De La Patria es el Otro, a La Patria es el Offshore

Asistimos en estos días, a una “fuerte lucha”, liderada por empresas multinacionales, beneficiarias de negocios relacionados a los medios de comunicación masiva, contra la “pandemia de corrupción” que azota América Latina y que incluye solamente, según ellos, a Presidentes, Vicepresidentes, ex Presidentes, ex Vicepresidentes, y otras “nefastas personalidades”. Todas ellas vinculadas a la misma ideología política que diera origen a la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), y a la década de mayor inclusión y bienestar de los sectores populares suramericanos.

Aunque parezca increíble, este formato de descalificación política, a partir de masivas y las mas de las veces, falsas acusaciones de corrupción es muy viejo en nuestra región. Siempre se utilizo para evitar discutir sobre el alcance de las políticas públicas, y su impacto en el mejoramiento o el empeoramiento de la calidad de vida de nuestros pueblos.

Las acusaciones de corrupción, esconden en realidad una limitación de los sectores minoritarios de nuestros países. Los que incapaces de defender conceptualmente políticas públicas claramente perjudiciales para las mayorías populares, utilizan este viejo mecanismo de las acusaciones al “pasado corrupto” para evitar discusiones políticas más profundas sobre sus medidas de gobierno del presente.

Los que incapaces de defender conceptualmente políticas públicas claramente perjudiciales para las mayorías populares, utilizan este viejo mecanismo de las acusaciones al “pasado corrupto” para evitar discusiones políticas más profundas sobre sus medidas de gobierno del presente.

Esta mirada sesgada, de la calidad de nuestra democracia, también tiene apoyatura internacional. Organizaciones creadas al influjo de los tiempos de mayor vigor del Consenso de Washington cumplen una tarea central, y entre ellas Transparency International va a la vanguardia. Con sede en más de 100 países, financiamiento de bancos y multinacionales diversas, y centralidad desde Estados Unidos, se presenta a sí misma como “una organización de la sociedad civil global que dirige la lucha contra la corrupción”. En otras palabras no dichas, su misión real es abrir nuevos mercados a las multinacionales, acusando de corrupción a los gobiernos que se les resistan y, en definitiva, favorecer la globalización económica y los negocios de las empresas que la financian.

Aunque dice ser una organización no gubernamental, Transparency International es un organismo dependiente de la National Endowment for Democracy (NED), la principal agencia de intervención legal de los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña. Transparency International fue creada por Peter Eigen, un jurista alemán que trabajó 25 años en el Banco Mundial antes de convertirse en consultor de la Fundación Ford. Eigen administra ahora Crown Agents, una empresa privada británica a cargo de “ayudar” a los gobiernos extranjeros en el proceso privatizador. Crown Agents y Peter Eigen, participaron de modo activamente justificatorio, en la privatización de la economía iraquí bajo la ocupación anglosajona.

En el marco de este debate, varias personalidades latinoamericanas, vienen construyendo un modo de enfocar el problema de la calidad de la democracia, la desigualdad y la corrupción desde otro lugar conceptual.

A la cabeza de esta mirada se encuentra el Papa Francisco, quien nos señala con claridad que “…la desigualdad es el terreno fértil para la corrupción y el narcotráfico…”.

El sacerdote jesuita chileno Felipe Berríos, va un poco más allá “…cuando la política está en el suelo, y esta desprestigiada, los que ganan son los poderosos. Son los grupos de poder que han estado siempre, por eso debemos interrogarnos sobre eso. Independientemente del trabajo de la justicia y de aquello que se haga, lo que está pasando es más que un hecho de corrupción. Porque si fuera sólo un hecho de corrupción, se termina castigando a quienes lo cometen. Es más que una corrupción, hay algo que es mucho más profundo y mucho más grave: la verdadera corrupción de la región es la inequidad social…”.

…cuando la política está en el suelo, y esta desprestigiada, los que ganan son los poderosos.

El mexicano Ricardo Fuentes Nieva, del Centro de Estudios Espinoza Yglesias señala “…cuando las leyes empiezan a beneficiar a unos pocos y crece la desigualdad, es difícil que sobreviva un sistema democrático bajo un esquema de tal concentración de la riqueza”.

