Marcos Peña, actual Jefe de Gabinete de Ministros de la Nación, es el cuadro político intelectual más lúcido y talentoso del establishment argentino en la última década. Politólogo de la Di Tella, fue el legislador porteño más joven con 26 años en el 2003. Dos años más tarde sería cabeza de lista de Compromiso para el Cambio, preludio de lo que luego sería Propuesta Republicana (PRO).
Fue jefe de comunicación de Cambiemos y -junto a Jaime Durán Barba- cabeza de la campaña que coronó a Macri presidente el año pasado. Pero si el gurú ecuatoriano tiene una mirada macro de las cosas, Peña es el vértice que articula estrategia política, comunicación y gestión. Durante la campaña fue él quien estuvo a cargo de complementar el sobresaliente trabajo comunicacional de Cambiemos con el más tradicional armado territorial, a cargo de Emilio Monzó. Todo esto mientras ocupaba la Secretaría General del gobierno porteño, siendo la principal voz de consulta de Mauricio Macri en la más variada gama de asuntos vinculados a la gestión cotidiana.
Fue MP quien a mediados de mayo de 2015 decidió no publicar las encuestas que ya daban ganador a Macri, mientras que el sciolismo inflaba sus números tratando de generar el efecto «todos con el ganador», cuyo fracaso ya fue demostrado por las ciencias sociales hace por lo menos 30 años. Por entonces bajaba línea en el equipo de campaña y afirmaba «…somos lo contracultural del sistema en Argentina y para seguir por ese camino tenemos que reducir al mínimo las fotos con políticos. Ni fotos ni actos políticos con tribuna, militantes ni discurso del candidato: nada que se parezca a un acto». Desde su punto de vista, la elección iba a ser definida por la clase media baja y hacia ahí calibraron los mensajes y propuestas de campaña. Los resultados están a la vista.
Si Jaime Durán Barba tiene una mirada macro de las cosas, Peña es el vértice que articula estrategia política, comunicación y gestión. Durante la campaña fue él quien estuvo a cargo de complementar el sobresaliente trabajo comunicacional de Cambiemos con el más tradicional armado territorial, a cargo de Emilio Monzó
Entre Antonio Gramsci y Alberto Fernández
Crítico del híper liderazgo peronista, actualmente Marcos Peña es el principal cerebro de la reforma del Estado que impulsa el gobierno nacional, aún a pesar de que su titulación académica se encuentra por detrás de la mayoría del gabinete (al respecto recomiendo leer el Informe N 15 de Cifra-CTA titualdo La naturaleza política y económica de la Alianza Cambiemos del 01/02/2016). Como retrató Iglesias Illa en su libro Cambiamos, Peña entiende y explica que «a la hora de gobernar hay tres capas: la gestión, la reforma institucional y el cambio cultural».
En la conversación que mantuvo con Pablo Sirven (portal del diario La Nación el 21/04/2016) pueden verse expresadas algunas de sus principales ideas. Formado en la corriente neo-institucionalista, MP ofreció en 20 minutos una verdadera clase de teoría y práctica política. En términos gramscianos, el foco del debate estuvo puesto en cómo el nuevo bloque de poder articula una nueva hegemonía en la sociedad actual, signada por lo que Durán Barba denomina «el nuevo elector», concepción que básicamente entiende que para el 80% de la población la política ocupa un lugar residual en sus preocupaciones cotidianas.
Peña sostiene que el impacto del discurso político en la construcción de sentido en la Argentina actual es bajo, así como también matizó la profundidad de la huella del registro cultural kirchnerista. Por elevación le planteó a Sirven que muchos de los reproches al gobierno que provienen de buena parte del periodismo (y no sólo del opositor), expresan un microclima ideologizado que no refleja un estado de ánimo mayoritario a nivel social.
«Esto ya lo discutimos en la campaña del año pasado» disparó MP ante el cuestionamiento del periodista a la estrategia del gobierno, cobrándole una vieja factura al círculo rojo que en su momento operó de manera incesante por la gran coalición con Sergio Massa como única vía para derrotar al FpV. «Hay más prejuicios hacia nosotros en los sectores medios/altos intelectuales que en los sectores bajos» concluyó como parte del balance de estos meses de gestión.
Peña sostiene que el impacto del discurso político en la construcción de sentido en la Argentina actual es bajo, así como también matizó la profundidad de la huella del registro cultural kirchnerista. En la visión del Jefe de Gabinete, el gobierno de Cambiemos viene a representar un cambio de época en la política Argentina y también latinoamericana, siendo el primero netamente adaptado a las nuevas formas y exigencias del siglo XXI
En la visión del Jefe de Gabinete, el gobierno de Cambiemos viene a representar un cambio de época en la política Argentina y también latinoamericana, siendo el primero netamente adaptado a las nuevas formas y exigencias del siglo XXI. La demanda record de bonos argentinos en Nueva York de esta semana lo entusiasma, y sabe que la crisis que vive Brasil es la oportunidad perfecta para la consolidación de Macri como un nuevo líder regional. En este sentido, no debe sorprender que la derecha mediática y política argentina se hayan distanciado por completo del golpe de Estado a Dilma Rousseff, ya que el declive brasilero favorece la emergencia del nuevo alineamiento regional propuesto por Macri, y respaldado por EE.UU. en el marco de su disputa geopolítica con los BRICS.
En el plano interno, MP señala que el principal dato de estos meses es el acompañamiento que logró el oficialismo por parte de un importante sector de gobernadores, diputados y senadores del peronismo, y pide paciencia frente a las demandas que le impone el minuto a minuto de la compleja realidad argentina.
Graduado en el elitista colegio Champagnat, Marcos Peña combina mirada estratégica y capacidad política, síntesis que lo convierte en la figura más valiosa del nuevo gobierno. Pero la historia no juzga intenciones ni capacidades y los resultados mandan. Así como Alberto Fernández fue el primer Jefe de Gabinete del ciclo kirchnerista y estuvo en el cargo por más de 5 años, apuntalado por un periódo de crecimiento y recomposición de la gobernabilidad, Peña enfrenta un cuadro de situación crítico en lo económico y social que será inclemente.
Su cargo lo ubica en la primera línea de responsabilidad por el curso que tomen los acontecimientos en el futuro cercano. La calle y la política ya olvidaron sus logros pasados. Su suerte está atada a la de un barco que navega con múltiples dificultades en aguas revueltas…