El peso argentino se encamina a terminar el primer trimestre como la moneda que más se devaluó en el mundo, solo superada por el bolívar venezolano. Al cierre del 27 de marzo, ayer, el peso había perdido 14,25% frente al dólar desde comienzo de año. Esta caída se suma al 51% perdido en 2018, año en el que también ostentó el título de la moneda más devaluada del mundo emergente, excluyendo países con conflictos bélicos o crisis humanitarias.
Cuando comparamos lo que sucedió en la región, vemos que desde comienzos de año las monedas latinoamericanas acumularon pérdidas del 1,45% como el peso mexicano al 2,76% como el real brasileño. En general todas observaron una apreciación entre enero y febrero por el mejor clima internacional y en marzo vieron de nuevo que fuertes movimientos de capitales volvieron a devaluarlas.
En el caso de Brasil, la noticia de la detención de Temer magnificó la pérdida y dejó al real con una pérdida similar al de la lira turca, la otra moneda que en 2018 compartió el top 3 con el peso argentino y el bolívar venezolano de las más devaluadas.
«Es sencillo de entender por qué el peso argentino sufre más que el promedio de la región: el grueso del 16,6% que subió el dólar desde comienzos de año, obedece en 11 puntos porcentuales a la inflación acumulada hasta marzo inclusive y el resto compensa el 2,8% que devaluó Brasil, nuestro principal socio comercial. En este sentido no hay mucho espacio para que el dólar baje, pese a la política del Banco Central», explicó el economista Rodrigo Álvarez, CEO de la consultora Analytica.
«Todo esto en un contexto internacional en el que los mercados castigan y premian a los emergentes con mucha mayor velocidad. Hoy Argentina está financieramente integrada al mundo, pero no tiene ningún tipo de amortiguador que suavice la volatilidad de un mundo en el que surgen noticias como que Turquía pone control de capitales. Pero también en un contexto local muy especial: políticamente estamos en un año bisagra, lo que genera mucha incertidumbre; y económicamente estamos viendo la acumulación de desequilibrios de los cuales la inflación es solamente la punta del iceberg. Es esta trilogía de riesgo lo que hacen al peso argentino especialmente volátil. Es como una caja de resonancia que amplifica cualquier ruido que note el mercado», agregó el economista.
Así, el peso argentino en este mes recuperó la competitividad internacional cambiaria de fines de noviembre. La había perdido por la combinación de la estabilidad cambiaria y la alta inflación entre los meses de diciembre (2,6%), enero (2,9%), febrero (3,8%) y el probable 4% de marzo.
Con un 4% estimado para abril, los analistas no descartan que el dólar siga su sendero alcista. En este sentido, el economista Hernán Hirsch explicó que: «Es muy probable que la corrección del 51% del año pasado no haya alcanzado. En el caso argentino se mezclan varios ingredientes».
«Primero, un segundo acuerdo con el FMI que también pecó de optimista, aunque menos que el primero. Se creyó que se podía estabilizar la economía con un déficit de cuenta corriente de 2% del PBI en medio un clima de desconfianza muy grande y frente a un proceso electoral con alta incertidumbre sobre el rumbo económico del país. Segundo, y con el diario del lunes ya va quedando más claro, que la política económica elegida por el gobierno en el acuerdo con el FMI está lejos de ser la óptima. El programa monetario importa una tasa de sacrificio para lograr una baja de la inflación que está demasiado elevada», agregó.
«Y tercero, el reciente apretón monetario con meta cero de base hasta fin de año genera una dinámica del stock de Leliq explosiva, lo cual le quita la poca credibilidad que ya tenía la política monetaria. Naturalmente, todas estas vulnerabilidades se potencian con un programa económico que es transicional, el cual solo apunta a evitar que suba el dólar y un default antes de 2019, dado que elimina cualquier horizonte a futuro», concluyó Hirsch.