Pero fue el ex Presidente Argentino Arturo Frondizi, muy citado como ejemplo a seguir en estos días, quien en su gran libro “Estrategia y Táctica del Movimiento Nacional”, publicado en 1964, dedicó un capítulo al tema, titulado “La corrupción, pretexto para derribar gobiernos populares”. Allí recopiló la historia de estas conspiraciones que vienen desde el fondo de nuestros tiempos como país. En ese libro también trabajo el abuelo del actual Ministro del Interior Argentino, Rogelio Frigerio, y allí Frondizi razona de una manera que mantiene una vigencia llamativa.

Frondizi nos decía “…no ha habido hazaña -militar,política,económica,cultural- de trascendencia para el afianzamiento de nuestra nacionalidad argentina y para el acrecentamiento de su patrimonio material y espiritual , que no haya sido objeto de las más irresponsables campañas de difamación tendientes a invalidarlas, menospreciarlas o postergarlas…”

En el párrafo, denominado La Historia se Repite, Frondizi nos recuerda un episodio poco conocido de nuestra historia. Juan Manuel Beruti, hermano del más conocido Antonio Luis Beruti, militar revolucionario que participó en la Revolución de Mayo, nos lo cuenta en su libro Memorias Curiosas, que vuelve a citar Arturo Frondizi “…en los albores de nuestro origen, en 1813 se creó una Comisión Investigadora, destinada a “juzgar los actos de corrupción acaecidos en el pasado reciente” y aunque parezca insólito porque de tan burdo es poco conocido, se sentó entonces en el banquillo de los acusados entre otros, a Manuel Belgrano, a Mariano Moreno (post morten), a Cornelio Saavedra y a Juan Jose Paso…”.

Como Frondizi señala “…estas sabias reflexiones de Beruti demuestran que hace siglo y medio ya se conocían las tácticas políticas basadas en la denigración gratuita del adversario y había quienes eran capaces de desentrañar sus ocultos designios. Es lamentable, entonces, que esa práctica desleal haya llegado intacta hasta nuestro días y que las calumnias que antes se lanzaron contra los próceres de nuestra independencia y organización nacional, desde San Martín hasta Rosas y Urquiza, se hayan repetido contra gobernantes contemporáneos y siempre con el mismo propósito denunciado por Berutti “Acarrearles el odio público, que su partido y amigos no pudiesen revivir y el gobierno que reemplazaba al caído se pudiese sostener sin temor de que los caídos pudiesen voltearlo…”

Algunos ejemplos de estas situaciones, en nuestro pasado más reciente, son muy elocuentes. Uno de ellos es el de Lisandro de la Torre, a quien  estuvieron a punto de asesinarlo en el Senado de la Nación cuando desnudaba las maquinaciones de los monopolios exportadores. Pero si esa vez falló el intento que abatió en cambio a uno de sus discípulos más queridos, el arma más sutil y menos riesgosa de la calumnia se había ensañado antes con Lisandro en ocasión de su candidatura a presidente. Todos recordamos el libelo publicado por un ex socio de don Lisandro, con quien mantenía una controversia judicial, en el que se formulaban acusaciones indignas contra el candidato presidencial y que tuvo amplia acogida en la prensa y en los círculos que auspiciaban la candidatura rival. El doctor de la Torre replicó eficazmente al calumniador, pero siempre guardó su amargo recuerdo del episodio.

El ministro del interior del gobierno de facto, surgido del Golpe de Estado de 1930, Matías González Sorondo, afirmó dos días después del triunfo del golpe que “…una horda, un hampa había acampado en las esferas oficiales y plantado en ellas su acampe de mercaderes, comprándolo y vendiéndolo todo, desde lo más sagrado hasta el honor de la patria…”

Y el senador Benjamín Villafañe, en pleno recinto de la cámara alta, de modo bochornoso señaló “…al yrigoyenismo lo forman ciento diez mil prontuariados en la sección Robos y Hurtos, sesenta mil pederastas y cincuenta mil más que viven al margen de la ley, del juego y la explotación de mujeres…”

Con el peronismo, la crueldad fue mucho mayor, y más lastimoso todavía, fue el rol al que se prestaron partidos políticos y hombres presuntamente dedicados a la causa popular, cuyos propios líderes y ellos mismos fueron víctimas años después, de la calumnia y la injuria cada vez que, desde el gobierno o desde la oposición, ponían en peligro las posiciones y los privilegios de las minorías.

