Macri y la devaluación de la democracia

I.

No quedan dudas que las últimas elecciones en la Argentina, han dado el inició a un giro político de profundo impacto para nuestras tierras. Este giro político viene acompañado de recetas económicas que afirmarán el sustrato dependiente de nuestra economía. Ahora bien, este ciclo ya vivido en nuestra historia presenta una novedad, que el mismo se da legitimado por un proceso electoral. El segundo dato de novedad es que asistimos a un proceso en el cual los dueños del poder económico ahora también son quienes detentan el poder político.

Es previsible que dicho poder económico exigirá a su personal político que cumpla de forma rápida con cada uno de los acuerdos públicos y privados realizados. Ellos no quieren esperar, nunca esperaron. Podemos inferir, que Mauricio Macri si quiere seguir gozando de cierta legitimidad, querrá atenuar alguna de las medidas para que no produzcan inmediatamente el impacto antipopular que las mismas encarnan. Pero se trata tan sólo de una especulación, ya que también existe la posibilidad, de que sigan moviéndose con su estilo estancieril y su profunda convicción de sentirse los dueños de la Argentina, actitud que los exime de tener que rendir cuentas al pueblo de sus acciones. Seguramente esta sea una de las tensiones que atraviesen constantemente a la gestión de Macri.

II.

Como vimos en la campaña la Alianza Cambiemos mutó su discurso a fin de ser más tolerable a un sector importante de la sociedad, logrando con éxito volver a un empresario en un pastor del Siglo XXI. Sin embargo, en la etapa que comienza Macri y sus CEOS se encuentran ante el desafío de convertir su cosmovisión pacata en hegemonía, de forma tal de poder avanzar con sus medidas de gobierno.

En función de lo que venimos observando, el nuevo discurso que se pretende instalar se asienta sobre la despolitización total de la sociedad, lo cual tiene como objetivo afirmar una democracia meramente formal, totalmente compatible con un capitalismo dependiente.

La despolitización propuesta se sostendrá sobre una nueva-vieja dicotomía para entender la realidad: “la Argentina se debata entre el pasado y el futuro”, tal como la afirma constantemente Iván Petrella. En esta nueva dicotomía quienes tenemos como horizonte una Argentina con inclusión, con una democracia social, con independencia económica, ocupamos el lugar del pasado resentido, siendo ellos el futuro promisorio. Ese futuro macrista, no es nada más que el neoliberalismo del pasado aggiornado al Siglo XXI, es el triunfo del paradigma de la eficiencia. Se trata de un futuro visualizado como neutral, objetivo, estrictamente racional, capaz de borrar la infelicidad que produce esa mirada atrasada del conflicto de intereses como vertebrador de la sociedad moderna.

El nuevo discurso que se pretende instalar se asienta sobre la despolitización total de la sociedad, lo cual tiene como objetivo afirmar una democracia meramente formal, totalmente compatible con un capitalismo dependiente.

Vaciado de contenido social el futuro, el cambio, la democracia, no es más que un postulado conservador, ya que se deduce que si hasta ahora no habíamos entrado en ese futuro ha sido producto de nuestras propias incapacidades innatas o del populismo, o de cualquier otro concepto que represente la irracionalidad y el exceso, un estigma común que han cargado sobre nuestros hombros las elites.

Por ejemplo, estos planteos los podemos observar con relación a las definiciones en materia de política científica y universitaria son muestras de la puesta en práctica de estos postulados.

III.

En el caso científico, la continuidad del Ministro Barañao dió la imagen que el nuevo presidente busca sostener lo bueno y cambiar lo malo. Muy bien advirtieron esto Jorge Aliaga y Eduardo Dvorkin : lo que se hizo bien en ciencia durante estos doce últimos años, fue porque se planteó primero y antes que nada un modelo de desarrollo nacional. Es decir, si no existiera esta base política-económica, nada bien se podría haber hecho en materia científica.

La despolitización propuesta con cambiemos triunfa porque en su mensaje la continuidad de la política científica alcanza con la continuidad del mismo Ministro. Pero además, si de acuerdo a su visión nuestro modelo de desarrollo soberano es un eslogan anticuado, cómo puede ser buena nuestra política científica que justamente se inspiró como un apuntalador de ese proyecto. Bajo esta lógica subyace esa visión neoliberal y tecnócrata en la que las diferentes áreas del Estado pueden desguarsarce por partes y ser evaluadas por separado.

