«Dicen que el mariscal de Sajonia hizo todas sus campañas durante veinte años montado en una misma mula, y que a pesar de haber hecho durante veinte años todas las campañas, la mula no aprendió nada de conducción». Así comienzan los primeros párrafos de Conducción Política, del tres veces presidente de la Nación Juan Domingo Perón. Lamento si usted está pensando que tendrá que ver la cita con una pequeña reseña sobre las próximas elecciones. Debo decirle, que mucho más de lo que usted cree se juega en esos tres renglones. Necesito que se concentre ahora para entender la columna vertebral de esta insignificante idea. Póngase el cinturón, que arrancamos.
Falta algo menos de tres meses para que los electores de la provincia de Buenos Aires vuelvan a ejercer su derecho de elegir sus representantes. Exactamente, el 9 de agosto se van a realizar las PASO, tanto a nivel nacional como en varias provincias, entre las que se encuentra aquella que mas habitantes posee. Dieciséis millones de habitantes están repartidos en ciento treinta y cinco distritos. A su vez, hay una subdivisión, a la hora de evaluar el caudal electoral. Son ni más ni menos que las secciones electorales. La provincia está dividida en ocho secciones electorales. Pero déjeme darle un dato importante a la hora de hacer las cuentas, tanto la primer sección (noroeste del conurbano) como la tercera (suroeste del mismo) son las que definen quien va gobernar, no sólo la provincia sino también el país, ya que entre ellas dos suman más de siete millones de electores habilitados, mientras que toda la provincia más de once millones.
Para el periodo 2003-2007 fue electo Felipe Solá. Ya venía de tomar las riendas desde enero del 2002 (tiempos en donde todavía todo ardía un poco) luego de que Carlos Ruckauf fuese a ocupar el Ministerio de Relaciones Exteriores. Tras la victoria de Néstor Kirchner en el mismo año, y tras la ruptura hacia dentro del propio justicialismo entre el kirchnerismo y el duhaldismo, las elecciones de medio término del año 2005 dejaron lesionado de gravedad al último nombrado. El kirchnerismo decidió entonces consolidar lo construido durante esos primeros cuatros años. De esta manera, Kirchner hacía bajar a la provincia a quien resultaría gobernador electo: Daniel Scioli.
Pero hablemos de números: Scioli obtuvo la importante suma del 48% en las elecciones del 2007, superando el 43% del 2003 de Felipe Solá. Además de sacar más de tres millones de votos, triplicó la diferencia con Margarita Stolbizer, -hoy también precandidata a la presidencia por el viejo acuerdo UNEN, o lo que queda del mismo- quien ocupó el segundo lugar con el 16,6%. Todo esto constituyó un pilar fundamental para la victoria de Cristina en las presidenciales. Para el año 2011 se repitió la cabeza de ambas fórmulas electorales. El kirchnerismo, a quien se lo acusaba de ser herido de muerte por dos hechos casi simultáneos -la 125 y la derrota electoral a manos de Francisco De Narváez en el año 2009- no solo demostró su vitalidad en las generales de 2011, sino que también obtuvo una de las victorias más categóricas de la democracia. Cristina Fernández de Kirchner sacó la emblemática suma del 54% y fue reelecta en su cargo. Pero si de números hablamos, esa victoria, por el peso específico que tuvo, solo puede ser contrastada por la también inaudita suma sacada por el reelecto gobernador (55%), mientras que el gran ganador de dos años atrás Francisco De Narváez con la Unión para el Desarrollo Social obtenía un magro 15,8% cayéndose a pique.
