Claudio Scaletta: «Si no se transforma la estructura productiva, el crecimiento se frena»

Martín Schuster y Matías Mangalo entrevistaron para ABC en Línea al economista Claudio Scaletta, uno de los intérpretes más claros y lúcidos de la macroeconomía local, para pensar la economía que se va y comenzar a debatir la que viene. El domingo pasado se dio a conocer la primera parte del reportaje. Entrá a la nota y lee la segunda y definitiva.

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ABC en Línea: ¿Qué aspectos cree que son necesarios reevaluar y qué políticas debe adoptar el próximo gobierno a fin de generar una estructura productiva diversificada con mayor componente y valor agregado nacional, en pos de superar la restricción externa?

Claudio Scaletta: El recipiente es todo lo que venimos hablando de la macroeconomía para el desarrollo. Esto requiere tener mucho cuidado para no tirar al bebé con el agua de la bañera. Existe el riesgo cierto de que con la excusa de alinear algunas variables puntuales, inflación, gasto, tipo de cambio, se termine en un ajuste clásico. Y algo peor, también podría ocurrir que con la excusa de las necesidades de financiamiento y el arreglo con los buitres se vuelva a endeudar el país sin una contrapartida que lo justifique. La experiencia kirchnerista fue muy buena, pero no fue perfecta. Sólo por citar algunos errores, se distorsionaron innecesariamente las estadísticas públicas, se mantuvieron tasas de interés negativas que debilitaron las opciones de reserva de valor en la moneda local, lo que aumentó la “fuga de capitales”, es decir; la demanda de dólares, hubo una sobrerreacción frente a las primeras señales de déficit de cuenta corriente, se desdeñó la planificación y no hubo una reforma profunda del sector financiero. Dentro del recipiente de la macroeconomía hay que poner un plan de desarrollo, lo que incluye su financiamiento, elegir una docena de sectores y actores industriales y agroindustriales que se retroalimenten y apostar fuertemente a ellos, con intervención directa de empresas públicas o mixtas allí donde sea necesario, en sectores estratégicos que lo demanden. Hay algo que deberíamos grabarnos como un mantra: si se aumenta la masa salarial, sea porque aumentan los salarios o la cantidad de trabajadores o las dos cosas, eso se traducirá en una mayor demanda de consumo no sólo de necesidades básicas, sino también de electrodomésticos, electrónica de consumo, autos, motos, montones de productos de una industria local deficitaria en divisas. Por eso el desarrollo lleva en sí un carácter necesario. Si no se transforma la estructura productiva antes o después llega un punto en que el crecimiento se frena. Hay un tercer elemento que junto con la macroeconomía y el plan también es una necesidad. Algo que suele situarse por fuera de la economía; la geopolítica. No es posible el desarrollo en el marco de alianzas con países con economías competitivas a la nuestra o con bloques regionales que nos exigen permanentemente la adopción de políticas de liberalización comercial y de laxitud financiera, es decir que quieren imponernos la política económica. La cuestión regional, para salir al mundo con políticas comerciales agresivas, y la independencia respecto de Estados Unidos y Europa son fundamentales.

Dentro del recipiente de la macroeconomía hay que poner un plan de desarrollo. El mismo no es posible en el marco de alianzas con países con economías competitivas a la nuestra o con bloques regionales que nos exigen permanentemente la adopción de políticas de liberalización comercial y de laxitud financiera, es decir que quieren imponernos la política económica

ABC en Línea: ¿Qué rol juega el agro en este nuevo escenario?

