Podríamos centrarnos en las palabras del propio Mauricio Macri en sus Spots de Campaña donde prometía que iba a eliminar el impuesto a las Ganancias, o que no iba a devaluar nuestra moneda. Donde decía que no iba a subir los impuestos o que llevaría al país a la pobreza cero. También decía que no iba a echar trabajadores y que reactivaría la producción nacional. No nos podemos olvidar de la famosa lluvia de inversiones, del respeto a las instituciones, o del tan esperado segundo semestre.
Sin embargo, no son todas estas falsas promesas las que lo sitúan como “El Gran Impostor”. No, esa categoría se la colocan precisamente los grupos de poder para quienes él gobierna, grupos que ven cómo se diluye su sueño de los dos gobiernos del PRO. El problema de Mauricio no radica en el desencanto y malestar de los sectores medios y populares, radica en su propio entorno de poder que vislumbra la imposibilidad de continuar este proyecto para pocos, al ver como se diluye en sus propias manos la gobernabilidad.
El problema de Mauricio no radica en el desencanto y malestar de los sectores medios y populares, radica en su propio entorno de poder que vislumbra la imposibilidad de continuar este proyecto para pocos, al ver como se diluye en sus propias manos la gobernabilidad.
Podríamos hablar de la institucionalidad según el PRO, que arranco el año nombrando por decreto a los jueces de la corte suprema y los embajadores, despreciando, desde el inicio de su gobierno, el rol del Senado. También podríamos hablar de la designación de la militante del PRO, Laura Alonso, en la oficina anticorrupción, de las miles de incompatibilidades de los CEOS en el Gabinete Presidencial, del papelón internacional de querer designar a cualquier precio a Susana Malcorra en la Secretaria General de la ONU y luego rechazar los pedidos del mismo organismo ante la detención ilegal de la presa política, Milagro Sala. Podemos hablar del vergonzoso acuerdo con Inglaterra por las Islas Malvinas en función de la candidatura de la ya nombrada canciller, del escandaloso negocio de las LEBACS, de los asimétricos e ilegales aumentos de tarifas luego regulados por la corte o del escandaloso subsidio de 19.000 millones de pesos a las empresas eléctricas. Pero de nuevo, tenemos el reclamo de institucionalidad del único entorno que escucha el Presidente, de los sectores concentrados del Agro, de las Mineras y los sectores Financieros, que, ante el proyecto de Ganancias aprobado por los Diputados, le reclaman; previsibilidad, reglas claras y gobernabilidad para invertir.
Macri no representa una estafa para el pueblo, por qué nunca se esperó que gobierne para las mayorías. Él desprecia públicamente al populismo y no acuerda con los actos masivos, él está comunicacionalmente encapsulado en el limbo de las redes sociales, en las que detenta relación directa y “sin intermediarios» con los ciudadanos. Macri se aleja del contacto social hasta el paroxismo de la simulación de un viaje en colectivo.
Macri no representa una estafa para el pueblo, por qué nunca se esperó que gobierne para las mayorías.
Él sabe, y por eso elige con mucho recelo a su círculo íntimo, y de gobierno, que son lo mismo. Su política es definida por un grupo de amigos a los que conoce desde que va al colegio Newman. Entre sus más cercanos asesores también están presentes sus socios empresarios, con los que comparte las ganancias de los numerosos negocios que hace con los recursos del estado.
El gran problema de Macri es que su gobierno está resultando una estafa para el sector que pretende representar, el de los grupos concentrados de la economía, que ya dejaron de verlo como una continuidad en el cambio que necesitan para consolidar su proyecto de un país para pocos.
Resulta que el principal boicot de la gobernabilidad no es la oposición, está puertas adentro del PRO, son los que dejaron de creerle, el retiro espiritual opero en el sentido inverso como un retiro de fe. «Dime que detentas y te diré de qué adoleces»