Se quemaron los papeles sagrados y llegó por fin el día en que todos -encuestadores, cientistas sociales, periodistas, operadores políticos, militantes- nos equivocamos en la apreciación de la situación pre electoral: nadie previó, ni aún sus directos beneficiarios, la ola amarilla que cubrió la elección presidencial en general y la provincia de Buenos Aires en particular.
Maurcio Macri no solo galvanizó el 30% que sacara Cambiemos en las PASO, evitando que los votos de Carrió y Sanz fugaran, sino que amplió en 5 puntos esa marca e hizo estallar en pedazos la esperanza kirchnerista de ganar con el 40+1 y diez de diferencia en primera vuelta. Se va a balotaje.
Scioli no logró sumar esos dos puntos que lo hubieran hecho cruzar el arco del triunfo electoral, retrocendiendo casi tres puntos desde las PASO, en las que sacó 3 millones 200 mil votos más que Cambiemos. Esta vez Scioli sacó 300 mil votos más, pero la diferencia se achicó a 620 mil. De los 2 millones de electores que se sumaron a votar en las generales y no lo habían hecho en las PASO, 1 millón 300 mil fueron hacia Macri.
A la esperable fortaleza de Cambiemos en las provincias ricas (Córdoba, Santa Fe, Mendoza, CABA) sumó sorpresas como pardar Entre Ríos y el batacazo de la noche: colorcar con María Eugenia Vidal a la futura gobernadora de la Provincia de Buenos Aires.
El desempeño kirchnerista a lo largo y ancho de la provincia fue calamitoso. Daniel Scioli no logró pasar el 37%, número ínfimo para un candidato presidencial peronista en Buenos Aires que necesita sacar bastante más que los 400 mil votos de diferencia que hubo allí con Macri. Scioli sacó 320 mil votos más que Aníbal. Vidal sacó 447 mil votos más que Macri y 60 mil votos más que Scioli.
Es verdad que Aníbal se demostró un mal candidato. Siempre se supo que su imagen negativa era altísima, más allá de la efectividad o no de la “operación Morsa”. Es la trampa de las internas: a veces coronan en el microclima a un rockstar propio que el grueso de la sociedad rechaza. Lo cierto es que ni siquiera los intendentes se salvaron: perdió el FpV en Tres de Febrero, Quilmes, La Plata, Morón, Lanús, Mar del Plata y siguen las firmas. La Cámpora no logró coronar Lanús pero si mojó en Mercedes y en Moreno. El agua se lo llevó a la banquina electoral a Bruera en La Plata, factor que habrá que ponderar junto a la inseguridad en cierto voto castigo a la gestión de Scioli, que evidentemente los bonaerenses no premiaron.
Es la trampa de las internas: a veces coronan en el microclima a un rockstar propio que el grueso de la sociedad rechaza
Queda la incógnita de cómo logró minimizar Cambiemos el impacto del Niembrogate y construir la potencia del perfil de María Eugenia Vidal: una buena chica que camina el territorio, escucha a los vecinos y está cerca de la gente…
Con la PBA en rojo, el FpV mantuvo sus tradicionales bastiones del norte y sur del país. Si bien hubo mermas de votos desde las PASO a las generales en provincias como Catamarca, Formosa, Jujuy, La Rioja y Tucumán, en el bloque regional norte Scioli aumentó en 17 mil sus votos. Lo realmente sorpresivo fue un Macri que pasó de 900 mil a 1 millón 200 mil votos, sumando 300 mil en el norte grande desde las PASO.
En la región centro si bien el kirchnerismo hizo papeles dignos, aumentando sus votos en Santa Fe (+80 mil votos de la mano de Perotti, que ganó las dos senadurías de la mayoría) y Córdoba (+130 mil), la performance de Macri fue apabullante: sumó 170 mil votos en Santa Fe, más de 450 mil en Córdoba y empató La Pampa y Entre Ríos.
El kirchnerismo perdió las gobernaciones de Jujuy y La Rioja a manos de Cambiemos, también La Pampa y Chubut a manos del peronismo no kirchnerista, logrando retener Santa Cruz.
Pasando en limpio: el frente no peronista se hizo fuerte estirando su ventaja en la pampa húmeda como es su tradición, lo novedoso fue que perforó su techo en el norte grande y provincia de Buenos Aires, desarticulando los bastiones electorales del Frente para la Victoria.
Así las cosas, no todo está dicho y habrá balotaje. El envión anímico de Cambiemos y la frustración del FpV son palpables: la foto parda de 25 de Octubre pone el sprint simbólico del lado de Macri, lo que pudo verse en la cara de Scioli en la conferencia de prensa del día posterior. Sin embargo resta ver que pesa más en los votantes de Massa: su antikirchnerismo o su peronismo. Serán determinantes los 5 millones de votos de Massa, que tuvo un gran desempeño en Jujuy, Salta, Santiago del Estero, San Juan, Córdoba, Neuquén. Habrá que ver si el país profundo aceptará un presidente porteño.
El próximo turno no se juegan intendencias ni gobernaciones, no hay efecto arrastre ni corte de boleta. Son dos individualidades presidenciales en un mano a mano. Scioli ya pidió debatir, demostrando dos cosas: que se siente corriendo de atrás y que evalúa no haber concurrido al primer debate como un error que lo emparentó con los malos modales del kirchnerismo. Eso explica también la conferencia de prensa del día posterior, con preguntas incluídas de los azorados periodistas.
Creer en un valor moral del voto cuando se pierde sabe aún más amargo en boca de peronistas y jamás nada estuvo determinado históricamente. No ganan los buenos, porque no existen los buenos contra los malos. La legitimidad en democracia la dan los votos y no la ideología. Los errores propios existen y si se pierde es porque no se enamoró al votante, que siempre tiene la razón. La palabra popular es la palabra de Dios y tal vez le haya llegado generacionalmente a la juventud peronista modelo siglo XXI su 1983.
No ganan los buenos, porque no existen los buenos contra los malos. La legitimidad en democracia la dan los votos y no la ideología. Los errores propios existen y si se pierde es porque no se enamoró al votante, que siempre tiene la razón
Daniel Scioli aún puede ganar y quedará en manos de los militantes kirchneristas dar todo de sí para que ello pase, sabiendo que los de enfrente también juegan y ahora sí les sopla el aire del “yes we can”.
Lo cierto es que en democracia se gana, se pierde pero se debe apostar a que quien resulte electo tenga una gestión exitosa, porque todos estamos adentro de la misma calesita. Es menester desdramatizar porque el próximo gobierno no tendrá mayorías, tendrá que acordar muchas de sus medidas con los demás partidos y hay un entramado institucional, un piso, que ya es parte del imaginario de conquistas colectivas. Los ciudadanos pueden querer comparar, cuando se agota el recuerdo histórico, es su derecho, y aunque las proporciones estén menos nítidas de lo que parecía al comienzo, sí saben muy bien qué es lo que quieren cambiar y qué continuar.