Claudio Scaletta: Uno de los más grandes macroeconomistas argentinos, ingeniero electrónico de profesión, Marcelo Diamand, repetía que la dicotomía campo industria era falsa. Esto lo decía nada menos que uno de los teóricos de la estructura productiva desequilibrada, uno de los justificativos que se utilizan para defender las retenciones. Repasándolo muy rápidamente la idea era que no se podía dejar que el tipo de cambio lo fije el sector exportador más productivo, porque ese nivel estaría más apreciado que el que necesita la industria, etcétera. Quizá sea una limitación personal, pero creo que no existe una determinación natural del tipo de cambio por la productividad de un sector. No es que no entienda la teoría de las ventajas comparativas de Ricardo, entiendo que si un sector es más rentable que otro los recursos irán al primero por la tendencia a la igualación de las tasas de ganancia, pero creo que el nivel del tipo de cambio es también una decisión política. Obvio que después es necesario tener las divisas y los instrumentos para sostenerlo. Las retenciones pueden ser muchas cosas; un instrumento para igualar tasas de ganancia, para incentivar a los sectores menos productivos, para recaudar, para que el Estado se apropie parcialmente de los beneficios extraordinarios de una devaluación, lo que seguro no son es un dogma. La relación campo-gobierno se politizó por culpas compartidas. También es inevitable que se politice, pero es necesario hacer buena política agraria y agroindustrial. Las entidades del agro son como cualquier otra entidad gremial empresaria, no son los malos aunque su conservadurismo atávico no los ayude en la imagen. Seguirán pidiendo lo que todos, menos impuestos, aranceles, intervención pública, lo de siempre. El Estado debe ser flexible y acompañar fiscalmente las variaciones de los precios internacionales manteniendo la rentabilidad sectorial en todo momento. También debe mantener el desincentivo fiscal a la producción primaria respecto de la que agrega valor. El sector agropecuario debe ser tratado igual que cualquier otro sector de la economía. Aquí también el objetivo debe ser agregar valor local. También se lo debe potenciar en su rol exportador, de generador de divisas, que es lo que el resto de la economía necesita. Si la industria debe ser entendida como un medio y no un fin, también el campo. Igual me gustaría agregar una nota al pie sobre las retenciones, cortita para no cansar. Es mentira que toda la ecuación del campo se reduzca a bajar retenciones, que “retenciones” sea la clave para hablar de economías regionales. La mejora de los complejos regionales demanda el aumento de la rentabilidad primaria, rentabilidad que no pasa por las retenciones, y de esto sobran los ejemplos, sino por el sistema de comercialización, especialmente por la primera venta que realiza el productor.

El sector agropecuario debe ser tratado igual que cualquier otro sector de la economía. Aquí también el objetivo debe ser agregar valor local. También se lo debe potenciar en su rol exportador, de generador de divisas, que es lo que el resto de la economía necesita

ABC en Línea: ¿Qué evaluación hace de este nuevo contexto internacional al cual nos enfrentamos, y cuál es el margen de maniobra que posee la Argentina al respecto?

Claudio Scaletta: Si escuchamos a un militante trotskista seguramente nos dirá que estamos frente a la crisis terminal del sistema capitalista, un pronóstico tan históricamente incumplido como el apocalipsis populista de los neoliberales. La realidad es más modesta, estamos apenas frente a otra crisis cíclica que empezó en Estados Unidos a fines de la década pasada y que Europa profundizó con sus políticas contractivas. Estos frenos desaceleraron China y así. Esta crisis, como cualquier otra, puede pegar por dos lados, el financiero y el real. Por el lado financiero estamos relativamente blindados gracias al desendeudamiento y los controles a los capitales más calientes. Sí puede representar un problema al momento de tomar financiamiento para el desarrollo, pero no lo veo como una limitación especialmente grave. Siempre es más fácil encontrar prestamistas que compradores. También puede haber presiones cambiarias por las devaluaciones de los vecinos. Pero creo que el principal problema puede venir por el lado real. El set de nuestras exportaciones sigue basado en commodities, cuyos precios caen en las crisis cíclicas, afectando por ese lado los términos del intercambio, la provisión de divisas y las rentabilidades sectoriales. El único aliciente en el presente es que aparece una compensación parcial por el lado de las importaciones de combustibles. No me imagino que haya mucho para hacer más que todo lo que venimos diciendo, diversificar la estructura productiva para ganar más independencia futura mientras nos recostamos en el mercado interno a la espera de que pase el vendaval, si es necesario expandiendo más el gasto, no recortándolo. Cualquiera sea el caso, el dato duro para el postkirchnerismo es que la nueva etapa comenzará con viento de frente.

