Terminó la elección a Jefe de Gobierno porteño y se puede decir: ganó la continuidad, por un pelito. El PRO logró retener su único distrito, a un costo altísimo. Es que nadie jamás pudo imaginar la excelente performance de Martín Lousteau, quien duplicó su base de votos, absorbiendo prácticamente la totalidad del voto que fuera a Recalde en primera vuelta, dejándolo a escasos 3 puntos de ganar la elección.
Mauricio Macri pudo capitalizar esta victoria pírrica en pos de su candidatura presidencial con un discurso completamente destemplado donde habló de mantener lo estatizado pero «gestionando bien», confundiendo incluso a su propia militancia que abucheó desde abajo, por inercia, cuando dijo «YPF y Aerolíneas seguirán estatales». Pareciera que Macri hace un giro brutal «al centro», bajando la dosis de «cambio» y subiendo la de «continuidad», seguramente aconsejado por Durán Barba. Trata de explicar que «no es el cuco» que derribará conquistas sociales, parodiando el discurso de Massa, con menos swing. Si de votar continuidades se trata, es probable que el votante se incline más por la versión original que por la copia, por lo que puede imaginarse a Scioli con una sonrisa pícara en su rostro.
El análisis del voto porteño deja muchas cosas sobre la mesa. El PRO ganó merced a la instalación y fortaleza de su partido-marca (la «gestión», el «equipo») y sufrió mucho el contraste entre el carisma de Lousteau y el del modesto Larreta. ECO se hizo fuerte en el corredor oeste de la ciudad -antaño bastión de Ibarra y el progresismo en general- y en el sur, donde el FpV tiene mayor predicamento. Ello pone en duda la eficacia del aparato de Ritondo (¿O fue para atrás porqué no le dieron ninguna candidatura?) y mostró a las clases altas de Recoleta, Belgrano y Palermo como más fieles al color amarillo.
Dos indicadores podrían haber dado vuelta la elección: el voto en blanco (5%) y el ausentismo (4% más que en la primera vuelta). El voto en blanco fue impulsado orgánicamente por la izquierda, mientras que el FpV dio «libertad de acción». Aquellos que critican a los primeros por «ser funcionales al triunfo del PRO» olvidan algo que bien recuerda Ezequiel Meler: «a quien no comparte tus objetivos, tus fines, no podés pedirle que te acompañe en los medios». En el caso del ausentismo es probable que haya perjudicado más a Larreta, que sus votantes se hayan recostado en el efecto «total, ya ganamos» y se hayan ido antes de vacaciones.
Es verdad que esta elección no dejaba de ser en el «plano nacional/presidencial» una interna de Cambiemos y que el 70% de la ciudad votó antikirchnerismo. Eso no significa que todo ese voto vaya a Macri presidente, toda vez que existe el voto cruzado (ejemplo: «continuidad total» voto Larreta-Scioli, eso ya existió en 2011 con Macri-Cristina, se votaron ambos oficialismos). También mucho voto de Lousteau se auto-percibe «antikirchnerismo de centroizquierda», heredero del voto a Pino Solanas por ejemplo, y puede terminar votando Stolbitzer o incluso a la izquierda testimonial.
Macri mostró debilidad ayer, ganando por un puñado de votos el único distrito que gobierna (recordemos: ya perdió sus apuestas en Santa Fe y Córdoba). Si comparamos el balotaje de 2007 donde PRO sacó 60,94% con los de 2011 (64,27%) y el magro 51,61% de ayer, esto queda más evidenciado. Perdió en nueve comunas y es posible que la hegemonía del PRO haya quedado «tocada».
Lecciones para el FpV
El FpV quedó por primera vez desde 2007 fuera del balotaje, lo que terminó favoreciéndolo a nivel nacional al sumir a Cambiemos en un dilema, una encrucijada que le hizo daño. Sin embargo, si quiere ser realista y transformar esta «crisis» en «oportunidad» y ser alguna vez gobierno de la ciudad, son varios los datos a apuntar.
El primero es que esa interna abierta multitudinaria fue contraproducente, y ella fue posible solo por la pleitesía ideológica que el pensamiento nacional le rindió al progresismo al pagarle a personajes menores sus quince minutos de fama. Eso debilitó a Recalde y lo hizo arrancar «de muy atrás».
Se dijo en estas páginas que Recalde debía: sumar un buen vice, apostar fuerte a un debate, explotar al máximo su perfil «honestista» al haber rechazado una coima, municipalizar su agenda y defender el flanco de su gestión en Aerolíneas (negativamente percibida por el sentido común porteño). Logró un acierto discursivo al equiparar en el imaginario la gestión de Aerolíneas con la del Subte, que insumen ambos 3500 millones por año siendo uno inclusivo y de calidad y el otro no. Sin embargo el FpV de la ciudad debe municipalizarse y dejar de alimentar esa tensión Capital-Nación que solo lo desfavorece porque se sabe…las capitales siempre votan distinto que el distrito.
Si como dicen Gabriel Vommaro, Sergio Morresi y Alejandro Bellotti en su excelente libro «Mundo PRO» no se entiende su nacimiento y consolidación sin la implosión del radicalismo y el peronismo de la Ciudad en 2001, no puede dejar de leerse la «experiencia Lousteau» como un intento de renacimiento radical mezclado con voto «progresista». Que puede esfumarse en el tiempo, como la «experiencia Pino», solo el tiempo lo dirá. Lo real es que el radicalismo, que dejó de ser un partido nacional en 2001 y pasó de ser una liga de gobernadores a una liga de intendentes, tiene en este joven candidato la posibilidad de construir un líder nacional, si es que pasa a retiro a la vieja guardia.
Fue muy llamativo el poco voto en blanco del FpV en el balotaje. Exisitó en la previa una llamativa agresividad en la interpretación de la táctica del voto en blanco o a Lousteau. Acusaciones de funcionalidad, de ser «el ala izquierda del PRO», «Kambiemos» y del otro lado la ridiculización del voto en blanco como la ayuda que necesitaba Larreta. Enseña la historia que la única forma de derrotar a un adversario abrumadoramente superior es partirlo. Hay que recordar la estrategia de Peron cuando realizó el pacto con Frondizi: aislar al sector duro del antiperonismo que representaba Balbin. Siempre aislar al adversario, nunca aislarse uno. Lousteau hizo su aporte y no se sabe que hubiera pasado si hubiera desbancado al PRO del gobierno. ¿Hubiera vuelto el radicalismo-PRO al radicalismo-ECO? ¿Qué hubiera pasado con toda esa gente PRO fuera de gobierno y desempleada-disponible? ¿Lousteau hubiera podido cubrir toda la estructura de gobierno con gente propia? ¿Hubiera sido sencilla la transición, hubiera sido una gestión inexperta o exitosa? Nunca lo sabremos.
El Frente para la Victoria debe consolidar su identidad peronista garantizando su piso electoral; abrirse al no peronismo desde un discurso municipal que se permita rasgos fuertes de autonomía de Nación desde lo discursivo y programático; y seducir al sector peronista-popular que se cobija en el PRO, para dividirlo.
Cuenta con un activo: un candidato joven con proyección en el tiempo. También con un ejemplo: Scioli salió ni bien terminada la elección porteña en C5N y TN, hablando de garantizar la autonomía porteña y concretar el traspaso de la policía, lo que no es sino música para los oídos capitalinos.