En fondo, tras todo esto no hay otra cosa que pura conveniencia, en nuestro país el científico goza de una prestigio sarmientino. Forman parte de nuestro ideario de civilización colonizada, son nuestra vitrina al mundo, por eso hay que conservarlos y centralmente destacar su rol apolítico. En función de esto se acomodó el macrismo, no para sostener una política científica vinculada al desarrollo soberano, sino para sostener el panteón, cual dioses modernos que simbolizan el triunfo de la racionalidad. Pura forma.

IV.

En materia universitaria, nuestro gobierno durante los 12 últimos años no hizo más que ampliar el derecho a la educación superior, planteando el paradigma de la inclusión educativa y el imperativo de la vinculación entre universidad y sociedad como asociación clave para la promoción del desarrollo. Un macrismo desteñido, que oculta su concepción elitista, dirá en un discurso políticamente correcto, que estas universidades están bien pero que es imperativo defenderlas de la intromisión de la política en dichas instituciones.

Nuevamente aparece la política como agente de corrupción. La política es el mal, el bien es la administración racional encarnada por los técnicos. Ahora bien, la actual política universitaria no podría existir sin la política como mala palabra. Justamente esas universidades no podrían existir si nuestro gobierno no tuviera su anclaje histórico en el desarancelamiento de las universidades y la creación de la universidad obrera nacional, todas medidas adoptadas por el primer peronismo.

En manos de las elites gobernantes nunca hubiese existido la educación superior como derecho, sino que se hubiera reproducido como un privilegio.

En manos de las elites gobernantes nunca hubiese existido la educación superior como derecho, sino que se hubiera reproducido como un privilegio. No es futurología, es esa concepción los movió a mitad del siglo pasado para oponerse a las medidas mencionadas, esa misma concepción los llevó a estar en contra de la creación de nuevas universidades en nuestro presente. Utilizando alternativamente argumentos como la “pérdida de la calidad” o “la deformación que introduce la política”

V.

La apuesta por la despolitización de la democracia, de la ciencia, de la universidad, de la economía, en definitiva de todo, será una de las tácticas del macrismo para avanzar. La despolitización, no es otra cosa que la negación del carácter histórico de la dependencia y la injusticia social. La despolitización implica la afirmación de que sólo existe un único rumbo para conducir nuestros destinos. En ese planteo el macrismo afirmará una y otra vez que ellos son el rumbo racional y normal, en definitiva el método de los técnicos.

Otra de las consecuencias de la despolitización y de la deshitorización es el vaciamiento de la democracia. Nuevamente las palabras de Ivan Petrella nos iluminan: “la democracia es ante todo una forma de relacionarse con otros, abierta al diálogo, al debate y al experimentalismo, en busca de soluciones compartidas en sociedad”. Esa definición un tanto naif hoy es la que permite que los históricos dueños de la tierra se hagan cargo del Ministerio de Agricultura, que el personal de las multinacionales petroleras se hagan cargo del Ministerio de Energía y así podríamos seguir. Todo esto no es más que la muestra definitiva de que los dueños del poder económico, hoy son quienes se hacen cargo también del poder político. Razón por la cuál cabe preguntarse si esa idea de democracia vaciada de sustancia, no es más funcional a reproducir una sociedad más parecida al Orden Conservador, que a la sociedad del Siglo XXI que la Alianza Cambiemos dice representar.

En otras palabras, el triunfo político de Macri consistirá en revertir el proceso actual en el cual la democracia amenazaba con dejar de ser un régimen meramente formal y avanzaba hacia formas sustantivas que representaban un peligro para los intereses neocoloniales.

En otras palabras, el triunfo político de Macri consistirá en revertir el proceso actual en el cual la democracia amenazaba con dejar de ser un régimen meramente formal y avanzaba hacia formas sustantivas que representaban un peligro para los intereses neocoloniales. De esta forma la pretendida “normalización”, no será otra cosa que convertir a la política Argentina en un capítulo más de los regímenes políticos vaciados de occidente. Aggiornarse a esta situación no será una consecuencia de la audacia política, sino un vaciamiento del peronismo.

 

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Julián Dércoli

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