juan Perón «la acción electoral es una acción cuantitativa, la acción de gobierno es cualitativa», hoy se lo recuerda a Néstor por su acción de gobierno. El desafío para continuarlo es aprehenderlo en su accionar político-electoral.

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Santiago Costa

Licenciado en Ciencia Política (UBA). Periodista // Twitter: @san2011costa