La realidad terminó por sepultar la promesa de campaña de eliminación del impuesto a las ganancias. En su lugar, el año termina con la amenaza de un veto presidencial al proyecto aprobado por la cámara de diputados, y el posterior «pedido» a las provincias para que condicionen la votación de sus senadores nacionales.
Finalmente, y como muestra de la tan proclama demanda de calidad institucional, ayer por la noche, el massismo y el oficialismo acercaron posiciones durante una cena en la casa particular de Sergio Massa. Una demostración cabal del particular funcionamiento de las instituciones argentinas.
Lejos del Congreso de la Nación o del Ministerio de Trabajo, Sergio Massa acompañado por los diputados Graciela Camaño y Marco Lavagna, recibieron en el barrio Isla del Sol al ministro del Interior Rogelio Frigerio, al vicejefe de Gabinete, Mario Quintana y los diputados Emilio Monzó, Nicolás Massot y Luciano Laspina.
Con sushi de por medio, los aspectos más salientes que se pusieron sobre la mesa del encuentro fueron un mínimo no imponible cercano a los $ 40 mil para los trabajadores casados con hijos, la posibilidad de eximir del pago de Ganancias los viáticos y algunos adicionales por horas extras y actualización automática anual de los mínimos por RIPTE, tal como proponía el dictamen original del Frente Renovador.
Uno de los ítems discutidos fue el pedido del massismo para agregar cuestiones vinculadas al pago del aguinaldo y las horas extras, un recado expreso de Diego Bossio y Oscar Romero, del Bloque Justicialista.
También el encuentro sirvió para plantear que el nuevo proyecto de Ganancias contemple deducciones adicionales, un 20% más para los trabajadores de la Patagonia, una nueva deducción de alquileres, deducción adicional para hijo con discapacidad, que paguen el impuesto solo los jubilados de privilegio, con haberes superiores al máximo del SIPA, es decir más de $ 42.000 mensuales y la duplicación de las escalas de facturación de los monotributistas.
