Por Alejandro Aguero @AleAguero1
Riesgo país, salto del dólar y el pacto de caballeros en el baúl de los recuerdos porque al final de cuentas decidieron desde afuera soltarle la mano a Mauricio Macri.
Nuestra cultura y sistema de gobierno exige de un hiperpresidencialismo para su funcionamiento. No hay medias tintas: Menem o De La Rua; Kirchner o Macri. Gobernás o sos gobernado y te vas. A meses de finalizar su mandato, y tras haber entregado el control de la economía, el primer mandatario observa impávido como la toma de las decisiones se aleja de la Casa Rosada.
Si la polarización con Cristina le sirvió al oficialismo para obtener gobernabilidad y ganar la elección legislativa del 2017, la sobreactuación y los desastres en la gestión de gobierno terminaron por convencer a los mercados de la inviabilidad de una reelección que no hace otra cosa más que agigantar las chances de un regreso de la ex presidenta.
A menos de dos meses de la presentación de listas nacionales, y con el temor creciente a la figura de Cristina Fernández, los factores de poder decidieron empoderar al peronismo en cualquier de sus dos variantes: vidalista o lavagnista, o en el mejor de los casos con un mezcla de ambos bajo el gran slogan de un gobierno de “unidad nacional”.
Pasan los días y el conejo de la galera no termina de salir para Macri, y es por eso que la tendencia lleva a imaginar que la próxima administración será peronista, aunque el gran interrogante es si tomará la forma de kirchnerista o justicialista.
El mercado exige que Mauricio Macri de un paso al costado y ceda su candidatura a María Eugenia Vidal para dinamitar Cambiemos y abrir paso a una nueva coalición de gobierno que, más allá de incorporar figuras como Martín Lousteau o “Ricardito” Alfonsín, pondría el foco en un peronismo de centro que sería el nuevo hegemón. Recuperar el poder desde la oscuridad palaciega.
Al final de cuentas, pareciera que se repiten los ciclos institucionales de la argentina: excesos peronistas, saqueos liberales y finalmente normalizaciones justicialistas para dar inicio otra vez a la rueda aunque siempre se piense que finalmente llegarán los pactos de la moncloa para pensar los grandes acuerdos de estado.
Del saqueo macrista hay que salir, y el círculo rojo parece decidido a empujar una normalización justicialista para evitar los excesos de una Cristina que con el solo amague de la presentación de un libro parece haber minado el destino del ex jefe de gobierno porteño.
Al final de cuentas, Frigerio, Monzó, Santilli, Ritondo y un reconvertido Larreta, tienen mucho más en común con Massa, Pichetto y Urtubey que con el advenedizo Marcos Peña.
Todo es volátil y efímero, y Mauricio Macri debería meditar seriamente tomar él mismo la decisión de dar el paso al costado y empoderar a Vidal para reservarse una mínima cuota de poder. De lo contrario, Cambiemos podría terminar en los márgenes del tablero electoral asistiendo a un balotaje peronista.
El día después de un presidente en Argentina es duro, y de las luces del poder que encandilan se pasa a la oscuridad del destierro y a los desfiles interminables de una justicia inquisidora. Quizás Macri debería releer una máxima de Durán Barba y tomarla como premonitoria de su futuro.
“Tengo tres amigos que llegaron al gobierno e hicieron ajustes (Gonzalo Sánchez de Losada, Fabián Alarcón y Jamil Mahuad). Los tres están o estuvieron presos o prófugos”.