Hablemos de política
Cristina Fernández es, como lo fuera Néstor Kirchner, una dirigente nacida y criada en el peronismo. Como recuerda insistentemente Aníbal Fernández: “aplica el Manual de Condición Política del General”. Cuando Perón murió, el peronismo devino de movimiento en partido. Allí nació el mandato «el que gana conduce y el que pierde acompaña», porque en el peronismo la unidad fue siempre un valor, la autoridad la dan los votos y «para un peronista no hay nada mejor que otro peronista».
Decía Perón que «hay que adaptarse a la evolución de los tiempos” y eso significó en el PJ de los últimos treinta años conductores neoliberales como Menem, conservadores-populares como Duhalde y «desarrollistas con inclusión social» como Néstor y Cristina. El fenómeno se explica por la adaptación del peronismo al contexto mundial. Con Menem, luego de la caída del Muro de Berlín y el surgimiento del mundo unipolar, el margen de autonomía fue tan cercano a cero que las relaciones carnales y las privatizaciones constituyeron prácticamente la negación de la doctrina peronista. De allí el desprestigio del “pejota” y el estado de terapia intensiva en que lo encontró Néstor Kirchner en 2003.
El contexto posneoliberal mundial y latinoamericano con que asume favoreció la alianza con sectores de centro izquierda, con una política frentista donde el PJ no es lo único, pero si la columna vertebral (territorial) del kirchnerismo, como alguna vez lo fuera el sindicalismo para el peronismo. Si Néstor en su momento condicionó fuertemente al PJ fue para «encuadrarlo» y conducirlo. Con la transversalidad y una alta imagen positiva presidencial en la opinión pública Kirchner desplegó jugadas tácticas, no ideológicas, como permitir el ingreso de las organizaciones sociales y aumentar el peso del sindicalismo, para ajustar los márgenes de acción de intendentes y gobernadores. No fue casual que el entonces presidente no cantara “la marchita” ni hiciera gestos de liturgia en los actos. Sin embargo las masivas movilizaciones convocadas por Blumberg y la tragedia de Cromañon y posterior destitución de Ibarra, lo persuadieron de que era imprescindible contar con un sólido respaldo partidario en la calle y en Congreso. La opción no se cristalizó en las elecciones de 2007, donde la transversalidad dio su último respiro con la elección del vicepresidente radical Cobos, sino en 2008 cuando la Mesa de Enlace logró paralizar al país con su lock out y potente poder de movilización. En ese instante, Néstor Kirchner asumió la conducción del PJ, la que abandonó luego de la derrota electoral de 2009.
¿Cómo evaluar esta revitalización del PJ? El movimiento peronista se despliega en la sociedad civil en las «organizaciones libres del pueblo» (agrupaciones territoriales) y éstas se articulan con el Estado en sus distintos niveles. El intendente es el jefe de la agrupación más grande y preside el PJ local, el gobernador el PJ provincial y el presidente el PJ nacional. El conflicto por la 125 con el mal llamado «campo» desató un terremoto que dividió aguas con ese sector del PJ-CGT que se neoliberalizó en los noventa. Se parte el PJ en el Congreso (Reuteman, Solá y compañía) inaugurándose el PJ-Disidente, junto a su ala sindical: Barrionuevo-Momo Venegas.
Los que daban por muerto al Partido Justicialista en 2003 se han llevado una sorpresa. Néstor Kirchner le inyectó vida, lo revitalizó. El aluvión juvenil militante que se desató con su muerte le dio proyección, y sumó al peronismo una camada que no trae los complejos a resolver propios de la cultura de la resistencia en los noventa, de la transición entre el autonomismo y la verticalidad a la conducción.
Hablemos de pensamiento nacional
No es constructivo encerrarse en una lógica netamente PJ y ser expulsivo de espacios kirchneristas no peronistas (legítimos integrantes del FpV), pero menos aún lo es abandonar la lógica del pensamiento nacional para abrazarse a un progresismo citadino. Sabbatella demostró una evolución desde el «golpear juntos pero marchar separados» de 2009 hasta lograr adoptar una lógica movimientista e integrar la lista del FpV en 2011 sin beneficio de inventario.