La Creciente Desigualdad del Presente es la Corrupción que Amenaza la Democracia, como lo demuestra el último gran trabajo del economista francés Thomas Piketty. Allí señala que el crecimiento económico no va en sintonía con la reducción de la desigualdad, a pesar de que a través de años de repetición del “VIEJO CUENTITO DEL LIBRE MERCADO” se nos dice que todos, ricos y pobres, suben como las gotas de una ola, cuando crece el Producto Bruto. Esto es en la práctica ha resultado una total farsa, repetida sin cesar por medios de comunicación y economistas a sueldo del sistema financiero internacional. Piketty pudo probar la creciente desigualdad, luego de haber hecho una minuciosa investigación empírica de antecedentes fiscales sobre un período de más de dos siglos, para cuestionar desde esa certeza este postulado de la “RELIGIÓN CAPITALISTA”.

Con el peronismo, la crueldad fue mucho mayor, y más lastimoso todavía, fue el rol al que se prestaron partidos políticos y hombres presuntamente dedicados a la causa popular, cuyos propios líderes y ellos mismos fueron víctimas años después, de la calumnia y la injuria cada vez que, desde el gobierno o desde la oposición, ponían en peligro las posiciones y los privilegios de las minorías.

Es indudable, a esta altura de los tiempos, que la máxima expansión de la democracia moderna se dio en el ESTADO DE BIENESTAR en Europa, después de la Segunda Guerra Mundial, donde se consiguió con un profundo espíritu igualitarista, producto de la intervención estatal, defender una Democracia Plena, compatible con el Capitalismo. Lo que ha sucedido sin embargo, como demuestra Piketty, en estos últimos 40 años, profundizado aún más en los últimos 10, es justo lo contrario.

De esa situación, podemos deducir claramente que la verdadera amenaza de la Democracia el mundo, es el hecho de que sólo 62 personas poseían la mitad de la riqueza de todo el mundo a fines de 2015. Aun economistas pro capitalistas del pasado como el propio Adam Smith señalaron los vínculos virtuosos entre la repartición de la riqueza y la estabilidad democrática. Del análisis de Piketty resulta que hoy, así como ocurrió un siglo atrás, asistimos a una concentración monumental de la riqueza en los países desarrollados, sobre todo en los Estados Unidos. Los niveles de desigualdad actual se parecen mucho a los niveles que existían en las sociedades patrimoniales de finales del siglo XIX, y los peligros para la Democracia son enormes si no se corrigen estas corruptas desigualdades.

Esta opinión de Piketty, también es compartida por otros economistas que han mocionado lo mismo, entre ellos los dos premios Nobel de economía Paul Krugman y Joseph Stiglitz. Sin embargo hay una tendencia del mundo neoliberal a negar este debate y suponer que el sobreprecio de una licitación es el principal problema que impide el acceso a la salud, a la educación, a la seguridad alimentaria, a la vivienda y a los derechos modernos que debieran poseer todos los ciudadanos y ciudadanas alrededor del mundo.

Por el contrario, de la crueldad impresentable del capitalismo financiero, presenta en estos días, una de sus caras más bochornosas con el escándalo de las  sociedades offshore. Falsas empresas que se caracterizan por estar registradas en un país, que habitualmente es una guarida de evasores, en el que no realizan ninguna actividad económica o comercial. Sus dueños son ciudadanos extranjeros, que llevan a cabo sus negocios en otras partes del mundo y que utilizan este formato, insólitamente legal aún en muchos lugares,  con el único propósito de esconder fortunas y evadir impuestos, de capitales no siempre bien habidos.  Dinero, que, por supuesto, se transacciona  ocultando la identidad mediante switcheo electrónico.

Los mal llamados paraísos fiscales, que en realidad no son más que guaridas para evasores y poseedores de fortunas inconfesables, son la punta de un iceberg que esconde el formato institucionalizado de la corrupción estructural de nuestro presente, donde los más ricos del planeta ni siquiera quieren pagar impuestos, que ayuden a que otros seres humanos, tengan la oportunidad de vivir como tales.