El discurso de Scioli es industrialista y claramente desarrollista. Habla de ganar competitividad vía mejoras en la infraestructura y el transporte para bajar costos de logística y de insumos, utiliza la expresión ‘competitividad genuina’ para descartar conseguirla vía devaluación

ABC en Línea: ¿Qué medidas de política económica cree que tomarían los principales candidatos a la presidencia en caso de vencer en octubre? ¿Qué efectos tendrían estos cursos de acción?

Claudio Scaletta: Hay algo que la virtual uniformidad de estilos de los candidatos pareciera ocultar, en las próximas elecciones estarán en juego dos modelos de país, el regreso al liberalismo más rampante encarnado por la Alianza que lidera el macrismo, lo que significaría un nuevo movimiento pendular hacia el pasado, con un nuevo posicionamiento geopolítico, con subordinación al capital financiero y vuelta al endeudamiento sistémico más todo el abanico de políticas contra el salario conocidas. Recorrer el espinel de las concatenaciones del ajuste es un poco ocioso, es una secuencia bastante conocida. En el más que hipotético caso de una victoria opositora, es probable que el proceso no sea tan fácil, porque en estos años existió, como dijimos, una batalla cultural contra los silogismos neoliberales y porque hay una importante porción de la población que no está dispuesta a renunciar sin más a los derechos conseguidos, ya sabemos que el peronismo malacostumbra a los trabajadores. Tendríamos un país altamente conflictivo. En lo personal, si bien hay que esperar a contar el último voto, descuento un triunfo del Frente para la Victoria, lo que no es voluntarismo, sino que está en línea con la mayoría de las encuestas. Mi preocupación está en otra parte, en los referentes económicos del sciolismo. Allí hay datos muy alentadores, pero también nubarrones. Empezando por lo alentador, el propio Daniel Scioli repite que su gobierno será una etapa superior del crecimiento, la etapa del verdadero desarrollo. Su discurso es industrialista y claramente desarrollista. Habla de ganar competitividad vía mejoras en la infraestructura y el transporte para bajar costos de logística y de insumos, utiliza la expresión “competitividad genuina” para descartar conseguirla vía devaluación. Tiene conciencia de que en el corto plazo se necesitará financiamiento para superar la restricción externa. La Fundación DAR, que dirije su hermano “Pepe”, elaboró un verdadero Plan de Desarrollo, es decir, ya antes de ser gobierno se está pensando en la planificación, un déficit de estos años. Ese Plan tiene análisis sectorial detallado y, lo que es más importante, enfatiza la necesidad de sostener una “macroeconomía para el desarrollo” con “una demanda pujante”. En DAR reclutaron algunos muy buenos economistas, era esperable que hagan un buen trabajo. Hasta allí estamos en el mejor de los mundos. Luego vienen quienes aparecen en los medios como referentes en materia económica. Algunos solventes en el contexto de sus tradiciones teóricas y otros que bien podrían ser parte del staff macrista. ¿Cuál será el verdadero sciolismo? Por ahora sólo tenemos indicios y cada uno puede agarrarse del que más le guste. Pero para la verdad habrá que esperar hasta el 11 de diciembre. Aquí también corre lo que dijimos para el macrismo. El llamado “núcleo duro” kirchnerista tendrá un espacio importante en el poder legislativo y en diferentes áreas. No se irán todos a su casa, lo cual podría ser un límite a potenciales desvíos, pero siempre teniendo presente que el régimen local es presidencialista. Y que si el conductor promete, el amplio movimiento nacional se subordina al jefe que tiene la billetera del Estado. Probablemente lo más preocupante del sciolismo esté en quienes proponen reglas estrictas en materia fiscal. Es comprensible incluso por una cuestión de matriz generacional, quienes estudiamos economía en la Argentina de fines del siglo XX debimos hacer un verdadero esfuerzo intelectual para deshacernos de muchos conceptos neoclásicos que la universidad pública nos grabó a fuego, un esfuerzo para sacudirnos todo el instrumental teórico perimido y erróneo de la ortodoxia.

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Martín Schuster y Matías Mangalo

Martín Schuster: Estudiante de Sociología (UBA) // Twitter: @MartinSchus Matías Mangalo: Estudiante de Economía (UBA) // Twitter: @mmangalo