En los últimos días se ha suscitado una interesante polémica a partir de la nota publicada en Clarín por Alejandro Corbacho, director del departamento de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad del CEMA (UCEMA), titulada “Cristina y las lecciones de la historia”. La tesis de Corbacho es que los “líderes políticos recurren a las lecciones de la historia para justificar o defender sus acciones”, y que en nuestro caso, Cristina Fernández de Kirchner acostumbra a utilizar ese recurso generosamente, lo cual no sería ilegítimo de por sí, sino por el hecho de que la presidenta Argentina sabría “poco del tema”, careciendo a su juicio de “inhibición para utilizar el pasado en formas diferentes” según su conveniencia.
Las afirmaciones de Corbacho constituyen una impugnación a los contenidos de un discurso presidencial, en el que Cristina Kirchner sostuvo que “la llegada de Hitler al poder no había sido producto de la inflación, sino de la humillación de Alemania, a partir de las condiciones vergonzantes que los Aliados, durante la Primera Guerra Mundial, habían impuesto a dicho país luego de su derrota, en la firma del Tratado de Versalles”, basándose en la tesis desarrollada por Keynes en su libro Las consecuencias económicas de la paz, en el que desarrolla sus objeciones a ese acuerdo. Keynes, cabe recordar, se desempeñó como representante oficial de Gran Bretaña en las discusiones de Versalles hasta mediados de 1919, y se mostró en todo momento contrario a sus términos y a las gravísimas consecuencias que auspiciaban.
Rápidamente Cristina salió a responder certeramente las descalificaciones personales y la debilidad de los argumentos de Corbacho, para quien el nazismo no habría sido más que la consecuencia directa de “la inflación que se disparó en la primera posguerra hasta 1926, como un impuesto invisible, (y que) terminó debilitando a las nuevas democracias. (…) Ante la crisis monetaria, se abrió el camino a la aventura. La democracia parlamentaria fue reemplazada por el mito y el culto al hombre providencial, el Jefe, capaz de acabar con la inflación por su carisma. (…) Cuando los líderes apelan al pasado sin fundamento de investigación histórica se comportan como ‘historiadores prácticos-intuitivos’. Lo utilizan en base a una percepción subjetiva, imágenes y conocimiento selectivo”.
Keynes, cabe recordar, se desempeñó como representante oficial de Gran Bretaña en las discusiones de Versalles hasta mediados de 1919, y se mostró en todo momento contrario a sus términos y a las gravísimas consecuencias que auspiciaban.
La respuesta de nuestra presidenta se basó en una exhaustiva lectura de Keynes, en la que dejó en claro tanto su competencia, como la absoluta ignorancia de Corbacho sobre la mencionada obra, dejando en claro que el Director de la UCEMA “tampoco entiende nada. Y lo que es más grave, tampoco sabe sobre lo que escribe y publica… Y fíjate… es todo un académico, o por lo menos se presenta como tal. (…) cuánto mejor nos iría a los argentinos -concluye Cristina- si algunos leyeran y supieran más de lo que escriben y hablan”. La respuesta de nuestra presidenta bastó para aniquilar los argumentos de Corbacho, y poner en duda su competencia intelectual. Sin cortapisas, lo mandó a estudiar.
Creo que nuestra presidenta ha sido demasiado generosa con Corbacho, ya que sus argumentos no parecen ser simplemente la consecuencia únicamente de la falta de lecturas. En realidad, Corbacho no se comporta como el académico que pretende ser, sino como esos “historiadores prácticos-intuitivos” que él mismo descalifica, y que sin fundamentos pretenden “utilizar el pasado” en base a “una percepción subjetiva, imágenes y conocimiento selectivo”, con una finalidad política muy evidente: tratar de dotar de encarnadura histórica al discurso de la oposición.
La respuesta de nuestra presidenta se basó en una exhaustiva lectura de Keynes, en la que dejó en claro tanto su competencia, como la absoluta ignorancia de Corbacho sobre la mencionada obra
Es una verdad de perogrullo -pero verdad al fin- que el conocimiento histórico no se construye a partir de explicaciones unicausales. Por esa razón, atribuir el surgimiento del nazismo únicamente a la inflación que experimentaba la Europa de posguerra constituye un reduccionismo inaceptable, acorde con las expectativas del denominado Círculo Rojo. Sólo le faltó aseverar, a modo de anciana anfitriona de cenas televisivas, que la inflación de la última década habría generado el “totalitarismo populista” actual. Más que poco serio, que circulen estos discursos absurdos, propiciados por quienes se reclaman como académicos, resulta decididamente preocupante y condenable.
Ampliemos un poco la caracterización académica del nazismo, ya iniciada por Cristina con su aceitada lectura de Keynes. Richard Evans -de quien nadie podría sugerir su condición de kirchnerista ni, en el otro extremo, tampoco de filo-nazi, en su artículo Ascenso y triunfo del Nazismo en Alemania en Europa en crisis (1919-1939) sostiene que el surgimiento del nazismo obedeció a tres causas: la debilidad de la República de Weimar, que aceptó las humillantes condiciones impuestas por el Tratado de Versalles, la crisis del capitalismo de 1929 y su conjunción con la personalidad carismática de Adolf Hitler. Nótese que, en estricta contraposición con lo que sostiene Corbacho, la inflación desatada entre 1919 y 1926 tuvo como correlato el desempeño de un papel marginal y fragmentario del Partido Nazi. Sería recién en 1930, en plena depresión provocada por la crisis del 29, que el nazismo, por primera vez, alcanzaría a sumar 6.500.000 votos y 107 escaños en el Reichstag (Parlamento), convirtiéndose en el segundo partido de Alemania. “Lo que hizo que el partido nazi dejara de ser un grupo extremista situado en la periferia de la política para convertirse en el mayor partido político del país -concluye Evans-, fue sobre todo la gran depresión que comenzó en 1929”.
