Por Heriberto Deibe
En los últimos meses, desde el gobierno dejaron trascender, por todos los medios a su alcance, que el problema de la Argentina eran los costos laborales. Esto, dicen, sería la causa de la falta de competitividad. Nada dicen de los costos tributarios (insoportables, por cierto). Tampoco de la logística, ni del costo del capital. Es casi una omisión al artículo 14 bis de la Constitución. Con este pretexto, el tercer gobierno radical recurre a la fórmula de precarizar el empleo. Como si, al no saber generar riqueza, sólo queda administrar la pobreza.
Veamos. Esto comenzó en noviembre pasado, con la propuesta de modificar Ganancias en marzo, junto con las paritarias. Recientemente fue el turno mediante DNU a las ART, que podrán imponerse frente a la debilidad del trabajador incapacitado. A minutos de asumir como ministro de Hacienda, Nicolas Dujovne dijo: “tenemos impuestos, una justicia laboral y regulaciones laborales inviables”.
Mientras el artículo 14bis de nuestra Carta Magna asegura que el trabajo gozará de la protección de las leyes que confirman la jornada limitada, el salario justo, la obra social, el aguinaldo, las vacaciones, el derecho a huelga, el artículo 15 reza: “En la Nación Argentina no hay esclavos: los pocos que hoy existen quedan libres”.
Mientras nos debatimos en estas lides, el tercer gobierno radical pareciera pretender que los trabajadores deben ser quienes hagan el sacrificio para que hagan su ingreso aquellos que están fuera del mercado laboral. En síntesis: los que tienen poco, deben hacer el sacrificio por los que no tienen nada. Las mesas de diálogo se confunden con un “Me Gusta” en Facebook. Una de las últimas de diciembre, cuando el gobierno citó a empresarios para comprometerse a no despedir, dio gracia y a la vez desesperanza.
Hace casi un año, un estudio del Observatorio Social de la UCA arrojó que en nuestro país el 34% de los habitantes se encuentra bajo la línea de pobreza, al tiempo que un 6% se encuentra en la indigencia. Con tamaños números, el gobierno tenía ya motivos suficientes para convocar a una mesa de diálogo donde deberían haber discutido trabajadores, organizaciones sociales, empresarios y partidos políticos con representación parlamentaria. Para esa época comenzó a rodar la palabra “competitividad”. En realidad, los sustantivos deberían haber sido “previsibilidad”, “solidaridad”, “recuperación”. No se puede ser competitivo sin ser solidario.
Pegarle a las clases más vulnerables en lugar de pensar, crear y discutir una reforma tributaria integral que tanta falta hace, es una siniestra teoría malthusiana para un país que produce alimentos para 400 millones de habitantes. Raro.