CORONAVIRUS: Desafío a la autoridad presidencial y puente de plata para atravesar los próximos 90 días

Por Alejandro Aguero

La próxima semana Alberto Fernández cruzará ese límite abstracto de los primeros 100 días de gestión, una fecha simbólica que empieza a dejar atrás a la siempre mencionada luna de miel de una nueva gestión de gobierno. Sin embargo llegó el CORONAVIRUS, y la pandemia se presenta como una crisis internacional que viene a poner en tensión el liderazgo presidencial. Oportunidad y desafío para el primer mandatario, en un contexto en el que el sistema político queda paralizado y la agenda pública se descarga sobre los hombros de Alberto Fernández.

Si los primeros 100 días de gestión fueron de consolidación de la figura presidencial en un contexto de estabilización de la economía y de sinergia virtuosa con la vicepresidenta, en adelante la crisis internacional que abrió el CORONAVIRUS será una oportunidad para atravesar la incertidumbre que genera el potencial default de la Argentina.

Inflación en franco descenso, recuperación del poder adquisitivo del electorado del Frente de Todos a partir del incremento en el haber mínimo y la mejora del salario de los trabajadores formales que se ubican en la base de la pirámide salarial, junto a las más de 1 millón de Tarjetas Alimentarias marcan el pulso de una economía que con tarifas congeladas logró un punto de estabilización.

Los primeros 100 días de gobierno también revalorizaron la figura presidencial, fuertemente desgatada en el último tramo del gobierno de Mauricio Macri que vivió no solo la crisis económica sino también el esmerilamiento por la selección de candidaturas al interior de la coalición de Juntos por el Cambio. La llegada del Frente de Todos le devolvió al sillón de Rivadavia densidad política y el vínculo con CFK transcurrió con una naturalidad tal que ahuyentó los presagios de doble comando.  

Sin embargo llegó el CORONAVIRUS, y en adelante, la inflación, la deuda, las paritarias y la economía en general, que fueron los temas excluyentes de la agenda pública desde la crisis abierta por la primera devaluación del peso en abril del 2018, dejaron paso a una pandemia que hegemonizó el debate público y desafió la comunicación hiper presidencial que inauguró Alberto Fernández.

Quizás el campo pueda dar fe de esta nueva coyuntura  con el fracaso del lockout sojero, o incluso la sanción en el Senado de la ley de eliminación de privilegios entre las jubilaciones de magistrados del Poder Judicial. Todo es el CORONAVIRUS, y con la cadena nacional el presidente de la nación decidió encabezar la epopeya de la defensa nacional frente a una pandemia internacional. Un acierto que encierra grandes peligros que bien podrían observarse bajo el prisma español con la tormenta que atraviesa el primer mandatario Pedro Sánchez.

La hoja de ruta de la Casa Rosada fue clara desde el 10 de diciembre, frenar la caída de la economía y darle aire a los argentinos más postergados luego de la debacle cambiemista mientras la negociación de la deuda externa encuentra un punto de equilibrio para permitir el tan ansiado rebote y crecimiento de la economía.

El primer tramo de la nueva gestión de gobierno fue exitoso, y lo confirman los números que llegan al equipo de selectos funcionarios que acompañan a diario a Alberto Fernández y que indican niveles de aprobación que rozan el 70%. Con ese capital simbólico, y mientras la coalición del Frente de Todos goza de buena salud y espera con optimismo que el desguace de Juntos por el Cambio continúe su camino natural, aparece en agenda el CORONAVIRUS para poner un velo sobre la difícil negociación de la deuda con los acreedores internacionales.

La cadena nacional dejó una certeza: la comunicación híper presidencial que inauguró Alberto Fernández será el instrumental base para surfear esta crisis internacional con impacto local. No habrá lugar para los errores de funcionarios, ni para vocerías contradictorias, la comunicación oficial por el CORONAVIRUS lo tendrá al presidente de la nación en primer plano asumiendo la responsabilidad de traer tranquilidad a una sociedad bombardeada las 24hs del día con información difusa y de dudosa calidad por los medios de comunicación.  

Las crisis exigen de una comunicación clara y sin estridencias que traigan tranquilidad y certezas a la sociedad. Con la pandemia se vive una anomalía, una crisis externa pero que en adelante se jugará en la arena local, y Alberto Fernández decidió asumir en un 100% la responsabilidad.

Todo para ganar, pero también mucho para perder. Las próximas semanas el presidente de la nación vivirá una excesiva exposición pública y será clave el manejo de una crisis que nos llega de rebote.

«Primero los de abajo» fue una pieza brillante que inauguró el mito de gobierno de la gestión de Fernández. Mucho más que un slogan comunicacional, la piedra basal que permite ordenar y traer homogeneidad a la comunicación de gobierno. En adelante, la «Argentina Unida», como otro tópico que presentó AF en su discurso de asunción presidencial y que se constituirá en un eje central para hacer del CORONAVIRUS un necesario ensayo de unidad nacional para superar una crisis que el mundo generó y que la Argentina debe atravesar.

Mientras tanto, y en voz baja, el ministro Guzmán podrá trabajar sin la encandilación de los grandes medios de comunicación para encontrar un acuerdo viable para la deuda externa. Los acreedores se quedarán sin la herramienta de extorsión de la soga al cuello por los pesares de un eventual default.

Toda crisis trae una oportunidad se suele decir como verdad consagrada. Podría ser cierto, pero siempre recordando que las crisis vienen a poner en tensión la legitimidad y el consenso, y Alberto Fernández se juega mucho con el correcto manejo de la crisis sanitaria y social que abre el Coronavirus.

Difícil predecir la parábola que recorrerá el virus, y difícil también proyectar la curva de la economía internacional y local que se verá impactada por la parálisis del comercio internacional. Sin embargo, hay algo claro y es que el mundo espera mensajes categóricos de sus líderes y Alberto Fernández no es la excepción. Lo que haga o diga será juzgado, y entonces si semanas atrás pensábamos que la clave del primer año de gestión iba a estar atada al manejo de la deuda, apareció el cisne negro que abrió una paréntesis y dejó todo en suspenso.

Argentina es impedrecible pero el mundo también, y la capacidad de adaptación y reacción serán atributos claves para pensar cómo quedará parado AF luego de la crisis del CORONAVIRUS.

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