Termina el año como empezó: Macri-CFK y la grieta que goza de buena salud

El debate por la reforma previsional marcó la continuidad del statu quo en el sistema político argentino. A pesar del intento de Mauricio Macri de iniciar un programa de reformas, la puja en el congreso y en las calles dejó en claro que su triunfo electoral en las elecciones de medio término puede ser más explicado por un voto castigo hacia la ex presidenta que por una valoración positiva o un cheque en blanco en favor de su gestión de gobierno. Por otra parte, el recorte hacia los jubilados volvió a convalidar el liderazgo de la ex presidenta como vocera de la oposición. Un ecosistema político que termina el año igual que como lo empezó: Macri y Cristina, dos voces nítidas y antagónicas que terminan justificándose entre sí. En el medio, voces que se pierden y tienden a desaparecer en un paisaje que solo acepta la pertenencia a un extremo de la grieta. Peronistas y massistas alternan en su rol de aliados circunstanciales de un gobierno que termina evaporando todo lo que no sea cristinismo puro y duro.

El triunfo pírrico en la Cámara de diputados con el consiguiente ajuste en los haberes de los jubilados minó parcialmente el capital electoral del gobierno, y esto condicionó socialmente el programa de reformas estructurales con el que Mauricio Macri aspira a relanzar una economía que nunca terminó de arrancar para proyectar así su proyecto reelecionario. Por su parte, en la derrota parlamentaria el kirchnerismo volvió a retomar el liderazgo opositor dejando en un incómodo lugar al bloque peronista de los gobernadores.

La grieta goza de buena salud, tanto para dotar de identidad a Cambiemos y aUnidad Ciudadana como para bloquear nuevas expresiones políticas que terminan tributando incómodamente en beneficio de Macri y Cristina. Los gobernadores justicialistas en su rol de aliados del gobierno, y Sergio Massa en su nueva faceta de opositor, dan cuenta de este fenómeno.

Kirchnerismo vs Macrismo o dos minorías que necesitan ampliar su base de sustentación a partir de relatos que no hacen más que agigantar la grieta.

Asimismo, el peronismo continúa naufragando entre la ilusión de una renovación sin Cristina Fernández y los acuerdos de gobernabilidad con el ejecutivo nacional. Sin mensaje, liderazgo ni agenda política, la liga de gobernadores justicialistas terminan el año pegados al gobierno nacional permitiéndole a la ex presidenta ocupar la totalidad del espectro opositor. Estrategia singular de dirigentes como Juan Manuel Urtubey y Juan Schiaretti que deciden atar su suerte a la evolución de un gobierno que meses atrás los sacudió electoralmente en sus respectivas provincias.

Por otra parte, también es necesario señalar que Mauricio Macri terminó rápidamente con aquella euforia que le ofreció el panorama político post electoral. Del “vamos por todo” que incluía un catálogo de reformas que contaba con el respaldo inicial de la corporación política y económica, a una negociación compleja que desnudó la debilidad de acuerdos palaciegos y terminó destapando un conflicto social que no hizo más que evidenciar la falta de consensos para encarar la agenda de ajustes que se propone para el año 2018.

Peronistas y massistas alternan en su rol de aliados circunstanciales de un gobierno que termina evaporando todo lo que no sea cristinismo puro y duro.

Probablemente, el error de la Casa Rosada vino de la mano de una incorrecta apreciación de los motivos que le permitieron el categórico triunfo electoral de octubre. Los más de 40 puntos alcanzados a nivel nacional no significaron un cheque en blanco ni muchos menos un aval para iniciar un programa de ajustes económico. Fue seguramente un triunfo de la política y de la comunicación de un gobierno que tuvo la capacidad de atomizar a la oposición al tiempo que logró ubicar a la ex mandataria en el centro del escenario político llevando los argentinos a discutir pasado con escasas referencias de un presente tortuoso y de un futuro plagado de incertidumbres.

En última instancia, y más allá del traspié del oficialismo, el debate previsional terminó situando la agenda política en su cauce natural. Kirchnerismo vs Macrismo o dos minorías que necesitan ampliar su base de sustentación a partir de relatos que no hacen más que agigantar la grieta.

En adelante, quedan abiertos algunos interrogantes que marcarán la agenda política del próximo año. ¿El oficialismo empezará a pagar los costos políticos de una economía que no deja de golpear el poder adquisitivo de amplios sectores de la sociedad? ¿Hasta cuando la clase media seguirá aceptando el golpe al bolsillo en nombre de un supuesto saneamiento moral y ético como consecuencia de la tan mentada corrupción K?

Más allá de las dudas que como siempre deparan a la Argentina, hay una certeza insoslayable: la grieta goza de buena salud y seguiremos viendo la política a través del prisma Macrismo-Kirchnerismo.

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