Yemen es un país ubicado en la Península Arábiga en la que se encuentra el puerto de Adén, donde pasa el grueso del comercio de energía del mundo trasladado entre el Estrecho de Bab el Mandeb y el Canal de Suez, que surte tanto a occidente como oriente.
Este país estratégico se caracteriza por haber sido tratado como una colonia por parte de Arabia Saudita, país fronterizo que respaldó al dictador Ali Abdullah Saleh y luego a su vicepresidente, Abd Rabbuh Mansur Al-Hadi, quien lo sucedió después de tres meses de protesta en el marco de la «primavera árabe» utilizada por las potencias occidentales para tutelar cambios de régimen en la región.
Esa «primavera» tuvo sus daños colaterales en Yemen, como también en Bahréin (también fronteriza con Arabia Saudita), y generó un escenario favorable a la expansión política-militar y territorial de los hutíes chiítas quienes desde 2012, hasta el presente, avanzaron en el control del país del norte hasta el sur.
Al emerger como un actor de peso en el país, los hutíes presionaron al presidente Hadi para obtener una cuota de poder acorde a su papel, pero ésta fue negada repetidamente, algo común en la historia yemení y que derivó en que los hutíes primero tomaran la capital Saná para oponerse a un aumento de la gasolina y luego pidieran la formación de un nuevo gobierno.
La respuesta de Hadi fue militar y no resolvió el conflicto porque tuvo que ceder y aceptar un acuerdo con los hutíes que luego en enero cayó en entredicho, cuando intentó federalizar el país y los chiítas se opusieron por considerar que iba en contra de su poder y no respetaba los acuerdos, avalados por la ONU y los países implicados en la situación interna.
Nuevamente, los hutíes tomaron la capital, las instituciones y el palacio presidencial hasta que Hadi presentó su renuncia y se inició una nueva ronda de conversaciones que fueron boicoteadas, lo que desembocó en el anuncio de que los hutíes asumirían un gobierno de transición por dos años para estabilizar el país.
Con ayuda saudita y estadounidense, Hadi se escapó hacia Adén, en el sur, y formó un gobierno paralelo, hasta que los hutíes lograron penetrar en la región y controlar la ciudad hace pocos días.
Junto a la intensificación de los ataques del Estado Islámico y Al Qaeda en la Península Arábiga (dos actores de peso en el país, junto al peso de las organizaciones tribales sunitas), el conflicto alcanzó su punto máximo al tomar la estratégica Adén, escapando Hadi hacia Arabia Saudita. Inmediatamente, con respaldo estadounidense y parte de las estructuras de poder del Golfo y otras naciones del mundo árabe (Egipto y Marruecos), Riad ordenó un bombardeo al país para evitar que emerja una fuerza anti-saudita detrás de sus fronteras.
En estas coordenadas, el conflicto no hará más que crecer si los aliados internacionales de los hutíes, Irán, Siria y Hezbollah, intervienen de alguna manera y se cobran lo que Riad les ha intentado hacer en sus áreas de influencias con los fundamentalistas tafkiris y las guerras de proximidad.
Arabia Saudita teme que la ola de los hutíes llegue más allá de sus fronteras. 150 mil hombres armados no serán fáciles de derrotar, con o sin ayuda.
Algo ha cambiado.
Fuente: Misión Verdad