Tiempo de definiciones. Sobre si la herencia se hereda o se la toma

Por Sebastián Senlle Seif para el Centro de Estudios en Políticas de Estado y Sociedad (CEPES). Los tiempos de definiciones políticas son siempre fascinantes y estimulantes para el análisis en sí mismos.

Los tiempos de definiciones políticas son siempre fascinantes y estimulantes para el análisis en sí mismos. La coyuntura actual de nuestro país ofrece, sin embargo, una extensa serie de aditamentos que hacen que dichas definiciones sean de una envergadura cualitativamente mayúscula: Cristina Fernández, la líder política de mayor liderazgo que ha dado el peronismo en las últimas décadas (junto con Néstor Kirchner) por su capacidad de conducción del movimiento, no puede continuar ejerciendo ese liderazgo desde el poder ejecutivo. En criollo, no puede ser reelecta por segunda vez consecutiva. Y en un movimiento heterogéneo con tantos líderes políticos de primer nivel, con un gran poder de representatividad y una histórica vocación de poder, sumado a que hablamos de un espacio político que ha logrado acrecentar su aceptación y legitimidad en momentos en que los manuales auguran una merma, podemos decir que más que fascinantes, son tiempos de una intensidad implacable.

El 20 de junio es el día más esperado en términos de ver los resultados “en los papeles”, pero nos encontramos con que cuatro días antes de esa fecha uno de los pre-candidatos del Frente para la Victoria anunció haber acordado con la Presidenta el nombre de su compañero. Antes de decir algunas otras cosas acerca de la fórmula Scioli-Zannini, nos interesa reflexionar sobre unas líneas de Ignacio Fidanza al respecto. En su pequeña primera nota en torno a este tema, dice “ahora empezarán las apuestas sobre quien doblegará a quien. Si Zannini será un nuevo Mariotto o por el contrario el Frank Underwood que empuje a Scioli de la Presidencia. Ejercicios mentales para gente ociosa. Lo real es que el peronismo resolvió un problema de poder. No se quieren, son distintos, pero se necesitan para ganar. Todo un mensaje para la oposición que se tentó con una “pureza” que por definición, es la antítesis de la política”.

Considero que la afirmación tiene una gran lucidez en torno a algunos puntos. En un documento anterior donde discutíamos sobre la identidad del kirchnerismo, sosteníamos que ni Cristina Fernández ni Daniel Scioli (ese elemento esquivo del kirchnerismo) elegirían el camino de la sujeción que implicaba mostrarse a sí mismos como otros. Más bien, la Presidenta conduciría reservando los nudos conflictivos centrales hacia el interior del FPV, no regalando espacios de poder a la oposición. Y decíamos, por último, que era más importante detenerse a observar quién era capaz de generar mayores gestos de virtud, antes que pensar en supuestos legítimos herederos. Siguiendo la misma lógica de ese razonamiento y retomando las palabras de Fidanza, creemos efectivamente que pensar la fórmula Scioli-Zannini como una cuña del kirchnerismo para disciplinar a Scioli y ver quién intentará doblegar a quién, es un ejercicio estéril. Definir esta fórmula simplemente como el elemento conservador del kirchnerismo, más el elemento que representa la pureza expresada en la idea de mesa chica, es el grosero error de interpretación de esa oposición que una vez más se queda rascándose la cabeza. Y aquí hablamos tanto de los líderes políticos, como de las grandes corporaciones que tienen sus intereses en juego.

Efectivamente la pureza, es la antítesis de la política. Y el todo, en política, no puede ser reducido meramente a la suma de las partes. Aquellos que pretenden hablar del kirchnerismo como algo diferente y alejado del peronismo, tienen una pintura interesante para interpretar que difícilmente puede ser comprendida con esa esquematización pueril. La forma de comprender el poder es totalmente diferente en este caso que en las Alianzas o Concertaciones que ensayan ciertas fuerzas con fines electoralistas. En estos últimos casos no hay conducción, sino clara delimitación del poder de cada quien de acuerdo a sus fuerzas. En el peronismo, en cambio, la conducción es central. No estamos haciendo una valoración donde presentemos esto como un idilio de sensatez en una suerte de comunismo del poder: al contrario, prima el conflicto que adjetiva inalienablemente a la política; quien conduce ese conflicto, goza del apoyo del resto de los líderes y el motor se retroalimenta.

Hasta el momento Daniel Scioli es el pre-candidato a presidente del FpV que mejor ha convertido su apoyo electoral a capacidad de articulación e interlocución política privilegiada, condimentos importantes del ejercicio de conducción. Evitó tomar a Florencio Randazzo como interlocutor –a pesar de su insistencia por diversos medios- y reafirmo su pertenencia a un proyecto donde los pingos se ven en la cancha, en una carrera que necesita iniciativa, voluntad de poder y conducción.

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