Esta definición tan contundente no sólo impugna los argumentos de Corbacho, sino que coloca la cuestión en un plano muy diferente: el nazismo no fue la consecuencia de la inflación, sino de la crisis provocada por una situación de desempleo, deflación y altísimo nivel de exclusión social. Un cuadro de situación muy similar, como puede advertirse, al que podría desatarse en nuestro país en caso de un eventual triunfo de los candidatos del Círculo Rojo en las próximas elecciones presidenciales, con sus recetas de libre flotación del dólar y subordinación a las condiciones pretendidas por los fondos buitre…
Eric J. Hobsbawm, otro de los historiadores preferidos por la Academia argenta, y tan lejano como Evans del kircherismo y del nazismo concebidos como extremos del arco político, en su libro Historia del Siglo XX, coincide con aquel en la evaluación de las condiciones que hicieron posible la consolidación del nazismo -debilidad institucional, humillación de la sociedad alemana y profunda crisis económica-, lo que derivó en la creación de un clima propicio para la suplantación de las instituciones y opciones políticas, culturales y religiosas tradicionales por un “principio de liderazgo totalmente nuevo”. Hobsbawm llega a la misma conclusión que Evans: “La gran inflación, que redujo a cero el valor de la moneda, y la Gran Depresión que la siguió radicalizaron incluso a algunos estratos de la clase media, como los funcionarios de los niveles medios y superiores, cuya posición parecía segura y que, en circunstancias menos traumáticas, se habrían sentido satisfechos en su papel de patriotas conservadores tradicionales. Entre 1930 y 1932, los votantes de los partidos burgueses del centro y dela derecha se inclinaron en masa por el partido nazi”.
El nazismo no fue la consecuencia de la inflación, sino de la crisis provocada por una situación de desempleo, deflación y altísimo nivel de exclusión social. Un cuadro de situación muy similar, como puede advertirse, al que podría desatarse en nuestro país en caso de un eventual triunfo de los candidatos del Círculo Rojo en las próximas elecciones presidenciales, con sus recetas de libre flotación del dólar y subordinación a las condiciones pretendidas por los fondos buitre…
El historiador inglés Ian Kershaw, en tanto, en una entrevista concedida a la Revista de Cultura Lateral, número 77, puntualiza que, a diferencia de las interpretaciones que destacaron el papel central del liderazgo carismático de Hitler en la construcción del nazismo, los análisis estructuralistas consideraron que el modelo nazi fue, ante todo, el resultante de las disputas corporativas que laceraban por entonces a la nación alemana. Según esta mirada, concluye Kershaw, “resultaría evidente que la mano de Hitler no se hallaba omnipresente en el manejo de los asuntos del régimen. Una jungla competitiva de intereses en disputa constituyeron los rasgos predominantes del Tercer Reich”.
Podríamos continuar hasta el hartazgo citando interpretaciones diversas sobre las condiciones que derivaron en el surgimiento del nazismo. Ninguna de ellas, sin embargo, nos remitiría a una explicación unicausal, ni mucho menos a considerar al nazismo como emergente de la inflación europea de 1919-1926. De todo esto puede concluirse en que:
- Alejandro Corbacho no sólo parece no haber leído a Keynes, sino tampoco a ninguno de los investigadores que estudiaron en profundidad las causas del surgimiento del nazismo, por lo cual parece muy oportuna la sugerencia presidencial de perfeccionar su formación profesional, sobre todo si pretende llegar a ser considerado como el académico que pretende ser, y no como uno de esos “historiadores prácticos-intuitivos” que él mismo considera en tono descalificatorio.
- Que las lecciones de historia de Cristina Fernández de Kirchner tienen como fundamento lecturas mucho más consistentes que las de Corbacho. Por esa razón, la respuesta que Corbacho dio a la presidenta, “Hay que tener un poquito de humildad y ser cautos”, podría tomarse como la necesaria autocrítica que el Director de la UCEMA debería haberse formulado después del papelón.
- Que la tesis construida en co-autoría por Corbacho y Mirtha Legrand de que la inflación sería el origen de los autoritarismos, para así tratar de presentar al modelo nacional y popular como una forma nativa de totalitarismo, tan agradable al paladar del Círculo Rojo, cae por su propia inconsistencia, no sólo porque no recuerda nuestro país, a lo largo de su historia, demasiados momentos de vigencia plena del pluralismo y de la democracia equiparables al actual, sino también porque, según he demostrado, el nazismo no fue la consecuencia directa de la inflación, sino -justamente- de políticas equiparables a la que ese mismo Círculo Rojo pretende imponer a través de sus propios candidatos para librarnos del “corralito populista”.
- Finalmente, como prueba de donde anida realmente el autoritarismo, baste con recordar donde militaba el compatriota tucumano que incendió las urnas en la reciente elección provincial, quiénes fueron los que destruyeron el micro de campaña de Daniel Scioli en esa misma provincia, o bien las recientes declaraciones de la Diputada del PRO, Paula Bertol, dispuesta a declarar ante quien desee oírla que los males de nuestro país son consecuencia de que aquí “hay mucha democracia”. Como aconsejaba Joseph Goebbels, reconocido ladero de ese Adolf Hitler tan admirado por Durán Barba: “miente, miente, que algo quedara…”.