El triunfo en la derrota: Cristina 2019 y la deriva del Partido Justicialista

Mucho se ha dicho respecto a la derrota electoral de la ex presidenta. Varios vuelven a reeditar el tan anunciado fin de su liderazgo político y pasan por alto que los más de más de 3 millones de votos en la provincia de Buenos Aires superan con creces a la sumatoria que obtuvo el domingo pasado la tan instalada liga de gobernadores peronistas.

Un solo dato sintetiza la discusión: los votos de Cristina Fernández sumados a los de las listas de Unidad Ciudadana en todo el país doblan en cantidad a los que obtuvieron los mandatarios provinciales del Partido Justicialista. Se pueden sumar también los sufragios de Sergio Massa y Florencio Randazzo pero la cuenta termina siendo favorable a la ex presidenta.

Cristina perdió una elección que meses atrás se perfilaba ganadora, es cierto. Cristina polarizó al extremo una elección anulando las posturas intermedias siendo funcional a la estrategia diseñada por Durán Barba, también es cierto. Sin embargo, terminó la elección y todo sigue igual: un oficialismo fuerte y una única voz opositora representada por Cristina Fernández. El resto son especulaciones y aspiraciones de deseos que chocan contra una realidad que nos indica que la liga de gobernadores o la renovación peronista no es más que una abstracción palaciega que no tiene ni mensaje, ni liderazgo, ni destinatario.

Ahora bien, frente a un contexto político y social que nos marca que Cambiemos llegó para quedarse, vale preguntarnos si efectivamente Cristina perdió las elecciones, o si, por el contrario, perdiendo terminó reteniendo la centralidad política en una elección en la que se jugó de fondo el liderazgo de la oposición.

Una clave de lectura nos deja el mensaje de la ex presidenta durante su “aceptación” de la derrota en el microestadio de Arsenal de Sarandí. Allí aseguró «Hoy aquí no se termina nada, hoy aquí empieza todo», al tiempo que se dirigió a la oposición al señalar «La sociedad ha elegido que oposición quiere».

Unidad Ciudadana llegó para quedarse, aunque moleste a gran parte de la dirigencia peronista que sigue culpando, y con razón, a la ex presidenta por el triunfo de Mauricio Macri en el 2015. Sin embargo, la política se trata del presente y de la construcción de expectativas futuras, y en este punto, ¿alguien imagina a Juan Manuel Urtubey ocupando el lugar en la opinión pública de Cristina Fernández?

En la derrota Cristina sigue ganando, y más aún, en la derrota sigue conduciendo a la “liga de gobernadores”

La elección dejó dos conclusiones claras ante tantos números que pueden nublar el buen juicio. En una elección por extremo polarizada, los argentinos terminaron por edificar un sistema político sin fronteras partidarias y con dos voces claras y diferenciadas: Mauricio Macri y Cristina Fernández. Asimismo, y como consecuencia de lo anterior, las terceras opciones que buscaron un surco intermedio para emitir su mensaje naufragaron en la imposibilidad de conectarse con la sociedad. Los casos de Sergio Massa y Martín Lousteau son los más notorios, aunque también gobernadores con proyectos locales se vieron sacudidos por una elección nacionalizada. El propio Juan Schiaretti lo admitió al finalizar las PASO: «Indudablemente se instaló en Córdoba y en otros puntos del país que se elegía a Cristina o a Macri».

En síntesis, el ecosistema político que resulta del proceso electoral mantiene el statu quo imperante desde diciembre del 2015: un oficialismo y una oposición personificada en Cristina Fernández.

La liga de gobernadores peronistas

El Partido Justicialista fue la principal víctima de la ola amarilla del 22 de octubre. Para los gobernadores la elección buscaba ser una especie de refundación, un punto de inflexión a partir del cual disociarse de Cristina Fernández y ensayar un nuevo proyecto presidencial. Era también una oportunidad para revalidar su liderazgo en la Cámara de Senadores de la nación y potenciar así su rol de garantes de la gobernabilidad frente al Poder Ejecutivo.

Sin embargo, las derrotas en las provincias de Chaco, Entre Ríos, La Rioja, Salta y Tierra del Fuego condenaron a los gobernadores a ser de momento actores de reparto en la discusión central entre Mauricio Macri y Cristina Fernández, quedando obligados a situarse de un lado o del otro de la “grieta” con los costos que eso significa.

La renovación peronista no es más que una abstracción palaciega que no tiene ni mensaje, ni liderazgo, ni destinatario.

Pero el problema de fondo de los mandatarios provinciales del Partido Justicialista es más grave aún, porque ya no se trata de pensar como construir una opción nacional para el 2019, sino por el contrario, de cómo mantener sus territorios frente a la posible avalancha de un gobierno que pasada la etapa de transición irá en busca de nuevas gobernaciones. En esta clave están pensando Juan Schiaretti (Córdoba), Juan Manuel Urtubey (Salta), Domingo Peppo (Chaco), Roxana Bertone (Tierra del Fuego), Gustavo Bordet (Entre Ríos), Sergio Casas (La Rioja), Carlos Verna (La Pampa), Mario Das Neves (Chubut) y en menor medida Adolfo Rodríguez Saá (San Luis) y Lucía Corpacci (Catamarca).

Cristina no perdió

Es un error recortar el análisis en el 37% que obtuvo en la provincia de Buenos Aires, pero también resulta incorrecto suponer que la estrategia de Cristina Fernández es necesariamente volver en el 2019. Tanto la elección del 2015 como esta nos lleva a concluir que en la derrota Cristina sigue ganando, y más aún, en la derrota sigue conduciendo a la “liga de gobernadores”, sea esto por su capacidad política o por la impericia de dirigentes que no logran terminar de romper con su liderazgo.

Los más de 3 millones de votos consolidan a Cristina como la única voz opositora a un gobierno que la necesita para estabilizar un sistema político y darle perdurabilidad a su programa económico. No hay reformas estructurales posibles sin el largo plazo, y en este punto, la relación de mutua necesidad entre Macri y Cristina son el factor de gobernabilidad que Cambiemos necesita esta nueva etapa política.

Los argentinos terminaron por edificar un sistema político sin fronteras partidarias y con dos voces claras y diferenciadas: Mauricio Macri y Cristina Fernández

Unidad Ciudadana es el futuro de Cristina, y esta tiene en claro que su próxima candidatura será como postulante a la presidencia en el 2019. Con esta elección legislativa CFK dejó un claro mensaje a todo el sistema político: no le tiene miedo a la derrota y su proyecto está por sobre cualquier otra especulación posible. El peronismo entonces deberá reubicarse en un tablero político que podría condenarlo a ser un actor secundario de Unidad Ciudadana.

De fondo cabe preguntarnos si con Cristina Fernández en el centro de la escena política es viable una renovación peronista. Interrogante que interpelará en los próximos meses a este nuevo peronismo que no termina de reencontrase con su historia ni mucho menos con el futuro.

Mientras tanto, Cristina tiene un mensaje, un destinatario y un proyecto político claro que hoy le alcanza para obstruir cualquier intento de oposición por fuera de su liderazgo. En la derrota Cristina conduce al peronismo, vaya paradoja para un partido que entre sus máximas asegura perdonar la traición pero no la derrota.

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