Por Lucio Fernández Mouján
Luego de la derrota electoral el Frente para la Victoria fue viviendo distintos desmembramientos, cuyo reflejo imperfecto puede identificarse en la fragmentación del bloque de diputados nacionales. A partir de estos hechos, los debates giraron en torno a la estructura interna de la fuerza y muy poco hacia el porqué de la derrota y hacia cómo construir una fuerza que frene el retroceso social que se vive desde la asunción de Macri y gane en las elecciones futuras.
La pregunta a formularse debe ser sobre cómo construir una fuerza electoralmente competitiva antes de preguntarse con qué actores políticos. Debe pensarse sobre qué fuerzas sociales y qué reivindicaciones tomará. Dicho de otro modo, la articulación de una nueva hegemonía, como plantea Alejandro Grimson no gira en torno al ordenamiento interno de la fuerza, sino a pensar una agenda hacia el futuro, enlazando nuevas demandas sociales que vuelvan a enamorar al electorado.
En un artículo de esta semana Nicolás Tereschuk recupera la historia del peronismo desde la vuelta de la democracia en esta clave. Cómo hizo el peronismo, luego de una derrota electoral para levantarse de las cenizas y volver a ganar elecciones: articuló demandas sociales. La Renovación Peronista, encabezada por Antonio Cafiero en 1983, retomó la valoración social que había en ese entonces por la democracia y condenó la violencia política. A su vez fortaleció el partido político como instancia de representación y buscó modernizarlo tomando como modelo la socialdemocracia europea. Carlos Menem se encargó de las demandas de estabilización y modernización burocrática y Néstor Kirchner de aquellas vinculadas al pueblo trabajador y la lucha de los organismo de derechos humanos.
A párrafo seguido se pregunta cuáles son las demandas a expresar en el futuro. Y enuncia, a modo de pregunta, “¿serán las de la transparencia, el cuidado del medio ambiente, la reformulación de los mecanismos de participación ciudadana, como parece marcarlo la coyuntura (…)?”.
Si bien son planteadas como interrogantes, nos parece interesante discutir esos aspectos señalados en torno a dos preguntas básicas vinculadas a dos premisas sencillas, muy relacionadas entre sí. Por un lado, una expresión política que pretende identificarse como oposición al actual gobierno debe proponerse como algo distinto al gobernante. Por el otro, el deber de buscar representar a sectores sociales que no se sientan interpelados por el actual gobierno. Sobre estas premisas, las preguntas se desprenden: ¿qué demandas son las que articula el macrismo? ¿Qué sectores sociales deberían ser la “columna vertebral” de la fuerza política que debería oponérsele?
En cuanto a la primer pregunta, con sólo siete meses de gestión se pueden identificar tres ideas: el “sinceramiento de la economía”, el diálogo y la pelea contra la corrupción. Sobre esto, quizá la mejor hipótesis que ayuda a pensar es la desarrollada por Martín Rodríguez, que podría sintetizarse en la frase López es el segundo semestre del gobierno de Cambiemos. Ante la falta de una recuperación económica y ante una transición relativamente ordenada, la forma de “nacer” como gobierno y romper con el pasado es pararse en el eje corrupción.
Si al eje transparencia se le suma que el gobierno del PRO en la Ciudad es eco-friendly (aunque es claro que la lucha por el medio ambiente a nivel nacional toca intereses muchos más importantes que a nivel local) y está en camino una reforma del sistema electoral, parece que las nuevas demandas sociales planteadas por uno de los creadores del blog Artepolítica están bastante relacionadas con el actual gobierno. Hay que incorporarlas, pero hay que buscar otras.
El “sinceramiento de la economía” puede dar resultados, pero sólo para un sector social, el más alto. Una de las claves, una de las demandas que empiezan a aparecer en el nuevo gobierno puede cristalizarse la frase enunciada por varios dirigentes sociales: “ni una medida para los laburantes”.
Hace pocos días, en la entrevista telefónica con Roberto Navarro, Cristina Kirchner, tomando distancia de la coyuntura política, dijo que a la oposición le están faltando ideas. Días atrás, el ex viceministro de economía, Emanuel Álvarez Agis dijo –a modo de autocrítica- que, entre otras cosas, la informalidad laboral era una cuenta pendiente.
La etapa kirchnerista logró tomar como uno de sus ejes principales, o una de las demandas, la recuperación del empleo. Ayudó a que se crearan más de tres millones de nuevos puestos de trabajo registrado y a descender la informalidad de más de un 48% al un 31%. Sin embargo, este proceso de detuvo en un número alto de trabajadores sin soporte legal.
La relación entre el empleo formal y el informal es muy fuerte. Como señala Juan Grabois, dirigente de la CTEP y uno de los principales referentes de la lucha de los cartoneros, la pérdida de empleos formales como está sucediendo en la actualidad repercute en la informalidad desde dos ángulos: por la pérdida de clientes para el trabajador de la economía popular y porque los que se quedan sin trabajo formal se vuelcan a lo informal, ampliando la competencia interna.
De este modo, sin tener datos actualizados, pero mirando lo que viene sucediendo con el nuevo gobierno y teniendo en cuenta que la informalidad ya era alta durante la etapa kirchnerista, no cabe dudas que aquí hay una demanda social importante. Un sector social en creciente aumento que, atendiendo a la segunda pregunta formulada más arriba, debe ser tenido en cuenta por una expresión política opositora.
Hace pocos días, la mesa nacional del Movimiento Evita elaboró un documento que toca diversos puntos. Sobre el final, analiza la nueva realidad a partir de las transformaciones del capitalismo global. Un capitalismo cada vez más desregulado y tecnificado que expulsa a la gente fuera del mercado formal del trabajo. Ya no es la fábrica la que soluciona todos los problemas. “La nueva cuestión social se central en la crisis del empleo, en la exclusión de una franja social impulsada hacia los márgenes de la sociedad y condenada a vivir en la informalidad, a inventar su propio trabajo, sin patrón y sin tutela legal”.
Los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner avanzaron mucho en la mejora en las condiciones de vida de los sectores populares, pero en muchos aspectos la sintonía fina quedó a medio camino. El gobierno de Cambiemos no retomó las demandas de los más humildes, sino de los que tienen los más altos ingresos. Es verdad de Perogrullo que las demandas que deba tomar una nueva oposición va en el sentido opuesto al del gobierno actual, va en un mayor avance respecto a los gobiernos del Frente para la Victoria, va en tomar la bandera de los laburantes y, sobre todo, en la de aquellos que están fuera del mercado formal del trabajo.

Lucio Fernández Mouján