Lo que se demuestra una vez más palmariamente con la aparición publica de los denominados Panamá Papers, es que la concentración de la riqueza pone en peligro la estabilidad democrática, tal como ocurrió hace un siglo.

Los mal llamados paraísos fiscales, que en realidad no son más que guaridas para evasores y poseedores de fortunas inconfesables, son la punta de un iceberg que esconde el formato institucionalizado de la corrupción estructural de nuestro presente, donde los más ricos del planeta ni siquiera quieren pagar impuestos, que ayuden a que otros seres humanos, tengan la oportunidad de vivir como tales.

Los grandes problemas económicos, como el de la repartición de la riqueza, son hoy fundamentalmente problemas éticos y políticos, y ya no de estricta escasez de bienes y materias primas como en tiempos pasados. Por eso es obvio que la economía es un asunto demasiado importante para dejarla en manos de la tecnocracia económica global, vinculada a los intereses de una extrema minoría, que ostenta hoy el poder financiero global.

Es imprescindible para combatir la corrupción, crear un impuesto global al capital; eliminar las guaridas de evasores mal llamadas paraísos fiscales; limitar los dineros privados que llegan a las campañas políticas; crear nuevas instituciones supranacionales con capacidad de controlar los capitales globalizados e impulsar campañas vinculadas a la igualdad y no a la pobreza, ya que esta es imposible de combatir sin combatir la extrema concentración de la riqueza que es lo que la genera. Es decir un mundo interviniente y no un mundo impávido observando una obscena concentración de dinero, que ignora los criterios fiscales de los países y la solidaridad humanitaria elemental.

Es imprescindible para combatir la corrupción, crear un impuesto global al capital; eliminar las guaridas de evasores mal llamadas paraísos fiscales; limitar los dineros privados que llegan a las campañas políticas; crear nuevas instituciones supranacionales con capacidad de controlar los capitales globalizados e impulsar campañas vinculadas a la igualdad y no a la pobreza

Hoy, como dijeran las organizaciones de trabajadores de la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur hace poco tiempo, es necesario luchar por la democracia en nuestra región. Treinta años después de obtenida, las estrategias de las fuerzas conservadoras propias y foráneas para desestabilizar a los gobiernos populares son más sofisticadas y penetran sutilmente a nuestros pueblos para generar un clima de malestar en la ciudadanía.

Los gobiernos que tuvimos estos años, en Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Venezuela y Uruguay avanzaron –aún con sus aciertos y errores- trabajaron duro y exitosamente en la reducción de desigualdades, en el mejoramiento del nivel de vida de los sectores populares, es su acceso a la salud y la educación, en la búsqueda de la soberanía económica y política respecto de los grandes grupos hegemónicos y de la gobernanza global neoliberal.

Esa y no otra es la fuente verdadera de oposición que ha exacerbado a los poderes fácticos económicos y políticos contra ese proceso. Las acusaciones masivas de corrupción, donde nunca aparecen involucrados funcionarios de empresas multinacionales, o de medios de comunicación, muestran centralmente, la existencia de escenarios comunes de defensa del statu quo, injusto y corrupto.

En este tiempo, es más necesario que nunca, tener consciencia de que la lucha por la democracia sigue tan vigente como hace treinta años y que la lucha contra la corrupción, es la lucha por una democracia más profunda, con igualdad de todos sus pueblos, defendiendo la ampliación de derechos civiles, políticos, sociales y económicos que hemos logrado en estos tres lustros de democracia, condenando con firmeza política, a empresarios corruptos preocupados por la acumulación desenfrenada de sus riquezas, a costa de la ética y de la ley, como también a los funcionarios estatales corruptos, incapaces de cumplir con el mandato popular.

Es más necesario que nunca, tener consciencia de que la lucha por la democracia sigue tan vigente como hace treinta años y que la lucha contra la corrupción, es la lucha por una democracia más profunda, con igualdad de todos sus pueblos

El paso de la PATRIA ES EL OTRO,  a la PATRIA ES EL OFFSHORE no parece sin embargo, ser el camino más adecuado para este objetivo.

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Marcelo Brignoni

Diputado Mandato Cumplido de la Provincia de Santa Fe, República Argentina

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