Por Nicolás Rodríguez Saá
Un hospital de campaña para los heridos es la figura que usa el Papa Francisco para hablar de aquellos sufrientes que buscan un lugar donde sanar sus heridas. Se lamenta que muchas veces las catedrales cierren sus puertas o, con lo mucho, pongan vigilantes que revisan el colesterol a una persona que viene desangrándose.
Me pregunto si en los espacios políticos no deberíamos pensar en esta imagen para aprender a ser hospitales de campaña de los heridos y víctimas de este sistema voraz que ha construido la dupla Cambiemos-FMI en tan solo dos años y medio.
Y me pregunto también si además de ser hospitales de campaña no debemos ser enfermeros y médicos yendo hacia el herido, buscándolo donde esté, acompañarlo en su dolor y dándole una mano en sus necesidades.
Eso ha sido, es y será el peronismo. Nada menos que el encuentro con ese padre que ya no tiene trabajo, con esa madre que sufre porque ya no hay leche en los centros de salud o con la jubilada que ya no puede regalarle ni la muñeca más barata a su nieta en navidad.
Ningún Tratado de Ciencia Política, así como ningún Manual de Sociología Electoral o listado duranbarbiano de mensajes vacíos reemplaza la teoría del contacto directo con la realidad, esa que se nutre de sueños de una Patria más justa, libre y soberana; esa Patria que se construye en comunidad, y no con consignas que se pinchan como inalcanzables globos amarillos.
Todo proyecto político necesita sentar sus bases en un sujeto social. Ese sujeto social es el que lo constituye, el que define sus contornos, el que delinea sus palabras, el que se convierte en referencia, punto de partida y llegada de cada una de las acciones. Para nuestro proyecto político ese sujeto es cada vez más visible y tenemos que hacernos cargo de sus demandas y necesidades. Esos son los descartados, los vulnerables que sobran y que deben ser arropados por alguna ONG, una parroquia o la intención bonachona de alguna señora caritativa; pero que no obtienen, en las condiciones actuales, la mirada de los CEO gobernantes.
En Argentina los dirigentes políticos muchas veces cometemos el error de hablar más con nuestros pares que con los sujetos sociales y políticos que constituyen el suelo de nuestra patria.
Muchas veces nos enroscamos en discursos verborrágicos plagados de tecnicismos y complejidades de palacio, que actúan como anteojeras direccionadoras de lo que se debe o no atender y escuchar.
Es por eso que es necesario construir una nueva narrativa de cara al período presidencial 2019-2023. Construir un relato no se trata de divagar en pensamientos abstractos sin correlato con la realidad; todo lo contrario. Ya Juan Domingo Perón decía que la única verdad es la realidad y el Papa Francisco actualiza ese apotegma con el principio que asegura que la realidad es más importante que la idea. La palabra relato ha sido denostada por aquellos que se sentían excluidos de la patria inclusiva y soberana. Aquellos que construyen en base al individualismo, la competencia despiadada y el “sálvese quien pueda” jamás entenderán la idea de “La Patria es el Otro.”
No lo entenderán porque la Patria es un concepto que remite a comunidad más que a individualidad, a entrega desinteresada más que a reciprocidad, a equidad más que a igualdad de oportunidades, a justicia social más que a meritocracia, a producción más que a especulación, a distribución más que a acumulación y a Pueblo más que a Élites.
No hay otro ni otra cuando tu mirada está en el mero cálculo contable de ingresos y costos. No hay otro ni otra cuando la tasa de desempleo es sólo un número más en un archivo Excel de algún ministerio modernizador. No hay otro ni otra cuando no has sentido en carne propia el hambre o ni siquiera has mirado aquellos rostros sufrientes, víctimas de un sistema socialmente injusto.
Si entendemos que La Patria es el Otro y la Otra, antes vayamos hacia el encuentro de esos derrotados por la cultura del descarte. Caminemos y construyamos desde ahí para volver a tener Patria.
