Por Julian Goldin
Cuenta la leyenda que Artistóteles alguna vez afirmó la famosa frase: “La política es el arte de lo posible”. Otros afirman que esa frase pertenece a Maquiavelo, a Bismarck, o a Churchill. Pero como contara el periodista valenciano Jesús Montesinos, un español le introdujo una pequeña modificación. A partir de ese momento, la política sería el arte de lo imposible.
Y más allá de creerle o no al mito, no sorprendería que esa alteración haya tenido origen en algún teórico español. Porque España es, sin dudas, una tierra que no escatima en sorpresas. Sino díganle a Mariano Rajoy que para 2015 afirma confiado que “la crisis es pura historia”. Vamos a ser justos con el de Galicia. Tenía algunos motivos para creer: La mayoría de los indicadores económicos habían mejorado desde la gran recesión y se acercaba a una reelección casi segura, que finalmente se terminaría consumando.
Sin embargo, alguien le debiera haber dicho en ese momento: «Ni de coñas te dejes engañar por los cantos de sirenas, Mariano». Porque en las elecciones de 2015 al Partido Popular se le esfumaron más del 40% de sus votos respecto a 2011. Porque esto se traducía en la pérdida de casi la mitad de las comunidades (provincias) españolas, algunas a manos del PSOE, el otro gigante español, pero muchas otras en manos de nuevas conformaciones partidarias, como el izquierdista Podemos y el derechista Ciudadanos. De hecho, las elecciones de 2015 marcaron el hito de ser las primeras en las que cuatro formaciones distintas superaron los 3,5 millones de votos. Así, el titular en la España del 2015 debiera haber sido: “El bipartidismo vive, pero pende de un hilo” .
A los conflictos económicos y sociales que nunca “pasaron a ser historia”, se le sumó el estallido autonomista catalán. En este sentido, la región más próspera de España nunca estuvo tan cerca de la independencia como ahora. Y la mayoría de los nuevos partidos españoles apoyan el derecho a la autodeterminación catalana. Peligro.
¿Que más cambió en estos últimos meses? Se presentaron los escándalos de corrupción comprobada en Gurtel; y el PSOE, que venía garantizado eterna gobernabilidad, olió sangre y empezó a abrirse. La mayoría de los partidos nuevos lógicamente se le sumaron. Y no es casualidad: Como afirmara el politólogo argentino Aníbal Pérez Liñan, ante las posibles causas que puedan existir para derribar a un primer mandatario, la corrupción suele ser uno de los mayores (y más efectivos) aglutinadores políticos y sociales. Además, el PSOE le achaca a su histórico rival la falta de manejo ante el ya nombrado conflicto en Barcelona.
De esta manera, vemos hoy como el parlamentarismo bipartidista español pareciera estar marchando hacia lo que Giovanni Sartori definiera como un “Parlamentarismo de Asambleas” o directamente un “Multipartidismo Polarizado”. Con la aparición de discursos cada vez más alejados del centro, con un bipartidismo que pareciera ser una sábana corta, ya que deja entrar al frío tanto por derecha como por izquierda. Sumando así todos estos ingredientes: ¿Que más hace falta agregarle a este cóctel que se llama «Moción de censura», o directamente, «Adiós Rajoy»?
Pedro Sánchez, líder del PSOE, pareciera ser así el gran ganador de esta contienda. Sin embargo, cabe para él el mismo consejo que alguien debiera haberle dado a Rajoy en su momento: No dejarse llevar por los cantos de sirenas. Así como logró aglutinar una importante mayoría en contra del PP (motorizada por la mega-corrupción, el conflicto autonomista y el paro en la actividad económica), asumirá gobierno en una posición de suma inestabilidad.
Al igual que su contendiente histórico, el PSOE también perdió en 2015 casi tres millones de votos. En consecuencia, los socialistas no serán ni siquiera mayoría en su propia coalición gobernante, y no hay muestra más claras de esta debilidad que en la negativa de Sánchez a llamar a elecciones. Un proceso electoral sería lo más sensato en España, ya que de esta manera se podría impulsar una nueva mayoría; con mayor legitimidad, estabilidad y gobernabilidad. Pero ante la ya nombrada decadencia del bipartidismo, el PSOE (que representa hoy al 24% del electorado) sabe que tampoco gana. Y el parlamentarismo español le permite impulsar a su nuevo primer ministro sin necesidad de pasar por las urnas.
Ante este contexto planteado: ¿Qué fantasmas asoman hoy en España? ¿Acaso habrá un quiebre definitivo del sistema político-institucional? ¿Acaso este quiebre marcará el fin del bipartidismo parlamentario y de la integridad territorial española? ¿Acaso el nuevo gobierno podrá sortear este complicado contexto de inestabilidad política, económica y social? Desde estas líneas, más allá del análisis, no recomendamos hacer demasiadas apuestas. Porque, como ya dijimos anteriormente: España no escatima en sorpresas. Porque allí la política es, sin dudas, el arte de lo imposible.
