El próximo 31 de marzo se realizará un paro de algunos sindicatos por el aumento del mínimo no imponible. Durante los días previos, referentes sindicales, funcionarios de gobierno, dirigentes opositores y periodistas de diversa talla han opinado a favor y en contra del paro. El tema, que obviamente se encuentra en la agenda pública, debería ser tratado menos coyunturalmente de lo hecho hasta ahora dada su importancia y trascendencia. La discusión subyacente que no debe escapar a nadie es la relación entre el kirchnerismo como movimiento político, la gestión de gobierno y el rol del campo popular, del cual el movimiento obrero debiera ser su eje vertebrador.
El reclamo por el aumento del piso a la cuarta categoría de ganancias es justo siempre y cuando desde el campo popular podamos construir el poder suficiente para afectar las grandes rentas de los grupos concentrados en post de no ser funcional a una estrategia de desfondeo del Estado. Su concreción expresaría una conquista popular significativa. Aun así, entendemos que la agenda del movimiento obrero argentino no se puede limitar a la reivindicación de ganancias ni puede soslayar el proceso de avance y transformación que se vive desde el 2003 a la fecha.
El primer punto es la agenda de los trabajadores. Resulta paradójico que las mayores demostraciones de fuerza sindical y visibilización mediática tengan como reclamo una cuestión que afecta a un pequeño grupo de la clase trabajadora. No aparecen en el pliego de reclamos ni la informalidad ni la precarización, dos condiciones que afectan transversalmente a todos los sectores de la economía. Es por esto que bregamos por una unidad del movimiento obrero que ponga sobre el tapete no solo la agenda de un sector minoritario en proporción sino también y especialmente la de los trabajadores de la economía popular, la de los últimos de la fila, la de aquellos trabajadores que no llegan al salario Mínimo Vital y Móvil, que no tienen asignaciones familiares, que trabajan más de 8 horas, que no tienen vacaciones pagas ni descanso dominical, no tienen obra social, ART, ramas enteras de trabajadores que todavía hoy están peleando por crear formalmente su sindicato.
El segundo punto, refleja una forma simplista de analizar las transformaciones iniciadas en el 2003. Este proceso no fue ni lineal ni simple. Por el contrario, los procesos políticos tienen sus complejidades, sus contradicciones y su dialéctica. Lo que sí fue constante de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner fue la autonomía del Poder Ejecutivo de las definiciones de las corporaciones económicas y el inicio de un proceso económico de industrialización del país y de inclusión del pueblo. Algunos lo llaman la década ganada. Jorge Taiana lo denomina el Tomo I de las transformaciones y, justamente, convoca a construir el Tomo II, el de los cambios estructurales posibilitados por el Tomo I. Es necesario democratizar la economía, desconcentrarla y argentinizarla aún más; y para eso hay que darle más poder al pueblo y quitárselo a las grandes corporaciones económicas.