Por Alejandro Aguero
Arrancó la era de Alberto Fernández con un discurso mesurado que rindió cuentas del estado de crisis que deja el presidente saliente sin descuidar los primeros trazos que asumirá su gestión de gobierno. Entre la necesidad de reactivar la economía y la decisión de avanzar hacia la institucionalización de la Justicia pasando por la intervención de la AFI y la convocatoria a la construcción de políticas de estado. Más veces Alfonsín que Perón en un intento de solidificar su mensaje de unidad nacional.
“Vengo a convocar a la unidad de toda la Argentina”, arrancó un Alberto Fernández que cuidó todos los detalles para que el traspaso de mando respete el marco institucional y se constituya en un mensaje que empiece a correr del centro de la política argentina a la “Grieta”. El respetuoso saludo con Mauricio Macri y el gesto de caballerosidad con Gabriela Michetti fueron las primeras señales con las que el presidente inició su ciclo político.
“Es tiempo de comenzar por los últimos para después llegar a todos. Este es el espíritu del tiempo que inauguramos” señaló Alberto para referirse a la emergencia social por la que deberá trabajar desde el primer día. Si muchos le cuestionaron a Mauricio Macri no señalar claramente cuál era la herencia recibida, Alberto le puso cifras concretas al fracaso del programa económico de la gestión saliente.
“Más de 15 millones de personas están sufriendo de inseguridad alimentaria en uno de los países productores del mundo”.
En las próximas horas el nuevo gobierno anunciará medidas concretas de lo que vendría a ser el “plan navidad” que apuntarán a los sectores más castigados de la economía. Sin embargo, y lejos del exitismo y la euforia, Fernández dejó en claro que se requerirá de tiempo para enderezar el rumbo de la economía.
“Sin pan no hay presente ni futuro, la vida sólo se padece, no hay democracia ni libertad”, aseguró bajo la atenta mirada de Daniel Arroyo y Victoria Tolosa Paz, que serán dos actores claves de la política social que ocupará en gran parte la centralidad durante los primeros meses de gestión.
El pago de la deuda tuvo su momento y Fernández no dudó en señalar que “el país tiene la voluntad de pagar, pero carece de capacidad para hacerlo” y responsabilizó de ello al gobierno saliente y a los acreedores que “invirtieron en un modelo que ha fracasado en todo el mundo una y otra vez”. “No vamos a repetir la triste historia de las misiones de técnicos imprudentes que prometen planes que no pueden cumplir”, sentenció el primer mandatario mientras la transmisión enfocaba el flamante Ministro de Economía, Martín Guzmán, que tendrá la tarea de encaminar la negociación con el FMI.
La justicia tuvo su capítulo y vino de la mano de un nuevo gesto hacia la vicepresidenta cuando el Alberto pidió “ciudadanizar la democracia” y dejar atrás la baja calidad institucional que lleva a “Persecuciones indebidas, detenciones arbitrarias inducidas por los que gobiernan y silenciadas por cierta comparecencia mediática”.
“Vengo a manifestar un contundente Nunca Más, nunca más a una Justicia contaminada por servicios de inteligencia, por operadores judiciales, por procedimientos oscuros y linchamientos mediáticos, nunca más a una Justicia que decide y persigue según los vientos políticos, que es utilizada para saldar discusiones políticas y una política que judicializa los disensos para eliminar al adversario de turno “, definió mientras las cámaras tomaban al ex titular de la Corte Ricardo Lorenzetti dejando en un segundo plano a Carlos Rosenkrantz.
La AFI tuvo su capítulo y Alberto Fernández se mostró decidido a poner un punto de inflexión en el organismo y anticipo que intervendrá a la Agencia Federal de Inteligencia, a la vez que derogará el decreto 656 del 2016, que fue «una de las primeras y penosas medidas que la anterior administración promovió y que significó consagrar el secreto para el empleo de los fondos reservados por parte de los agentes de inteligencia del Estado». Esos fondos, aclaró que serán reorientados en el plan contra el hambre.
“Cuando mi mandato concluya, la democracia argentina estará cumpliendo 40 años de vigencia ininterrumpida. Ese día quisiera poder demostrar que Raúl Alfonsín tenía razón. Espero que entre todos podamos demostrar que con la democracia se cura, se educa y se come”, concluyó Fernández en un discurso cuidado que evitó los excesos y que intentará ser el primer paso hacia la gestación de un gobierno de mayor consenso y que mantenga esa tradición de la luna de miel de los primeros 90 días de un nuevo presidente.