Las tres de la tarde, el sol ya se puso picante y empieza a morder los hombros desnudos de las hermosas muchachas en musculosa. Se pone tirante la piel en la cara y se ponen colorados los pómulos; algunos valientes (lo más niños sobre todo) se animan a refrescarse zambullendo la cabeza bajo el chorro de agua de la histórica fuente.
Las tres y media de la tarde y los primeros militantes con sus banderas, sus redoblantes y sus pancartas, ya pisan la plaza de mayo. Por primera vez en cinco años, alrededor de 100 efectivos de la Policía Metropolitana, con sus chalequitos fluorescentes y sus gorros estilo “London Police” forman una ordenada fila sobre diagonal sur; observan inmóviles y nerviosos, con ojos atentos, de perro guardián con la correa bien corta, las primeras columnas de organizaciones sociales que se van acercando.
Sentado a los pies de una amplio cartel que dice G-R-A-C-I-A-S, Santiago, nacido en el pueblo de San Gregorio, hoy residente del barrio de Recoleta responde: “…y, ‘GRACIAS’ por devolver la soberanía, la dignidad y los símbolos populares”, “¿y qué son los símbolos populares?”, él duda unos instantes, “las madres, las abuelas, los nietos…¡esto! –exclama como arribando a una conclusión- ¡el pueblo en la calle!”. Ante la pregunta de si consideraba que una vez concluido el mandato Cristina Kirchner seguiría convocando al pueblo a grandes movilizaciones su respuesta es tajante: “pfff, olvidate que sí, definitivamente”, y tras meditarlo unos minutos “bah, esa es la esperanza que todos los que estamos acá tenemos”.
Este cronista se mueve y recorre la plaza repitiendo las mismas preguntas. Cada tanto y a cuento de nada estallan aplausos acá y allá, en diferentes sectores, que despabilan a los exhaustos que de pie aguardan el discurso presidencial.
Todos, hombres, mujeres, jóvenes, adultos, y ancianos, han llegado hasta ahí a expresar gratitud. Hasta el joven más morocho, oriundo del conurbano (blanco fácil y predilecto para los prejuicios) es capaz de elaborar un punteo de al menos cinco ítems sobre por qué se está agradecido con la presidenta saliente. Ese también tiene que ver con el famoso “empoderamiento del pueblo” o “construcción del poder popular”. Los temas más nombrados son las jubilaciones, la AUH, y las mejoras en las condiciones económicas.
Isolina de Caseros reparte unos volantes impresos por ella misma; cortitos y al pie: “Gracias Cristina. Ahora en cada barrio, calle por calle, junto al pueblo defendiendo nuestras conquistas…” Ante la pregunta sobre el rol político que jugará Cristina después del 10 de diciembre agacha la mirada, vuelve a encender un cigarrillo que se le había apagado, mira a los ojos del cronista y dice “y…yo creo que si pretenden avanzar sobre nuestros derechos ella va a estar ahí para defenderlos”.
Estela de Olivos tiene alrededor de 50 años y cuando se le pregunta sobre el por qué de las “GRACIAS” su respuesta es contundente, “por la pasión y por la entrega, por predicar con el ejemplo que la patria es el otro”.
Ramón vive en La Plata, es editor independiente, “más allá de lo que Cristina decida –dice- hay una base social fortalecida”. Dos preguntas simples “¿por qué las GRACIAS?” y “¿Qué cree que va a hacer Cristina una vez concluido su mandato?”. Las respuestas son variadas, pero una palabra parece atravesar transversalmente todos los testimonios: esperanza.
El reloj marca las 18:30 la Plaza de Mayo ya está colmada y desde la Av 9 de julio sigue llegando gente. Este cronista demorará más de 40 minutos en caminar desde Lima hasta la Catedral. Un número estimado, a ojo de buen cubero: alrededor de 500 mil personas. La masiva convocatoria sorprende hasta los propios participantes: “¿Y cómo no vamos a ser un montón si somos la mitad más uno?” –dice un muchacho, “la mitad menos uno, amor” –lo corrige ella con timidez y por lo bajo; él exacerbado le retruca “no, somos la mitad más un par de ciegos que se equivocaron de boleta en el cuarto oscuro”; ella sonríe ante la obstinación. Pensando hacia el pasado y hacia el futuro no se encuentra con facilidad un líder político que haya sido o sea capaz de convocar a toda esa heterogeneidad de clases sociales, sectores etarios, y movimientos políticos. Sin dudas Cristina es la única capaz de convocar y conducir al conjunto variopinto del Pueblo Argentino; guste o no (a propios y extraños ese es un dato de la realidad de que habrá que hacerse cargo a partir de ahora).
Son exactamente las 19:15 cuando comienzan a entonarse las estrofas del himno nacional. Junto al presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Cristina Fernández inaugurará el busto del ex presidente Néstor Kirchner. Enormes cantidades de gente todavía siguen llegando a la plaza y apuran los pasos y hasta arrancan a las corridas cuando por el bullicio y los aplausos desde los bares de la Avenida de Mayo advierten que el acto ha dado inicio.
Alrededor de las 19:45 Hs Cristina sale al escenario montado en la puerta de la Casa Rosada. Como es costumbre suya, su discurso tendrá un claro sesgo institucional. Una extensa enumeración de las conquistas alcanzadas en la llamada “década ganada”: 5,4% de desocupación (el índice más bajo de los últimos 50 años), la reciente restitución del nieto 119 y la política de Memoria Verdad y Justicia, el nivel más bajo de desendeudamiento respecto del PBI, las paritarias libres, la AUH, las nuevas universidades, el fortalecimiento de las economías regionales. También se tomará su tiempo para burlarse del vergonzoso teje y maneje de los últimos días: “he visto muchas medidas cautelares, contra la ley de medios, contra decretos presidenciales, pero lo que nunca me imaginé en mi vida es que íbamos a tener un presidente cautelar durante 12 horas”. En ese momento estalla un aplauso ensordecer y el cántico “Macri sos cagón, sos cagón, Macri sos cagón”.
Cristina Kirchner dirá en su último discurso como Presidenta de La Nación que después de doce años termina un gobierno que es capaz de despedirse “mirando a los ojos de los trabajadores, de los jubilados, y de los más humildes”, y a modo de desafío invitó al próximo gobierno a despedirse dentro de cuatro años en las mismas condiciones.
Son más de las 11 de la noche y la gente todavía no termina de desconcentrarse del todo. Me llega un mensaje de «guasap» donde me cuentan que en Plaza Once, en la esquina de Jujuy y Rivadavía, un grupo de 40 personas se amontonó esperando el cambio a verde del semáforo y ante un bocinazo cualquiera espontáneamente estalló en el canto “oh, vamos a volver, a volver, vamos a volver”. La misma escena se repite minutos antes en 9 de julio y San Juan. La misma escena se repite en diferentes partes de la Capital y del País. El pueblo no se vuelve a la casa, solo regresa para estar descansado. Una única persona puede convocarlos y se llama Cristina Kirchner, es una ingrata y enorme responsabilidad para una mujer que entregó hasta lo que más amaba en estos doce años de gobierno, pero como ya dijo Antonio Machado: “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.

Mariano Ernesto
