Por Nicolás Rodríguez Saá
El año pasado APOROFOBIA fue elegida la palabra del año por la Fundación FUNDEU, una organización española que trabaja en cuestiones relacionadas con neologismos que surgen en el habla cotidiana o académica. En realidad, esta palabra se comenzó a utilizar en el ámbito de las ciencias sociales, por la filósofa Adela Cortina, quien explica el fenómeno en su libro “Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la sociedad democrática.”
Ahora bien, ¿Qué significa esta palabra y por qué es tan útil tenerla en cuenta en el contexto actual de nuestro país? Aporofobia deriva del griego y significa fobia al pobre. Es decir, la discriminación que vemos en el día a día de nuestra sociedad no se da siempre porque se trate de un rechazo a alguien por ser extranjero o de una raza diferente, sino solo por ser pobre. Es por eso que para una parte de nuestros ciudadanos la inmigración boliviana, paraguaya o senegalesa sea un signo del deterioro de estos tiempos, porque muchos de ellos son pobres, a diferencia de la inmigración proveniente de países desarrollados, como los españoles que llegaron a nuestro país durante la crisis de 2008 o los venezolanos profesionales en estos días.
La aporofobia lleva a la construcción de muros y a la criminalización de la pobreza, porque parte, como tantas otras fobias, de una irrealidad o de una realidad distorsionada. Es esta prejuiciosa mirada la que subyace, por ejemplo, en las declaraciones de la gobernadora de la Provincia de Buenos Aires María Eugenia Vidal cuando dice: ¿Es de equidad que durante años hayamos poblado la Provincia de Buenos Aires de universidades públicas cuando todos los que estamos acá sabemos que nadie que nace en la pobreza en la Argentina hoy llega a la universidad?”
El sitio, que no puede decirse que se trate de una organización alejada del macrismo, demostró claramente que hubo un crecimiento de personas de bajos ingresos que viven en el conurbano y asisten a universidades nacionales. De hecho, la Provincia que gobierna Vidal tiene 22 universidades nacionales públicas, de las cuales casi la mitad (10) fueron creadas durante el kirchnerismo y más de la mitad (14) están en el conurbano.
Por otra parte, según un informe de la Universidad Pedagógica Nacional realizado considerando los datos de la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC muestra que los dos quintiles de más bajos ingresos del Conurbano son los que más evolucionaron en la matrícula de universidades nacionales.
Esta realidad la sabemos quienes día a día caminamos las calles y barrios de nuestro conurbano bonaerense. Pero a veces es necesario contraponer a las palabras discriminadoras de los dirigentes de Cambiemos estos datos duros de la realidad para dejar en evidencia la mirada prejuiciosa respecto a los que menos tienen.
Pero no solo la aporofobia se manifiesta en frases desafortunadas de quienes vinieron con el lema “pobreza cero”. Si fuera eso nada más, no sería tan grave el problema. Lo inaceptable es que las políticas de ajuste que este gobierno aplica están incrementando el índice de pobreza y llevan diariamente a miles de argentinos al desempleo, a la precarización laboral y a sufrir condiciones de hambre.
Según el Observatorio de la Deuda Social elaborado por la Universidad Católica Argentina, como consecuencia de la corrida cambiaria, la pobreza se ubica en un 32%, cuando a fines de 2017 era de 28,7%. Estos números impactan mucho más si observamos solo el segmento de los niños, donde llega casi a 50%.
Mientras tanto el dólar y las tarifas siguen aumentando, la inflación se descontrola y los grandes centros financieros juegan al casino con sus Lebacs, obteniendo ganancias extraordinarias en pesos que luego dolarizan y fugan hacia sus paraísos fiscales.
El Presidente y sus funcionarios padecen de aporofobia pero, paradójicamente, producen con sus políticas cotidianamente miles y miles de eso que temen y odia. No les interesa el país. Como dijo un periodista, están enfocados en la idea de que, si no hay pan que haya circo. Y con ese circo subestiman y buscan entretener a un pueblo que, a pesar de todo, empieza poco a poco a despertar y a ver un nuevo amanecer.