Por Daniel Ezcurra
La sociedad argentina protagonizó este 10/05 un hecho de relevancia histórica. La Plaza de Mayo se llenó de centenas de miles de Pañuelos blancos, oponiendo un muro de dignidad y conciencia colectiva frente al intento de volver a un pasado sin Memoria, Verdad y Justicia.
Navegamos en las tormentosas aguas de un complejo momento político. La victoria electoral de la derecha argentina sembró un mar de dudas e interrogantes sobre el presente y el futuro. Y sabemos que cuando se disputan el presente y el futuro, se abre también el litigio sobre la valoración del pasado.
El vergonzante intento de despegue del gobierno sobre el 2×1, hace más visible aun la meridiana coherencia entre la política de DD.HH de Cambiemos y el fallo de la Corte Suprema. Todas las medidas y declaraciones del gobierno en estos 15 meses fueron un sistemático ataque al paradigma de verdad con justicia como política de Estado. Y ante esa peligrosa señal es que nuestro pueblo marcó un vigoroso límite.
La reivindicación de los genocidas además de una devolución de favores entre los militares y los dueños del poder concentrado hoy en el gobierno es, sin ningún lugar a dudas, un mensaje hacia las fuerzas de seguridad por parte de un modelo económico-social que necesita el disciplinamiento y la represión a tod@s aquell@s que van a quedar afuera debido a sus políticas de ajuste.
Por eso la Plaza de hoy es trascendente, porque al obturar la legitimación de la represión pasada y presente, golpea las posibilidades del futuro desarrollo de un modelo agresivo para las mayorías.
El macrismo como instrumento político de los grupos económicos sufrió hoy una importante derrota. Su magnitud podremos calibrarla en los tiempos que vendrán. Como bien dijo alguna vez J.P. Sartre «somos lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros»