La peor forma de entrarle a una crisis es esperar lo que no va a suceder. No. El virus no nos iguala. No tenemos derecho a esperar eso.
La cuarentena es para todos, pero no todos la transcurrimos con las mismas posibilidades y recursos. Esa desigualdad no desaparece por arte de magia viral.
Dos ejemplos históricos prácticos.
1- La bellísima declaración de derechos humanos de la revolución francesa «libertad, igualdad y fraternidad para todos los hombres» no era para tomarla literalmente;
En 1804 Haití, en la colonia más rica de Francia, los ejércitos metropolitanos ahogaron en sangre un rebelión de los esclavos negros que se tomaron en serio que esa declaración los incluía y fundaron la primer República independiente en América Latina.
2- Muchas veces se dice que cuando la crisis se manifiesta, aparece la «verdadera naturaleza de las personas». Sin creer en que la humanidad tenga una naturaleza preconcebida, sí podemos afirmar que en esas instancias extremas quedan al desnudo los intereses de las personas y las clases, en un determinado contexto de las relaciones sociales.
Y si no veamos la opinión a finales del siglo XIX de Cecil Rhodes, empresario inglés radicado en Sudáfrica, promotor de la expansión de los intereses coloniales británicos y del predominio del sector empresario en la administración de los asuntos públicos. Su pensamiento y actividad racista, esclavista y explotadora no impidió que el Imperio británico lo reconociera dando su nombre a dos provincias que hasta finales de la década de 1950 (!) se denominaron Rodhesia del Norte (hoy Zambia) y Rodhesia del Sur (hoy Zimbabwe):
“Estaba ayer en el East End (barrio obrero de Londres) y asistí a una reunión de parados. Escuché fuertes discusiones. No se oía más que un grito: ‘¡Pan, pan!’. Al revivir toda la escena cuando regresé a mi casa, me sentí todavía más convencido que antes de la importancia del imperialismo…
La idea que más querida me es, es la solución del problema social, a saber: para salvar a los 40 millones de habitantes del Reino Unido de una mortífera guerra civil, nosotros, los colonizadores, debemos conquistar nuevas tierras para instalar en ellas el excedente de nuestra población, encontrar nuevas salidas a los productos de nuestras fábricas y nuestras minas. El Imperio, como he dicho siempre, es una cuestión de estómago. Si queréis evitar la guerra civil tenéis que convertiros en imperialistas”.
Entrar a una crisis esperando que las diferencias sociales y de clase se diluyan es de una ingenuidad digna de mejores causas.
Por eso el tema no está en desear ni esperar que los distintos colores de la sociedad se fundan en uno solo, sino procurar que la (nuestra acción) acción política alcance a ser aquella “iluminación general en la que se bañan todos los colores y [que] modifica las particularidades de éstos”. Ese es el corazón del problema político y de la construcción de subjetividad.
Más claro echale alcohol en gel.