Por Juan Manuel Cerezo
Ya pasaron 8 meses desde que una alianza conducida y hegemonizada por el sector más representativo de los sectores conservadores de la Argentina gano las elecciones en forma limpia y democrática. Frente a esto, el peronismo y el FpV debe aún interpretar las implicancias de este cambio de rumbo significativo que se está dando en el país. Es claro que el proyecto encarnado por Cambiemos es netamente neoliberal. Sin embargo, quizá sea necesario buscar un término conceptual que actualice el proyecto liberal del siglo XXI. Puede hablarse de un neo-neoliberalismo en donde los principales ejes económicos del liberalismo clásico y el neoliberalismo de los ochenta y los noventa se reeditan de una manera casi calcada, pero con signos culturales y simbólicos que le dan un nuevo aire a la implementación de estas políticas: discurso republicano, progresismo cultural, apropiación de las banderas de la ética y la moral. Se reeditan muchos de los postulados de la Alianza en los noventa durante su fase opositora, instalando la idea de que una oxigenación «ética» sería la solución a todos los problemas de la Argentina, como justificación a las políticas de ajuste clásico que se aplican en el campo económico. Quizá podamos llamar a la experiencia amarilla, el neoliberalismo del siglo XXI o mucho menos pomposo, el neoliberalismo posible en el siglo XXI.
Frente a esta realidad y pasado ya un tiempo considerable en donde todo el peronismo y el campo popular debatió, discutió y repensó la derrota; busco errores y aciertos y elaboró estrategias a seguir; es fundamental construir puentes de diálogo entre los distintos sectores del Movimiento Nacional. Como primera instancia entre aquellos que hasta el diez de diciembre conformaban el FpV. Luego de chicanas, rupturas, pases de facturas y enojos entendibles y no tanto, se acerca el tiempo de definiciones y lo que está en juego no es solo un cargo o la lapicera sino que se acerca una elección clave en donde se le debe poner un freno democrático, con los votos, al proyecto conservador que hoy gobierna nuestro país. La responsabilidad de los dirigentes es representar al pueblo y ser generosos en la construcción de alternativas posibles para llegar fortalecidos al año que viene.
Desde algunos sectores se plantea que mientras se vayan los traidores mejor, porque así se depura el proyecto Nacional y Popular, y que solo hay que quedarse con los «puros» y desde ahí pensar la vuelta. Depurar y contener sólo lo propio es precisamente lo contrario a la actividad política. La política es persuadir. Hacer política es lograr convencer a los demás, con esfuerzo, desde el sacrificio. La construcción de una nueva mayoría se basa en la contención de las diversas minorías, abriendo instancias de dialogo y debate. Precisamente lo contrario a quedarse solo con los «puros».
Hacer política es lograr convencer a los demás, es persuadir. Precisamente lo contrario a quedarse solo con los «puros»
El Movimiento Nacional tiene el liderazgo de Cristina y a su vez está dividido en numerosas minorías que se miran de reojo y con recelo. No hay que obligar a nadie, como decía el General, hay que persuadir a todo el que se pueda. No se trata de bajar las banderas, de cambiar de ideas o de claudicar a la causa, todo lo contario, se debe ser intransigente en el objetivo fundamental y en la doctrina que se practica, pero se debe ser profundamente transigente en los medios para realizarla, para que todos, por su propio camino, puedan aportar. Se trata de conducir la heterogeneidad y no volverse homogéneos.
Estamos ante una gran transformación del escenario político y social. La demanda de representación por parte de la sociedad se está reconfigurando y muchos sectores que sintieron saciadas sus ansias de nuevos representantes en la última elección dudan ante el panorama económico que se perfila. El desafío pasa por construir la representación de una mayoría que aspira a estar mejor, que no necesariamente evalúa de la misma manera los últimos doce años. El discurso PRO intenta emanar futuro y desprestigia al peronismo tildándolo de uno los mayores males de la sociedad actual: lo pasado de moda. No es lo mismo una campaña desde la oposición que desde el gobierno. Las promesas de bienestar y satisfacción de nuevas necesidades, principalmente a la clase media, hoy ya no son promesas. La fina línea entre la eterna promesa y la realidad efectiva se va haciendo cada vez más fina. Es por esa hendija que asoma la esperanza para el campo nacional y popular. La lectura de los nuevos deseos de representación por parte de una sociedad confundida y la capacidad de darle volumen a una fuerza heterogénea que los contenga es el primer paso y como todo primer paso, siempre es complicado.