En las últimas horas, Argentina ha alcanzado un acuerdo con sus acreedores privados en moneda extranjera y, por añadidura, ha reestructurado, una vez más, su deuda externa. A diferencia de lo acontecido en 2016, esta negociación contempla un volumen mucho más significativo que otrora cuando sólo se discutía un saldo pequeño de los sucesivos canjes de 2005 y 2010 con los denominados fondos buitre. También podríamos afirmar que, en esta oportunidad, nuestros representantes han tenido que negociar en la tierra arrasada dejada por el gobierno anterior y que la hoja de ruta trazada, por mandato del Congreso, debía evitar los usurarios porcentajes a los cuales nos había acostumbrado el macrismo.
Este cierre ha significado un arduo trabajo del Presidente, del Ministro de Economía con el apoyo de toda la coalición de gobierno y, en especial, de la conductora del espacio. Pero el deber de honrar la continuidad jurídica de los compromisos asumidos como Estado debe correr paralelo a sentar un compromiso estructural: Nunca más deudas ulcerosas que estrangulan el trabajo, las cuentas públicas y el mercado interno. Nunca más endeudar para fugar y para alimentar las arcas de la oligarquía financiera internacional.
El Poder Judicial, el Ministerio Público y las diferentes dependencias estatales abocadas a la investigación de activos y flujos financieros deberán encontrar las respuestas y los responsables que la actual coyuntura nos demanda. ¿Quiénes se beneficiaron con esta estafa? ¿Quiénes estuvieron de los dos lados del mostrador? ¿Qué paso con todo ese dinero que lejos estuvo de ser volcado a mejorar la calidad de vida de la gente?
Pagar la bicicleta financiera de los gobiernos liberales es una tarea que no puede alegrarnos por lo oneroso que significa para el pueblo argentino. Por lo que ahora que Argentina mejorará sus calificaciones crediticias; ahora que se tranquilizará el mercado cambiario; es que debemos evitar el canto de sirenas de los mismos de siempre.
Debemos salir del círculo vicioso de la deuda que, crónicamente, nos conduce a la bancarrota y a la destrucción de empleos. Nuestra capacidad de pago tiene que estar asociada a la expansión de la economía, al valor agregado, a la aplicación de la materia gris en la materia prima, a la extensión del consumo popular atendido por producción nacional. Nos hará falta intervención estatal inteligente, política con mayúsculas, para poner en pie un proyecto nacional de desarrollo.
Cuidar la vida de nuestr@s ciudadan@s en la pandemia ha sido una tarea ardua. Ahora viene el esfuerzo para consolidar una estrategia de cara al futuro. En ese sentido, esperamos con mucha expectativa las medidas de salida de la crisis que anunciará nuestro gobierno. La actual crisis, que es tan nacional como mundial, nos obliga a mirar mucho más allá de nuestras fronteras.
El mundo se encuentra en pleno estado de ebullición. La disputa por la hegemonía internacional, representada en las superpotencias China y Estados Unidos, configura un cuadro de situación al que debemos prestarle la debida atención. Mientras esa tensión exista y no encuentre solución de continuidad, debemos valernos de ella y desplegar toda nuestra creatividad y energías políticas para diseñar un perfil de inserción internacional que ponga a resguardo nuestra soberanía y la dignidad de nuestro pueblo. La tercera posición no es sólo una mera declamación o un reflejo de tiempos pasados. Por el contrario, estamos hablando de una doctrina de absoluta vigencia y con una encomiable utilidad para esta encrucijada.
Hemos dado un primer paso. Al igual que con el Coronavirus, aún nos falta para vencer en esta batalla. Las obligaciones que hemos contraído no pueden comprometer, bajo ningún concepto, los ingresos de los trabajadores y sectores populares castigados por cuatro años de latrocinio macrista y por la pandemia en curso.
Nuestra garantía es un proyecto político de hombres y mujeres de Estado resueltos a honrar la palabra empeñada y el buen gobierno de la cosa pública atendiendo el interés nacional y priorizando la producción, el trabajo y la inclusión de los trabajadores y el pueblo. Una vez más estamos llamados a resolver el desastre dejado por los gobiernos liberales y a alumbrar otro futuro para el país. Lo hicimos antes, volveremos a hacerlo.