Pero, ¿que tenemos ahora? Con la imposibilidad de una la reelección de la Presidenta, y la postulación de Daniel Scioli a ese cargo, el oficialismo se juega mucho más que la elección provincial en la búsqueda de un candidato. Se juega la posibilidad concreta de mantener en pie el proyecto comenzado por Kirchner. Es así que ante la falta de una figura estelar, muchos intentaron tomar el lugar vacante. Fue así que aparecieron como precandidatos a la gobernación: Domínguez, Bossio, Berni, Mussi, el “Chino” Navarro, Fernández, Espinoza, Castagneto, Insaurralde, Cristina Álvarez Rodríguez y Sabbatella. Si sumamos a los precandidatos presidenciales ( Scioli, Randazzo, Rossi, Taiana, Urribarri), el Frente para la Victoria tenía dieciseis candidatos a tan solo dos cargos ejecutivos.
Ponga atención, ya estamos inmersos en el viaje, y estoy seguro que se pone borroso el recuerdo que nos deja el lugar de donde partimos, pero si hace un poco de memoria, podrá recordar la cita que fue la génesis de la reseña (y ahora va a resignificarse). Vemos que el Frente Para la Victoria no tiene candidato natural e indiscutido electoralmente, aunque algunos se acomoden evidentemente mejor que otros. Pero de algo no se puede dudar: el oficialismo, a diferencia de los otros dos partidos que compiten con él tiene su propio mariscal de Sajonia y es la actual mandataria Cristina Fernández. Su imposibilidad en términos constitucionales de ser nuevamente electa no la excluye de ser la figura política más determinante de la Argentina. Por eso no es extraño que luego de la derrota en las PASO de la Ciudad donde el Frente para la Victoria llevó siete precandidatos, Cristina a comienzo de este mes haya lanzado una indirecta que dejaba poco a la imaginación.
«Abandonar los egos personales» en términos de la propia mandataria, y un baño de humildad para seguir construyendo el proyecto colectivo. El resultado fue sorprendente, sin dar nombres ni apellidos de a quienes iba dirigido y luego de un muy corto lapso de tiempo, muchos precandidatos recapacitaron y las alternativas se achicaron a términos lógicos y racionales. Se bajaron Taiana, Urribarri y Rossi, quedando Scioli y Randazzo como la dupla para rivalizar en la interna. Mientras que en provincia la lista de precandidatos se redujo, existiendo aun la posibilidad de que haya más sorpresas. Julián Domínguez (presidente de la Cámara de Diputados) y Aníbal Fernández (Jefe de Gabinete), serían los núcleos más duros de la disputa provincial En un segundo pelotón Espinoza (intendente de la Matanza, circuito vital para la victoria electoral) sigue en carrera, al igual que el secretario de seguridad Sergio Berni y Martin Insaurralde, ex-diputado nacional reasumido intendente de Lomas de Zamora quien se niega a bajarse y busca alinearse fuertemente atrás de Scioli su eterno padrino político. Descartado Bossio, quizás una de las sorpresas más importantes ya que tenía una buena perspectiva en intención de votos, también se bajaron Navarro, Castagneto, Álvarez Rodríguez y Mussi.
Vamos llegando al final, puede desabrocharse el cinturón y destrabar la puerta, pero quiero dejarle algunas cosas que quedaron dando vueltas por el aire. La primera es que el gobierno sabe mejor que nadie la importancia de retener la provincia para retener la Nación. La segunda es que no se podía repetir el error político de tantas ramificaciones electorales, por lo cual era necesario que alguien ponga los patitos en fila que parecían querer alborotarse. La tercera y última es que el oficialismo sigue estando dos pasos adelante de los contrincantes gracias a una conducción clara que frente a la banalización de la política pone a esta última por delante de todo.
No quiero olvidar recordarles que los números no son todo, aunque hay que darle su lugar adecuado en este cambalache. Mientras yo sigo escribiendo mi amigo Luis Enrique sigue cosechando títulos bajo el brazo y teniendo todos los símbolos numéricos a su favor. Pero que eso, ni el gas pimienta, nos hagan perder de vista que el bilardismo político quiere adueñarse de la pelota y con algunos secuaces que sacan cálculos a su favor quieren hacerle creer a la mula que por doce años de lealtad se está recibiendo de conductora.