La última jugada del «Vasco» Othacehé

Derrotado en las primarias del Fpv, el histórico intendente de Merlo continúa con la usurpación de un club en todo un gesto político que sintetiza una gestión de más de dos décadas marcada por la corrupción y la violencia como práctica política.

Desde 1991 Merlo fue gobernado por Raúl Othacehé. Su gestión estuvo asociada a la constante utilización de métodos absolutamente repudiables para derrotar a sus adversarios: amenazas e intimidaciones; golpizas propinadas por patotas armadas; armado de causas judiciales fraguadas contra opositores; cooptación por ofrecimiento de negociados o por la simple amenaza de coacción.

Sin embargo, los merlenses decidieron poner punto final a la gestión de Othacehé y Gustavo Menéndez se impuso por amplio margen en la interna del Fpv.

Poco importó el resultado electoral, y Othacehé se muestra decidido a terminar su gobierno sin modificar su ´patoteril´ forma de gestión. En este sentido, en medio de una serie de aprietes, amenazas y violencia estatal descontrolada, una patota del “Vasco” continúa con la toma de las instalaciones del Club Semillero del Lago.

El mencionado centro recreativo contiene a más de 200 familias y allí se desarrollaban actividades deportivas, recreativas y culturales. Pero hoy está usurpado.

Días atrás, Florencia Lizaraso, una docente del distrito que es candidata a concejal de Merlo por el FpV y que participa de la CD que maneja el Club desde el 2008, fue entrevistada por el portal PRIMEREANDO y señaló que la violenta usurpación se produjo paradojicamente –o no tanto– el 3 de junio, día en que se llevó a cabo la marcha #NiUnaMenos que instaló en agenda política el drama de los femicidios y la violencia de género y en todo el país.

“Nuestra esperanza es que después de las elecciones se empiecen a acomodar los roles de las instituciones, que perdamos de una vez el miedo y que los barrios vuelvan a tener voz”, señaló la candidata.

Con el fin del reinado del Vasco las posibilidades de que haya un cambio en el distrito están más latentes que nunca y las prácticas de violencia política parecen comenzar a dar paso a nuevos tiempos.

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