Se discuten lógicas, patrones de pensamiento. No es bueno «echar» a los no-peronistas del FpV, pero menos aún desplegar una cultura «antipejotista» para volver a hablar de los «barones del conurbano», los «señores feudales de las provincias» y la «burocracia sindical» donde Néstor y Cristina serían dos extraterrestres que no se sabe de dónde salieron. Lo dijo insuperablemente Martín Rodríguez: «Duhalde fue el GOU del kirchnerismo».
Néstor Kirchner le demostró históricamente a Chacho Álvarez y al Frepaso que la construcción política de cambio y gobernabilidad es territorial y no mediática, y que la disputa es por dentro del Partido Justicialista. También enseñó a gobernar a los dirigentes partidarios, a no «chocar la calesita», que cierren los números «con la gente adentro», a ganar autonomía frente al poder económico. Mostró que es fundamental que haya recursos para distribuir, sin necesidad de vender las joyas de la abuela como hizo Menem. Se abre un período en donde «hacer la escuelita» (intendente, gobernador, presidente) pone en valor al candidato, donde la experiencia de gestión, saber gobernar los conflictos en distinta escala da patente de líder.
La gestión de Scioli en la PBA fue mediocre, pero debe recordarse que “la Provincia” es infinitamente más ingobernable, por lo estructuralmente desfinanciada, que el Estado nacional. Discutir coparticipación federal, subrepresentación de la PBA en el Congreso Nacional y del conurbano en la legislatura provincial es encarar el asunto seriamente.
¿Patria o Muerte, o Todas las Manos Todas?
Un ejemplo de esa carencia de pensamiento nacional lo expresa la frase “si gana la interna de FpV Scioli, voto en blanco”. Siempre son saludables las internas apasionadas, mientras no se pierda de vista que justamente son internas y el adversario real se encuentra afuera. Resurgen voces «anti PJ» que parecieran querer llevar a una interna del FpV que enfrente por un lado a Scioli-PJ contra Randazzo-Unidos y Organizados. Transformarse en línea interna del PJ es el desafío de UyO y la misión histórica de la generación del bicentenario para que el PJ, que tiene el mayor despliegue territorial en el país, nunca más deje de ser la expresión del movimiento nacional como sucedió en los años noventa. Si «el límite ideológico es Scioli», no se entiende lo que enseñó Néstor y la disyuntiva pasa a ser: o corriente interna del Partido Justicialista, o pocos pero buenos e intemperie rutera. ¿Por qué? Porque en política, como en el TEG, gana quién suma más voluntades. Quien se mantiene unido, debate y persuade sumando adherentes, y divide al adversario jugándole las contradicciones. Se debe aislar al adversario, nunca aislarse uno. No se debe olvidar al conflicto de la 125 como termómetro para discernir lealtades y traiciones.
Vuestros hijos no se irán de esta Plaza
En las provincias esta discusión se torna irreal, porque los grupos «kirchneristas puros» o no peronistas del FpV son muy marginales frente al despliegue territorial del Partido Justicialista.
Aquellos que crean que teniendo enfrente a Macri no se polariza la elección y que no se puede armar una ingeniería electoral-institucional que lo condicione a Scioli con Cristina de gran electora, no conocen la lógica del kirchnerismo.
Si Scioli gana la interna del FpV, Cristina le impondrá el vicepresidente, la gran mayoría de los diputados nacionales, la fórmula a la gobernación de la Provincia de Buenos Aires y al menos 1/3 de la lista de legisladores provinciales. Nada más, nada menos.
La lógica del movimiento es la de un gran colectivo de larga distancia, donde el conductor maneja y los leales y los ex adversarios van adelante, al medio o atrás, todos mezclados. El que se baja, pierde.