La ex gobernadora dejó tierra arrasada. Afirmación certera que debía traducirse en una progresiva implosión de Cambiemos en territorio bonaerense, sea esto por las diferencias internas en la otrora coalición oficialista; por la seducción a espacios abiertos al diálogo como los que nuclean Emilio Monzó y Gustavo Posse; o simplemente por la necesidad de recursos para intendentes como Diego Valenzuela o Julio Garro.
La ley impositiva 2020 que envió Axel Kicillof a la legislatura bonaerense nació con un pecado capital. Presumió de ostentar la razón desde un punto de vista macroeconómico pero careció del ejericio básico de la política para reunir consensos y fragmentar los disensos.
El primer traspié en la cámara de senadores dejó una conclusión: el gobernador perdió la pelea por la narrativa y la ley que busca traer orden a una economía declinante por la herencia de Macri y Vidal, terminó encasillada bajo la compleja etiqueta del «ajuste» y la «desproporcionalidad».
Más allá del efecto económico sobre las cuentas de la provincia de Buenos Aires, el efecto del traspié parlamentario se traduce en la impensada unificación y homegenización de Cambiemos justo cuando el derrotero político lógico se pensaba más cercano a la fragmentación del vidalismo.
Kicillof pecó de un error de implementación que habla de su esencia. El hermetismo con el que acumuló poder político, más asociado a la delegación de imagen de Cristina Fernández que a la construcción de grandes consensos lo terminó esmerilando a menos de un mes de su asunción. Una máxima que deberá tomar el gobernador, el método que fue certero para la campaña electoral, no necesariamente lo será para la gestión de gobierno.
Por su parte, la falta de voceros políticos con capacidad de intervención en la agenda pública será un punto sobre el que deberá trabajar Kicillof, que más allá de contar con un gabinete provincial con gran homogeneidad deberá construir figuras de relevancia para mediar en la opinión pública.
Algo de esto se vio el fin de semana cuando los intendentes del Frente de Todos salieron en masa a respaldar la ley cuestionando a la oposición por el intento de mellar la gobernabilidad de una provincia quebrada economicamente. Un acierto que llega tarde y que no logró romper el bloque de intendentes y legisladores de Cambiemos.
El gobernador tendrá su ley pero previamente deberá aceptar modificaciones que erosionarán los recursos económicos de la provincia. La luna de miel se esfumó para Kicillof y terminó favoreciendo a una Vidal que descansa en París mientras la provincia vive las consecuencias de su penosa gestión de gobierno. Paradojas de la política, quizás los intendentes tan corridos de la centralidad política, ganen musculatura con el traspié parlamentario del Frente de Todos.