La derrota electoral del domingo pasado supuso un fuerte revés al proceso político de transformación social para nuestro país, pero también a nivel regional. Comienzan a proliferar entonces las profecías autocumplidas, los análisis devastadores del kirchnerismo y un sinfín de otros elementos. Ni tan tan…
Quizás esto se deba a lo sublime del momento, en términos de lo impensable, lo inabarcable. Si hay algo que ha quedado claro el domingo, es que nada es irreversible en política. Una generación pensó que el poder político era una herencia que se acumula como un patrimonio político en torno a un 54%, pero de esto resultó que con 5 puntos menos el pueblo puede facturarte lo que sea. Una visión pacata, no menos que las de sus detractores.
El movimiento peronista tiene una lógica eugenésica que impide la emergencia de nuevos sectores. Lo decimos claro está, porque somos peronistas. No sea cosa que se lo acuse a uno de lo que no es. Las derrotas electorales suponen el natural cuestionamiento de las cúpulas de la conducción política. El ocaso de los ídolos, para que aparezca algo mejor, que cohesione y organice nuevamente. Sin embargo, ¿cómo explicamos la derrota de distritos históricamente proclives al peronismo como Tres de Febrero, Quilmes y Lanús? Entre otros. Si cuestionamos a Cristina, máximo tótem de la militancia kirchnerista, ¿Esto de por sí, explica la pérdida de territorialidad del PJ y la militancia kirchnerista?. Quizás es momento de aligerar la carga e hilar fino, hay que dejar la teta de Cristina en todo sentido. Para los enamorados y para los desenamorados.
Estamos ante un cambio de época, un momento bisagra donde la política pasó de condicionar a la economía (pero también a la propia política) al signo inverso. Un revés para el peronismo, para los militantes barriales, para aquellos trabajadores que votaron a Daniel Scioli porque sabían que era la única opción posible. La derrota electoral no fue estrepitosa, no hubo diez puntos de diferencia ni mucho menos. Sin embargo, perdimos en capacidad de interpelación al pueblo. Se rifó la gobernabilidad del país en casi todos los órdenes, salvo por las cámaras legislativas. Ni más ni menos.
Está claro que el poder no se tiene, se ejerce. El Pro deberá entablar un diálogo con los sectores populares haciendo un equilibrio fino con las organizaciones históricamente peronistas. Encontrar los mecanismos de colaboracionismo (llámese coparticipación y demases), sin embargo, esto requiere de una ingeniería política sumamente intrincada. Porque el gabinete de Mauricio Macri se compone de representantes del poder económico, del más acérrimo antiperonismo. Algo que, hasta hace poco, era impensable. Casualmente, estos antiperonistas serán los interlocutores con el peronismo.
En México, frente a años de hegemonía del Partido Revolucionario Institucionalista, gana el PAN para el año 2000. Ambos partidos fueron cooptados por la derecha mexicana, con la salvedad que este último venía a romper con siete décadas ininterrumpidas de ejercicio del poder por parte del aparato del PRI. El PAN se alza con el triunfo a través de la figura de Vicente Fox, un ex representante de Coca-Cola. Esta alternancia política duró casi 12 años, continuando con la presidencia de Felipe Calderón hasta que el PRI retomó nuevamente las riendas del Estado bajo el liderazgo de Enrique Peña Nieto. México experimentó una baja tendencial de los índices de sindicalización producto de las políticas neoliberales implementadas ya desde los gobiernos priistas previos al triunfo de Fox y un recrudecimiento de la para-militarización para cercar los movimientos sociales emergentes como el EZLN en Chiapas. El PAN hoy ha dejado el estrellato en términos nacionales sin embargo, en el diario Excelsior de México, con fecha del pasado Lunes 23/11, Felipe Calderón hace las siguientes declaraciones con vistas a las presidenciales de 2018: “La segunda vuelta es medular que suceda en México. La gente vota de buena fe por quien más quiere, y cuando ve los resultados gana el que más rechaza. La segunda vuelta permite votar al ciudadano una y otra vez por su mejor preferencia y permite que las opciones más rechazadas lleguen arriba. La gente va a quedar contenta. México debe verse en el espejo de Argentina”. Curioso pero no tanto.
En Bolivia, Gonzalo Sánchez de Losada asume para el año 1993 en alianza con ciertos sectores indigenistas que llevan a Victor Hugo Cárdenas como vice-presidente, un profesional de origen campesino aymara. Sánchez de Losada va a ser caracterizado como un estratega político experto en campañas de Marketing, algo desconocido en Bolivia hasta el momento (el cierre de campaña de Mauricio Macri, con su “revolución de la alegría” en Jujuy fue probablemente una receta aggiornada de esta experiencia) este proyecto neoliberal continuará con Hugo Banzer, un singular militar dictatorial de la década del setenta devenido en democrático. Banzer será fuertemente cuestionado por los movimientos sociales y las organizaciones sindicales de Bolivia, esto decantará en las llamadas guerras del Agua y del Gas para los primeros años del siglo XXI.
Pese a ser el mejor alumno de los Estados Unidos y los sectores concentrados de poder económico y ante la necesidad de atraer capitales mediante el plan de capitalización de Yacimientos Petrolíferos Bolivianos, el saldo en términos de inversión directa para el período de Sanchez de Losada (1993-1997) fue apenas superior a la media en la agricultura, principalmente en torno a los commodities de exportación de la zona cruceña, y en el sector de hidrocarburos fue de 7,07%, números bajos en relación a las tasas de crecimiento de la década de 1960, por ejemplo. En Bolivia se produjo un quiebre del núcleo productivo por la disposición de ramos estratégicos de la producción en función de la participación de capitales extranjeros desde la década de 1980. ¿Qué esperamos de Aranguren, representante de Shell y responsable de corridas cambiarias, como Ministro de Energía?
El macrismo debe una vela a cada santo pero tampoco es cuestión de subestimar la capacidad del neoliberalismo de sustentarse en el poder político. Aunque la expresión neoliberal sea anti-capitalista en esencia, en el sentido de que buscará auto-destruir sus bases propias de sustentación, es evidente que el núcleo duro del macrismo buscará surfear estas contradicciones buscando encontrar un equilibrio. En este sentido, el kirchnerismo sentó un precedente importante: se puede gobernar 12 años sobrevolando los corporativismos (de todos los signos).
El macrismo aprende rápido de los errores y tenemos una experiencia neoliberal que funciona como paradigma de los umbrales de sensibilidad populares. Sin embargo, hay que buscar análisis más profundos y estructurales para esta etapa que viene. Me niego a creer, como peronista, que perdimos por Carta Abierta o por un grupo de trasnochados camporistas. Se trata de parar un poco la picadora de carne y reparar en las condicionantes estructurales que nos llevaron a perder la legitimidad frente a una porción del electorado, porque como decía Perón en los procesos electorales se cuenta con un 50 y 50, y el partido es un vestido de novia que lo desempolvamos para los procesos electorales. Gobernar es fácil, lo difícil es conducir.